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El terruño de Edgar Reitz

La región de Hunsrück ganó fama gracias a un director de cine. Una búsqueda de huellas.

17.01.2014
© Jonas Ratermann - Hunsrück

Una gran calma se extiende por el valle, en cuyos prados de un verde profundo pastorean vigorosas vacas. A menudo, cuando no suenan las campanas de la iglesia de Schlierschied ni Jürgen Wolf ara sus campos con el tractor, solo se oyen los silbidos del viento. El viento es lo primero que menciona Wolf cuando se le pregunta por las particularidades de su tierra: “El duro clima y el viento son típicos de la región de Hunsrück”, dice el agricultor de 52 años. Lo que a los extraños les puede parecer poco agradable es parte inconmovible de la vida de Wolf. “Mi padre, mi abuelo y sus antepasados fueron todos agricultores en Schlierschied”, relata.

Jürgen Wolf asocia la región de Hunsrück, su terruño, también con un director de cine de fama mundial, que creó un monumento fílmico a esa franja de tierra entre los ríos Mosela y Rin: Edgar Reitz, hijo del relojero 
Robert Reitz, de Morbach, comenzó el rodaje de su serie “Heimat” en torno a la aldea ficticia de Schabbach. Es una singular crónica del siglo XX, relatada a partir de biografías de la región de Hunsrück. “Heimat 1” fue rodada en pueblos como Gehlweiler, Rhaunen y Woppenroth. El nuevo largometraje, “Die andere Heimat”, 
celebrado recientemente en el Festival de Cine de Venecia, trata de Schabbach en el siglo XIX. Filmado fue en parte en los campos de Jürgen Wolf, en los que este sembró especialmente para la película el centeno que se 
cultivaba entonces. Wolf vio ya en su juventud cómo llegaban a la región de Hunsrück cada vez más visitantes extranjeros, para conocer la tierra de Edgar Reitz. La serie fue emitida por televisión ya en más de 30 países. A Jürgen Wolf le agrada que Edgar Reitz haya dirigido tantas miradas hacia la región de Hunsrück. Mucho más no agrega. A lo sumo se le puede extraer un “Dehäm is dehäm”, lo que en el dialecto de la región significa “la tierra de uno es la tierra de uno”.

Más que la áspera belleza de Hunsrück, lo que fascina al público de la serie de ficción de Reitz es el tema que le da título. El director relata épicamente sobre la vida común y corriente de varias generaciones, que no pierden la relación con su terruño tampoco en la emigración. “Toda persona sabe qué es el terruño, provenga de donde provenga”, dice Marga Molz, sentada a una mesa de madera en su mesón, que regentea desde hace 60 años en Woppenroth. Allí estuvieron ya también canadienses, brasileños, ingleses, holandeses, todos atraídos por la serie “Heimat”. Y naturalmente también Edgar Reitz y Peter Steinbach, coautor de la serie: durante innumerables tardes y noches escucharon atentamente en el mesón 
repleto de gente historias sobre la vida en Hunsrück. Cuando los relatos amenazaban con transformarse en leyendas, intervenían Marga Molz y Rudi, su esposo, 
para poner las cosas en su lugar. Marga, hoy viuda, ya 
no debe trabajar para vivir, pero cuando está en casa, su mesón está abierto para lugareños y forasteros. No obstante, cada vez son menos los mesones tradicionales en Hunsrück y su importancia como centro de la vida social disminuye. ¿Qué queda del terruño?

En Hunsrück se hallan respuestas también en un lugar inusitado. El “ Paisaje Energético Morbach” surgió en los terrenos del otrora mayor depósito de municiones de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en Europa y es un 
destacado ejemplo del uso de fuentes de energía alternativas. En 146 hectáreas, instalaciones fotovoltaicas colectan luz del sol, rotores giran, hay una planta de biogás y ovejas impiden que se multiplique la maleza. Michael Grehl, planificador del paisaje, coordina para la ciudad de Morbach, donde nació Edgar Reitz, el desarrollo del Paisaje Energético, que ayudó a iniciar hace once años. El proyecto, en un área cercada, ofrece puestos de trabajo y perspectivas a los habitantes de Hunsrück, posibilitando simultáneamente una vida en armonía con la 
naturaleza. Grehl, no obstante, advierte: “Debemos ser cuidadosos” y estima que una expansión de los aerogeneradores a toda la región es, a pesar de su utilidad, muy peligrosa. “Si se llena todo de aerogeneradores, el terruño deja de ser experimentable”, dice Grehl, pasea su 
mirada por las suaves colinas alrededor de Morbach y agrega: “Los enormes bosques son fantásticos, también los prados de narcisos, las muchas orquídeas”. Grehl reconoce que a veces no aprecia lo suficiente tanta belleza. La ciudad mediterránea turca de Alanya está hermanada con Morbach. Preguntado su alcalde qué le atrae de Morbach, en vista del paseo de ensueño de Alanya junto al mar dice: “¡Tanto verde! Bosques, por los que puede pasearse durante horas. ¡Esto es vida pura!”.

El terruño a veces es subestimado. “Lo que se ve siempre, a veces se toma por un sobreentendido”, dice Brunhilde Dämgen, sentada junto a su esposo, Heribert, en su casa en Gehlweiler, una aldea de 250 habitantes. Cuando los Dämgen miran por la ventana, ven en otoño el maravilloso mar de colores de los próximos bosques de Lützelsoon y Soonwald: los árboles caducifolios con su follaje rojo, amarillo y castaño; las diferentes tonalidades de verde de las coníferas. Del otro lado de la colina se halla el establecimiento del agricultor Jürgen Wolf. Desde su casa, los Dämgen llegan en pocos minutos a Gehlweiler, con sus casas de entramado, que Reitz transformó en el centro de su serie “Heimat”. Brunhilde Dämgen es descendiente de los antiguos habitantes de la herrería, cuya característica combinación de casa y galpón es conocida hoy en todo el mundo, porque en la serie es la casa de la familia protagonista, los Simon. Un par de metros más allá se halla la casa en la que en “Die andere Heimat” tiene lugar la vida de los Simon a mediados del siglo XIX.

Heribert Dämgen fue uno de los impulsores de que el auténtico escenario cinematográfico fuera conservado también después del rodaje: las vigas marrones oscuras de las casas de entramado, el fogón abierto con ollas de hierro ennegrecidas por el hollín, las flores pintadas como sencilla decoración de las paredes. Hoy es un lugar del recuerdo ya casi mágico. Cuando Dämgen habla sobre su tierra, sin embargo, solo cuenta el presente: sus amigos, los campos, prados y bosques. Y los manzanos delante de la puerta de su casa: “Las manzanas pueden ser moteadas y saber ácidas, pero cuando una me sonríe, me la como. ¿Quién lo puede hacer hoy?” ▪