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“Necesitamos más Europa”

Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, sobre las sendas hacia una solución de la crisis y una mayor integración.

13.08.2012
© picture-alliance/Eventpress

Si debiera explicar a interlocutores en el exterior no europeo en pocas frases el estado actual de la UE, ¿cómo lo describiría?

La UE tiene todas las posibilidades de ser, también en el siglo XXI, un lugar de bienestar, estabilidad y paz. Para ello debemos realizar nuestras tareas y hacer más eficientes y democráticas las estructuras de la UE. La actual crisis económica y monetaria puede ser un catalizador para un desarrollo positivo, en tanto tomemos ahora las decisiones correctas. Pero tampoco oculto que me preocupo: el proyecto integrador está en peligro.

¿Por qué es tan difícil controlar la crisis actual?

Porque tiene diversos orígenes. Comenzó en 2008 con una crisis bancaria, desatada por el estallido de una enorme burbuja inmobiliaria y especulativa, sobre todo en Estados Unidos, pero también en algunos países europeos. En el área anglosajona y en Islandia, que no pertenece a la UE, quedó en evidencia de pronto la fragilidad de un sector financiero no sostenible. Como algunos Estados europeos debieron gastar mucho dinero para salvar a sus bancos, que operan a nivel internacional y son interdependientes, la crisis bancaria se transformó en una crisis de deuda estatal. Simultáneamente quedó claro de pronto que algunos países de la eurozona habían acumulado, también sin burbuja inmobiliaria, una deuda pública intolerable; que no son competitivos a nivel global y que no pueden ocultarlo más. Ahora, algunos de ellos deben llevar a cabo reformas muy dolorosas, al tiempo que están excesivamente endeudados y tienen una alta desocupación. El problema es que la mayoría de los Estados no tiene dinero para luchar contra la desocupación. Ello provoca frustración. Y por ello la crisis económica se transformó en una crisis de confianza en el sistema político y las instituciones europeas, lo cual es muy peligroso.

¿Lleva la necesidad de actuar impuesta por los mercados a un socavamiento del sistema democrático?

Angela Merkel, la canciller federal, dijo que necesitamos una “democracia de conformidad con el mercado”. Para mí, ello es completamente equivocado. Es al revés, los mercados deben ir conformes con la democracia. Necesitamos una regulación de los mercados financieros y gravar impositivamente los excesos especulativos, que desataron considerables turbulencias en muchos países del mundo. Esos ingresos los podemos destinar a inversiones. Pero está claro que cuando la gente va a votar espera que los representantes y el gobierno que eligió puedan imponer sus programas. Si la población tiene la impresión de que la política es impotente ante unos mercados anónimos, ello pone en peligro nuestra democracia.

¿Qué soluciones hay?

No puede haber alternativa a la primacía de la política. Gobiernos elegidos democráticamente deben poder imponer reglas, defender los intereses de la sociedad en su conjunto y, si es necesario, hacer retroceder los intereses particulares. Reglas de ese tipo existen ya en la seguridad de los alimentos, en la inspección técnica de los vehículos, etcétera. Ahora necesitamos reglas vinculantes también en los mercados financieros. No podemos tolerar más la especulación de alto riesgo, en la que algunas personas ganan miles de millones, pero que desestabiliza regiones enteras.

¿Qué papel desempeña el Parlamento Europeo en la solución de la crisis?

A diferencia de los jefes de Estado y de gobierno, en el Parlamento acordamos muy rápidamente mecanismos para superar la crisis, trascendiendo todas las fronteras partidarias. Lamentablemente, nuestras propuestas fueron en un principio rechazadas y los jefes de Gobierno no las retomaron sino con considerable retardo. El Parlamento de la UE tomó la iniciativa en todas las cuestiones de regulación bancaria y mercados financieros y con la propuesta de impulsar un pacto de ocupación y crecimiento además de la disciplina presupuestaria. Y vaticino que los jefes de Gobierno nos seguirán también en cuanto al impuesto a las transacciones financieras.

¿Cómo termina la crisis: con “menos Europa” o con “más Europa”? ¿Puede la crisis también fortalecer a Europa?

Yo trabajo para que con “más Europa”. Los pasos que Europa dio hacia la integración en los últimos años fueron enormes: luego de la caída del Muro integramos a los países de Europa Oriental, eliminamos las fronteras en toda Europa, creamos una moneda común y, con el Tratado de Lisboa, aumentamos al capacidad de funcionamiento de la UE en general. Pero la crisis dejó claro que los países que tienen una moneda común deben trabajar mucho más estrechamente en cuestiones de política económica, impositiva, financiera y, a mediado plazo, también social.

¿No le falta a Europa desde hace algún tiempo una brillante idea para el futuro?

A diferencia de mi generación, que sabe que en Europa hubo barreras y controles en las fronteras, para muchos jóvenes la unidad europea es un sobreentendido. Es algo positivo, porque en Europa existe toda una joven generación que no puede imaginarse que hubo guerras entre Alemania y Francia. Ese es el éxito más importante de Europa: haber asegurado la paz en nuestro continente, después de tantos conflictos bélicos. Pero ello también significa que la razón de ser de la UE –el aseguramiento de la paz en Europa– suena cada vez más abstracta para muchos jóvenes. Por ello yo intento dar una nueva justificación para aspirar a “más Europa”, una que pregunte cómo nos imaginamos nuestra vida en el siglo XXI. Rápidamente llegamos a la conclusión de que la defensa de nuestro modelo social, de determinados derechos de libertad y del bienestar solo es posible en el marco de Europa, porque competimos con otras poderosas regiones del mundo, que quizás tengan otras ideas sobre la seguridad social y la libertad. Tampoco los desafíos de la protección ambiental, el cambio climático, la seguridad de los recursos y las migraciones pueden ser resueltos por países europeos aislados.

¿Tiene la UE necesidad de más participación democrática?

Atreverse a más democracia –como dijo 
Willy Brandt– es siempre bueno. Con la posibilidad de realizar referéndums europeos, que existe desde el Tratado de Lisboa, hemos dado un paso en dirección a la democracia directa. Pero no oculto que puedo imaginarme aún más. Yo quiero que el Parlamento Europeo tenga los mismos derechos legislativos que el Consejo de los jefes de Gobierno europeos. Debe ser un Parlamento Europeo que pueda controlar efectivamente al gobierno europeo, hoy llamado Comisión Europea.

¿De dónde vienen su entusiasmo y compromiso con Europa?

Vengo de una región fronteriza en un triángulo de países. Experimenté directamente qué significa para una región así que se eliminen las fronteras. Estoy absolutamente convencido de que Europa seguirá siendo relevante económica y políticamente si defendemos la integración. Ello no significa que deba eliminarse el Estado nacional como importante punto de identificación. Naturalmente, como alemán apoyo a la selección alemana de fútbol. Pero por ello no soy un mal europeo.