Crisis que pasan desapercibidas
En todas las regiones del mundo existen crisis que pasan desapercibidas para la opinión pública. Esto puede tener consecuencias nefastas.
Yasin vive en el campo de refugiados más grande del mundo, en Cox's Bazar. Se encuentra en la región meridional de Bangladesh. Al igual que Yasin, casi 900.000 personas de la vecina Myanmar se han refugiado allí desde 2017, repartidas en varios campos, el mayor de los cuales recibe el nombre de Kutupalong.
Viven en refugios, tiendas y chabolas provisionales, muy hacinados, a menudo sin agua corriente, a la espera de una oportunidad que les permita regresar a casa o marcharse a otro lugar. La mayoría pertenece a la etnia rohinyá, musulmanas y musulmanes de Myanmar. Allí no se les reconoce como grupo étnico autóctono, por lo que, al ser perseguidos por el régimen militar, huyeron en masa a Bangladés.
Necesidad de ayuda externa urgente
Yasin es un joven con sueños, a pesar de todas las circunstancias adversas. Le gustaría ser traductor y médico, para ayudar a los demás. Como el campamento no ofrece una formación adecuada, aprovecha el tiempo para aprender inglés, sobre todo a través de vídeos de YouTube y otros recursos online. Entretanto ha aprendido una gran cantidad de vocabulario. Como está convencido de que la educación ofrece nuevas oportunidades a las personas, transmite sus conocimientos a los demás: en el campo de refugiados, Yasin enseña inglés de forma gratuita y así alivia al menos un poco el gran sufrimiento que allí se padece. Y es que han pasado ya seis años desde el gran éxodo.
A la gente no sólo le falta perspectiva, también lucha por sobrevivir en términos muy concretos: escasez de servicios sanitarios, suministro inadecuado de agua y escasez recurrente de alimentos. Y todo ello pasa desapercibido para la opinión pública mundial, a pesar de la necesidad urgente de ayuda exterior.
Cada vez con más frecuencia, las catástrofes naturales son la causa
Por muy lamentables que sean las condiciones en Cox's Bazar, no se trata ni mucho menos de un caso aislado. Existen muchas regiones en las que suceden dramas silenciosos que, en su mayoría, pasan desapercibidos. En Haití o Venezuela, Burkina Faso o Burundi, la República Democrática del Congo o Yemen, Sudán del Sur o Líbano. A veces la causa se debe a conflictos internos, otras a circunstancias externas, como sequías o inundaciones, cada vez más como consecuencia del cambio climático.
A finales de 2022, unos 300 millones de personas eran dependientes de ayuda humanitaria, la mayoría de las cuales vivían lejos de la mirada pública. Según el método de estimación aplicado, existen entre diez y veinte focos de crisis de este tipo en el mundo, que, sin embargo, no aparecen en los principales noticiarios de la mayoría de los países. Casi parece como si el mundo sólo fuese capaz de seguir y percibir unas pocas crisis escogidas. En la actualidad, la opinión pública internacional está centrada sobre todo en la guerra de Ucrania y en las consecuencias del terremoto en Turquía y Siria. Todo lo demás apenas despierta interés.
Poca atención supone también poco dinero
Esto conlleva consecuencias. A menudo, el dinero fluye en menor medida hacia esas regiones. Como ejemplo, Sudán del Sur: el cambio climático está provocando constantes y graves inundaciones en el país. En 2021, incluso la mitad de los distritos quedaron anegados, 850.000 personas se vieron afectadas. Sus hogares fueron arrasados y sus medios de vida destruidos, al igual que sus esperanzas.
A esto hay que añadir los numerosos conflictos entre etnias y grupos. Todo ello hace que el país sea inestable y vulnerable, y que se produzcan continuamente hambrunas. Sudán del Sur por sí mismo no puede aliviar el sufrimiento. Pero el flujo de dinero procedente del extranjero no es lo suficientemente intenso: según cálculos de la OCHA, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, la ayuda internacional en Sudán del Sur está actualmente infrafinanciada en un 72%. Lo mismo ocurre en Yemen, con un 80%, Somalia, con un 90%, y Mali, con un 64%. La lista sería interminable.
El próximo gran conflicto potencial
El Líbano también está desbordado por algo que en realidad es un problema internacional. El país está soportando una enorme cantidad de refugiados: cientos de miles de sirias y sirios han huido al país vecino en los últimos años; en la actualidad, uno de cada siete habitantes es un refugiado. A esto hay que añadir la agitación política y una crisis económica con una inflación galopante, de modo que este país de Oriente Medio, antaño próspero, se encuentra ahora en una espiral descendente que dura ya demasiado tiempo.
Pero el hecho de que la opinión pública internacional no mire a todas partes y no ayude suficientemente, no significa ni mucho menos que estas crisis sean “inofensivas” o estén localizadas. El próximo gran conflicto puede estallar en cualquier parte. Ucrania también permaneció durante años fuera del radar político-estratégico. ¿Quién sabe cómo evolucionará la crisis rohinyá? ¿O la situación de inestabilidad en el Líbano?
Aprender del pasado
Podemos aprender mucho echando una mirada atrás en la historia: nadie entonces tuvo en cuenta el conflicto de Ruanda, que desembocó en un terrible genocidio en 1994. Este tuvo a las Naciones Unidas intensamente ocupadas a todos los niveles durante años.
Asimismo, a principios de la década de 2000, Irak tampoco estaba en el punto de mira como una posible zona de conflicto. Cuando finalmente estalló la guerra, costó una gran cantidad de dinero y energía a la comunidad internacional y Occidente en particular se vio sometido a una dolorosa prueba. Esta percepción selectiva puede ser explicable a la vista de los numerosos retos actuales, pero es humanamente injusta, económicamente miope y (geo)políticamente peligrosa.
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Por ello, el ministerio federal de Asuntos Exteriores ha puesto en marcha una campaña para que esas crisis silenciosas vuelvan a salir a la luz pública: “En el punto de mira” es llevada a la práctica por numerosas organizaciones no gubernamentales, como Cáritas Internacional, Terre des Hommes y Kindernothilfe. La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) también colabora. Más información aquí.