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Creativa 
imperfección

Arte en un búnker, un invernadero o un sótano: Los espacios off ofrecen un acceso distendido al arte. Y, a veces, se convierten incluso en una marca artística.

05.07.2016

Está bien avanzada la noche cuando al final de la Reeperbahn de Hamburgo aparece la Filarmónica del Elba; va a pie. La nueva casa de conciertos, envuelta en escándalos, se encuentra aquí con otras espectaculares edificaciones de la ciudad para una competición de lucha libre contra la banda de monstruos de Godzilla. Bajo el griterío de los espectadores, que en parte provienen del mundo artístico local y en parte se han quedado aquí parados de camino a la famosa calle del barrio rojo de Hamburgo, la arquitectura de cartón pierde, por supuesto, la lucha cultural contra los mutantes de plástico y arde en llamas en un auto de fe. La actuación del proyecto de arte “Rock & Wrestling” fue el estruendoso final de un pequeño festival “off”, que se ocupó durante una noche de la tendencia al espectáculo. “08/15 – Eine Stadt sucht den Anschluss“ de los tres curadores Filomeno Fusco, Björn Salzer y Hartmut Gerbsch, ofreció una entretenida travesía de eventos con numerosos invitados de la subcultura hamburguesa, si bien hacía referencia a una cuestión muy seria: La atención pública, así como las subvenciones municipales, se dirigen más a grandes eventos con repercusión mediática que al sumamente activo mundo artístico local.

Precisamente, los numerosos espacios de proyecto autoorganizados, que hay en casi todas las grandes ciudades alemanas, constituyen algunos de los espacios de exposición más originales y comprometidos, además de tener las menores barreras mentales. Mientras que la visita a un museo o una galería suele intimidar en cierto modo a la mayoría, una pequeña sala de arte en el vecindario invita más a entrar. De hecho, con frecuencia, los “off-spaces” se hallan de forma consciente en lugares en los que los pasantes se topan con ellas por casualidad. El tamaño no tiene especial importancia, puesto que la mayoría de los espacios de proyecto exhiben obras de artistas más bien desconocidos que prueban primero la resonancia de su trabajo a pequeña escala. En la recién editada guía de salas de arte independientes de Alemania “Spaces” se incluyen, entre los 250 ejemplos de 41 ciudades, antiguos quioscos, gasolineras o carnicerías, diminutas cabañas, sótanos e invernaderos, porterías o nichos de casas. En estos lugares actúan pequeñas asociaciones artísticas, estudiantes o grupos de artistas. Esta forma nada ortodoxa de transmitir el arte solo puede financiarse, no obstante, mediante la contribución de sus miembros, donaciones, mecenas o pequeñas ayudas municipales.

Si estas fuentes fallan, la microsalas de arte vuelven a cerrar, mientras otras abren en algún otro nicho. Estos proyectos rara vez consiguen establecerse justo porque, en algún momento, los organizadores tienen que ganar dinero. Solo de vez en cuando, estas canchas de juegos se transforman en galerías comerciales. Y solo en casos muy aislados surgen de estos modestos inicios grandes proyectos de fama internacional como la Baumwollspinnerei de Leipzig. El gigantesco complejo de estudios y galerías ha pasado de ser un “off-space” a ser una marca de arte, gracias al renombre de algunos pintores de la “nueva escuela de Leipzig” como Neo Rauch o Tim Eitel, que hallaron espacios de trabajo en la antigua hilandería de algodón. Por lo general, la fluctuación de estos núcleos independientes de neófitos del arte es tan grande que los curiosos ya no encuentran en el lugar supuesto algunas recomendaciones de las revistas de arte. Sin embargo, la creativa flexibilidad de este concepto de exposición ha hecho que, sobre todo, en Berlín, Hamburgo, Colonia, Dusseldorf y Múnich, estos lugares de exposición autoorganizados se hayan convertido en un medio muy apreciado.

Por ello, el “Project Space Festival” de Berlín organiza cada verano desde el 2014 un “viaje por el mundo artístico independiente” de la ciudad de cuatro semanas. El programa incluye encuentros con grupos de dibujantes haciendo desnudos en la calle o combates de boxeo estudiantiles en las aulas. No obstante, también los grandes eventos hace tiempo que descubrieron espacios especiales para actos artísticos experimentales. En los grandes festivales culturales está incluso bien visto hacer performances o instalaciones en antiguos aeropuertos regionales, búnkers o sanatorios en ruinas. Ninguna localización está lo suficientemente apartada como para no desatar esa fiebre de los ambientes estrambóticos en los que el arte tiene un efecto totalmente distinto que en White Cube.

Muchos de los artistas emergentes, que en un principio exponen en espacios alternativos, conocen también otro original tipo de alojamiento artístico. Los numerosos programas de “artist in residence” de Alemania ofrecen a artistas durante semanas o meses acceso a castillos, molinos, instalaciones industriales o antiguas torres de la ciudad, para poder trabajar en ellos tranquilamente gracias a una beca. También el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores (AA) en Berlín pone desde 2016 una sala en su ático a disposición del programa “AArtist in residence”. El primero que está preparando allí una exposición sobre el colonialismo alemán es el fotógrafo artístico Andréas Lang. A continuación serán la artista de performance Kerstin Honeit y el dibujante Ahmed Kamel quienes utilicen la buhardilla como laboratorio de ideas. También el más famoso y bello de los programas ­“Artist in residence” de Alemania, la estancia durante un año en un estudio en la Villa Massimo de 
Roma, es un proyecto del Gobierno federal.

A pesar de la diversidad de espacios artísticos, los amantes de los descubrimientos deberían emprender el camino con expectativas realistas. Con frecuencia, las exposiciones surgen basándose más bien en amistades personales que en valoraciones críticas. No se debería esperar ver a todo artista “off-space” en la próxima documenta. De hecho, estas galerías “grassroot” raras veces aspiran a catapultar la carrera de artistas. Lo que convierte a este amplio mundo en un factor tan importante para la vitalidad de las ciudades es que ofrece un acceso al arte distendido y lúdico, que invita cordialmente a participar, lejos de toda arrogancia del mercado del arte. A veces, como en el caso de “Kippenbergers Büro”, establecida en Berlín por el pintor Martin Kippenberger a finales de los 1970 para exponer sus obras y las de amigos, surgen de lo imperfecto carreras internacionales. Entonces, las pequeñas y desaliñadas salas de exposición, con sus obras de arte alojadas de forma provisional, se convierten a posteriori en un mito susurrante. ▪