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El cambio mediático

Nos hallamos en medio de un cambio mediático. Pero la cuestión va más allá de la opción periódico o Internet.

15.03.2013
© picture-alliance/ZB

Recientemente desapareció del mercado un diario de calidad, el “Financial Times Deutschland”: todo un símbolo de un cambio estructural en la opinión pública, que tiene lugar a varios niveles y transforma también todo nuestro ser social. Los periodistas deben compartir la atención de la opinión 
pública con “reporteros ciudadanos” y blogueros, diarios gratis satisfacen la exigencia de que la información “fluya libremente” y también muchas personas con alto nivel educativo se informan solo a través de Internet.

Afortunadamente, la mayoría de las editoriales alemanas reaccionan a esa transformación de los medios no en forma conservativa, sino que han reconocido que el fin del diario impreso no supone necesariamente el fin del periodismo. Quien visita 
las grandes editoriales ve de inmediato que los redactores en línea no solo trabajan 
al mismo nivel de los periodistas clásicos, sino que además a menudo dan la tónica. Pero, ¿cómo seguirá este proceso?

Para responder a esa pregunta no basta con describir los síntomas, sino que hay que analizar la nueva relación de los seres humanos con las técnicas mediáticas, consecuencia de la revolución digital.

Una técnica agradable: esa es la nueva gran tarea del diseño. Cuanto mejor se lleve a cabo, más desaparecen las tecnologías modernas en el tejido de la vida cotidiana. De esa forma, la técnica pasa a formar parte 
de nuestro cuerpo. Medios que se pueden llevar como la vestimenta y funcionan 
como asistentes de información demuestran cómo la computadora se transforma 
de un “black box” en una prenda de vestir y finalmente en un implante. Los límites de mi mundo no son los límites de mi cuerpo, sino los límites de mis medios.

La tecnología mediática es siempre también “ingeniería social”. Esa coevolución de la técnica y la sociedad lleva al desarrollo de tecnologías socialmente inteligentes y máquinas personales. Hace tiempo que existen computadoras que se llevan sobre el cuerpo. Los aparatos periféricos se transforman en aparatos implantables. Los robots pronto tendrán también una especia de “vida”, 
es decir, funcionarán como sujetos con accionar social. Viceversa, los seres humanos desarrollan un comportamiento social en relación con los medios.

Como en los juguetes, el objetivo es el desarrollo de una tecnología “sociable”, no solo en la realidad mediática, sino también en la creación de nuevos lugares experimentables físicamente. Desde que microcomputadoras forman parte de objetos de la vida cotidiana podemos hablar de entornos inteligentes. Ya hemos interconectado en red muchos objetos de la vida cotidiana, para tenerlos siempre bajo control. No solo las personas se hallan “en línea”, sino también sus artefactos. El cine y la televisión sugieren, con sus posibilidades de reproducción técnica, la universalidad de acceso para 
todos los seres humanos. El próximo paso es la simulación, que posibilita experimentar a muchos lo que por los muchos es en realidad imposible. La realidad virtual es la más extrema consecuencia del concepto moderno de realidad: el mundo como simulación. Los medios digitales nos ofrecen la realidad como obra de arte total, una filosofía experimentable del “como si fuera”. 
El diseño de interfaz del mundo digital ha hecho desaparecer la superficie del usuario o, por lo menos, la ha hecho olvidar. Con ello, en la relación entre el ser humano y la técnica hemos llegado al polo opuesto de la contemplación: la inmersión.

La computadora y la cibernética fueron la respuesta a la crisis de control derivada de la Revolución Industrial. Las redes sociales son hoy la respuesta a la crisis de control derivada de la globalización. El problema es la complejidad, que no puede ser resuelta con la educación. En su lugar han surgido la modularización de la inteligencia como servicio y la cibernética como ciencia de control. Cuando los complejos sistemas de la sociedad moderna ya no pueden ser gestionados con la razón surge la pregunta de si la razón no puede ser sustituida por algoritmos. Desde que el libre flujo de información es más importante que todas las cuestiones sobre la materia y la energía, la información ya no es gestionada por los filósofos y otros expertos, sino que se ha desacoplado del proyecto de la Ilustración. Pero cuanto más crece ese flujo 
de información más urgente es la necesidad de un servicio al que 
podría llamársele “el servicio del sentido”. La riqueza de información y la pobreza de atención son dos caras de la misma moneda. Hoy no escasea la información, sino la orientación. Sin pausa transmitimos, recibimos, almacenamos y manipulamos información. Estamos inmersos en la comunicación mundial. Y el imperativo categórico de nuestra existencia es estar ubicable siempre y en todos lados.

Gran parte del trabajo es hoy comunicación y esta puede ser hoy generada y transmitida desde cualquier parte del mundo. Por ello, para no ahogarnos en la marea de información, necesitamos técnicas de selección, filtración y valoración. Hoy sabemos que la inteligencia no es más que una técnica de búsqueda y que la inteligencia artificial es estructurada por algoritmos de popularidad. Desde que el espacio de la información es tan grande como el mundo y toda la población mundial participa en la comunicación digital, ya no es posible distinguir la búsqueda de la creatividad. La inteligencia no surge de los programas, sino a través de la comunicación. Se ha producido un cambio de paradigma: la lógica de la red ha sustituido a la inteligencia artificial. Todas las áreas del conocimiento y de vida son dominadas por la autoorganización de los legos, que han comenzado a competir con los expertos. Nuestra filosofía es la sabiduría de los muchos. El conjunto es más inteligente que cada uno de sus integrantes.

Hoy debemos modificar y precisar la fa­mosa frase de Marshall McLuhan “The medium is the message”: la red es el mensaje. Los ciudadanos en la red ya no se interesan solo por medios de información, sino sobre todo por medios de interrelación. De esa forma, las redes mediáticas se transforman en lugares de producción de una nueva riqueza social. Su valor agregado surge de 
los actos de compartir, regalar y enlazar, 
típicos de los medios sociales. En la comunicación se funden la técnica y lo social. 
Podría hablarse de un consumo relacional.

Lo novedoso de estos nuevos medios es sobre todo que los contenidos son producidos por los propios usuarios. Ningún investigador del futuro podría haber previsto que los blogs pudieran crear una nueva forma de opinión pública, en la que todos son el público de todos. La opinión pública sin barreras es hoy un sobreentendido. Las nuevas técnicas mediáticas son más procesos que herramientas. Los usuarios se transforman en desarrolladores y los medios de comunicación son redefinidos constantemente en el proceso de uso. La participación ha tomado el lugar de la recepción. Desaparecen no solo el autor, sino también el lector. Característico de los nuevos medios es que primero se publica y luego se filtra. A ello se agrega que ya no existen las obras. Por doquier se imponen técnicas culturales que hacen desaparecer la cultura del libro: cut & paste, link & tag, copy & remix.

Un término de moda hoy es cloud computing: la computadora como bien público. En efecto, los activistas definen Internet como el bien público por antonomasia. Para comprender su dinámica y su potencial creativo es necesario entender que se trata de la creación de capital social. El capital social está conformado por enlaces, relaciones y posiciones. Quien quiera debatir hoy sensatamente sobre la justicia social no puede 
dejarse deslumbrar por la “cuestión social” del siglo XIX. Hoy debemos repensar lo 
social a partir de los procesos de autoorganización en redes. ▪

El Prof. Dr. Norbert Bolz, especializado en teoría de la comunicación, es ­catedrático de Ciencias de los Medios en la Universidad Técnica de Berlín. 
Su foco de investigación son las transformaciones en la sociedad moderna.