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Filosofía y migración

¿Cómo responden los filósofos a las actuales preguntas sobre la migración? Breve entrevista al profesor de filosofía y exsecretario de Estado Julian Nida-Rümelin.

14.11.2016
© dpa/Uwe Zucchi - Julian Nida-Rümelin

Sr. Nida-Rümelin, la crisis de los refugiados conlleva también una cierta crisis de orientación. ¿Puede la filosofía ayudar a la política?

La filosofía no puede asumir el papel sacerdotal que tenía en el pasado. En mi opinión, la filosofía carece como disciplina de los recursos que la capaciten para definir en detalle lo que es correcto o incorrecto, y ello es aplicable también a la política frente a los refugiados. Sin embargo, la filosofía sí es una disciplina de pensamiento claro, concepción coherente y conclusiones lógicas. Como tal, puede ayudar. Puede contribuir a crear una mayor claridad, en particular, en lo que hace a una evaluación ética de la política frente a los refugiados. Por eso empecé este verano a escribir la obra "Ética de la migración", que será lanzada en la Feria del Libro de Leipzig.

Al parecer hay aquí dos posturas irreconciliables: los representantes de la primera postura parten de un derecho global de libertad de movimiento, y los representantes de la otra postura, de un derecho legítimo de Estados nacionales a limitar el acceso de terceros a su absoluta discreción. ¿Qué postura toma su "ética de la migración" al respecto?

De hecho se enfrentan, por un lado, los partidarios de la apertura de las fronteras, en su mayoría representantes del cosmopolitismo o universalismo, y, por otro, los defensores de la legitimidad de las fronteras estatales, que en el discurso anglosajón son denominados sin tapujos "nacionalistas" o "comunitaristas". Yo mismo me veo como un representante del cosmopolitismo, es decir, de la tesis de que, más allá de los Estados nacionales, existen normas y valores vinculantes y comunes, en cuyo núcleo se encuentran los derechos humanos. Si bien soy escéptico frente a fundamentos comunitaristas (o incluso nacionalistas) del Estado, a la vez defiendo la legitimidad de las fronteras nacionales.

"Me veo a mí mismo como representante del cosmopolitismo, pero a la vez defiendo la legitimidad de las fronteras nacionales."

Es curioso que la izquierda política, desde marxistas a socialistas liberales, se sirven de un argumento que es familiar a la ideología neoliberal, o mejor dicho, al radicalismo de mercado, según el cual el mercado es el mejor de todos los modelos de orden. Abogan, consciente o inconscientemente, por el establecimiento de un mercado libre global, no sólo de bienes y servicios, sino también y precisamente de trabajadores. Pero un mercado global de trabajo sin fronteras nacionales socavaría la autodeterminación colectiva a través de democracias organizadas a nivel nacional o al menos las pondría en peligro. Un mercado laboral global sin restricciones es incompatible con las normas sociales de países desarrollados y empobrecería aún más a las regiones más pobres del mundo, ya que su mano de obra cualificada emigraría a las regiones más ricas. A mi juicio, existe interés - cosmopolita - y una justificación ética universal de la legitimidad de las fronteras nacionales y del derecho básico de los Estados a controlar la inmigración. Al mismo tiempo, sin embargo, existen obligaciones en materia de derechos humanos de ayuda a refugiados (Convención de Ginebra). Los refugiados de guerras o guerras civiles deben recibir amparo preferentemente de los países vecinos, con proyectos financiados por la comunidad internacional de Estados, hasta que haya terminado la causa del conflicto, del enfrentamiento armado o de la guerra civil. Sin embargo, sería prematuro vincular automáticamente esta obligación ética de protección en materia de derechos humanos a una perspectiva de integración. La acogida de refugiados con el objetivo de una integración rápida y en lo posible integral (en el mercado de trabajo, en la sociedad, y también cultural) solo es aconsejable para aquellos refugiados que tienen perspectivas de residencia permanente. Y éste no es el caso de refugiados que huyen de una guerra civil.

En concreto: ¿Qué condiciones éticas debe cumplir una política de migración razonable? ¿Qué obligaciones éticas se puede formular?

