“Somos el pueblo”
La Reunificación Alemana: el lema de la Revolución Pacífica de 1989 fue un llamado contra la división y por la no violencia.
La caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, y con ella la eliminación de una frontera que había existido durante 40 años dentro de Alemania, fue el resultado de la Revolución Pacífica de los meses anteriores. En aquel momento, nadie hablaba de una Revolución Pacífica. El término surgió en una retrospectiva de los acontecimientos, en medio de una ola de emigración interna, protestas y manifestaciones. Porque en ese momento era incierto qué rumbo tomarían los acontecimientos en la RDA. La RDA era una dictadura con uno de los mayores aparatos de seguridad del mundo. La resistencia, la oposición, incluso la simple crítica a las condiciones en las escuelas, las universidades o el lugar de trabajo se traducía en represiones de diversa índole: desde detenciones, condenas, expulsión del país o denegación de oportunidades educativas, restricciones a la libertad de viajar dentro del bloque del Este, hasta la expedición de documentos de identidad sustitutivos llamados “PM12”, que restringían la libertad de movimiento dentro de la propia RDA.
Revolución sin violencia
Pero todos esos medios violentos del Estado de la RDA perdieron su carácter intimidatorio en tanto los propios actores de las grandes manifestaciones se abstuvieron de la violencia. Los grupos pacifistas, de mujeres, ecologistas y democráticos que desde principios de los años 80 habían actuado en espacios ofrecidos por las Iglesias protestantes adquirieron así un poder y una legitimidad casi irresistibles. Especialmente en Leipzig, en 1989, se crearon las bases sobre las que se asienta la sociedad alemana actual. Allí, el 9 de octubre, más de 100.000 personas se atrevieron a salir a la calle. Los primeros intentos de manifestación ya habían tenido lugar el 4 de septiembre, liderados por jóvenes que organizaron oraciones por la paz en la iglesia de San Nicolás, desplegando una pancarta con el texto: “Por un país abierto con una población libre".
El 9 de octubre, el grupo distribuyó 30.000 folletos impresos clandestinamente, con la frase “Somos un solo pueblo” resaltada en negrita. Sin embargo, no se trataba de un llamamiento a la reunificación, sino que se dirigía a la “Policía Popular” y las “Milicias Obreras”. La idea era hacerles ver que en Leipzig, como en todo el país, podían ser obligadas a reprimir a sus propios hijos, familiares y vecinos. El folleto decía: “La violencia entre nosotros deja eternas heridas sangrantes. Hoy depende de nosotros evitar una mayor escalada de violencia. De ello depende nuestro futuro”.
Mucho se ha discutido acerca de cómo surgió aquel día el grito de “¡Somos el pueblo!” Cuando la multitud entró en la avenida periférica Leipziger Ring, los primeros gritos fueron: “¡Únete!, ¡Únete"! Una joven, Kathrin Walther, de 18 años, se ocultó tras una ventana de la iglesia y comenzó a anotar las consignas gritadas. En lo alto de la torre de la iglesia, dos jóvenes filmaron en secreto la marcha. Sus grabaciones dieron la vuelta al mundo. La gente en la calle comenzó a gritar luego: “No somos matones”, porque en todos los periódicos del SED (Partido Socialista Unificado de la RDA), los manifestantes habían sido catalogados de “matones y elementos criminales”.
Manifestación ante la central de la Seguridad del Estado
Cuando los manifestantes pasan ante la sede de la Seguridad del Estado (Stasi), la situación se vuelve explosiva. Allí, el “¡No somos matones!” se transformó en: “¡Somos el pueblo!”. Sin embargo, no se trataba de excluir, sino de derribar los muros de división entre la población, por lo que al “¡Somos el pueblo!” siempre seguía el llamamiento: “¡No a la violencia!”. Por lo tanto, los objetivos de movimientos antidemocráticos que abusan de ese lema actualmente divergen diametralmente de las ideas de la Revolución Pacífica de 1989, que en cierto modo completó el logro de los objetivos de la fracasada Revolución Alemana de 1848 en cuanto a libertades de prensa, reunión y otras.
Peter Wensierski es periodista, escritor y autor de documentales.
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