Dada la brevedad de esta entrevista solo puedo responder con algunos aspectos importantes. Y para comenzar, con una central cuestión ética y filosófica: el problema de los refugiados enfrenta a los Estados nacionales con un dilema ético. En principio se debe aplicar el precepto de que todas las personas deben ser tratadas por igual en función de sus necesidades. A aquéllos que buscan protección en nuestras fronteras debemos tratarlos como seres humanos, del mismo modo que la población local. Lo que esto significa en cuanto al derecho a ayuda social ya ha sido dictaminado por fallos del Tribunal Constitucional. Al mismo tiempo, los Estados tienen un deber moral en la estructura solidaria mundial de ayudar prioritariamente a aquéllos que más ayuda necesitan. El "bottom billion", es decir, el grupo de al menos mil millones de personas en el mundo que tiene que sobrevivir con un poder adquisitivo de solo un euro al día, no llegan, o solo en ínfimo porcentaje, a las fronteras de Europa o América del Norte.

"Si centramos nuestra ayuda en aquellos que han llegado hasta nuestras fronteras, descuidamos a aquellos a los que podríamos ayudar con mucho menos recursos."

Los más pobres de los pobres no tienen la posibilidad de emigrar atravesando continentes. Si centramos nuestra ayuda en aquellos que han llegado hasta nuestras fronteras, descuidamos a aquellos a los que podríamos ayudar con mucho menos recursos. El Banco Mundial ha calculado que solo un 0,5 por ciento del producto mundial bruto alcanzaría para llevar a toda la población mundial al menos al umbral de los dos dólares al día de poder adquisitivo. ¡Un 0,5 por ciento del producto mundial bruto nos permite resolver la amarga miseria de casi un tercio del mundo! De ahí se derivan las obligaciones éticas prioritarias frente a la población más vulnerable del mundo y una actitud escéptica, a mi modo de ver, frente a las buenas razones que justifican una migración transcontinental como forma de reducir la pobreza. A esto se añade el hecho de que el inmenso número de los habitantes más pobres de la Tierra es excluido de la solución a su pobreza, al menos en la medida necesaria. Una política de inmigración racional tiene que distinguir entre los diferentes motivos y modalidades de migración. Alemania no ha sabido definir una política de inmigración mediante la promulgación de una ley de inmigración, que tuviera en cuenta tanto los intereses del país de acogida como los intereses de las regiones de origen de los emigrantes. Creo que la inmigración en interés de los países receptores (y este interés existe sin duda en vista del declive demográfico y de la demanda no satisfecha de personal cualificado) solo es posible si se logran compensar las desventajas de la pérdida de profesionales para la región de origen (el llamado "braindrain"). Frente a los refugiados de guerra y guerras civiles, sin embargo, la ayuda a los países vecinos de la región del conflicto a fin de  que puedan acoger humanamente a muchos refugiados por un período limitado, es para mí la mejor estrategia y no la migración transcontinental. La emigración económica, en cambio, se debería realizar con ayudas locales, acuerdos de comercio justos, por ejemplo con países de África, y con apoyo a las estructuras económicas locales, sobre todo las estructuras agrícolas. La migración transcontinental significa por lo general un agravamiento de la miseria en el país de origen y no su alivio.

Usted ha adquirido experiencia en el campo político, como el ministro de Cultura del primer gabinete del canciller Schröder. ¿Cree que lo lograremos?

Confío plenamente en que Alemania logrará absorber bien la fuerte ola de inmigración de los últimos cuatro meses de 2015 y de los dos primeros meses de 2016. Pero si hacemos un balance honesto de la situación, tenemos que admitir que la acogida de un flujo permanente y a gran escala de refugiados también hubiera superado a largo plazo las posibilidades incluso de un país tan rico como la República Federal de Alemania. No podemos dar la impresión al ciudadano de que la política es impotente e indefensa, incapaz de controlar los movimientos de refugiados y las fronteras. Es esta impresión, y no tanto los desafíos reales, la que fortalece el populismo de derecha, no solo en Alemania sino en toda Europa. Mi respuesta breve es que sí lo lograremos, entro otras razones porque tantas personas se han ofrecido voluntariamente a ayudar. Al parecer, las autoridades, sin este apoyo, se hubieran visto desbordadas por los desafíos. Pero el segundo mensaje debe ser: las fronteras abiertas no son una respuesta a la miseria en el mundo, hay otras maneras, mejores y más eficientes, de hacer más justo nuestro mundo.

El libro "Ethik der Migration" se publicará en marzo de 2017 en la editorial Edition Körber.

Día Mundial de la Filosofía, 17 de noviembre de 2016

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