Los castillos reales bávaros son Patrimonio de la Humanidad
Sueños de piedra: Neuschwanstein, Linderhof y Herrenchiemsee, los castillos del rey Luis II de Baviera. La UNESCO ha declarado estos magníficos edificios Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Los amantes de la arquitectura con interés por la historia y los románticos disfrutarán sin ninguna duda: Neuschwanstein, Linderhof y Herrenchiemsee son los tres castillos que se encuentran en Baviera y que pertenecieron a un mismo rey: Luis II de Baviera. Estos magníficos edificios cautivan a millones de personas de todo el mundo. Ahora, la UNESCO ha concedido a estos castillos reales el mayor honor distinguiéndolos como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Neuschwanstein: el castillo de cuento de hadas mundialmente famoso
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Abrir declaración de consentimientoEn lo alto de los Alpes se alza Neuschwanstein, uno de los castillos más famosos del mundo. Incluso Walt Disney se inspiró en sus torres y almenas para crear su icónico castillo de la Bella Durmiente. Pero quien hoy entra en su interior descubre algo más que un fantástico escenario: la pasión de Luis II por las leyendas alemanas, la Edad Media y la ópera romántica se refleja en las pomposas estancias. Por cierto, el castillo nunca se terminó. Se planificaron 200 habitaciones, pero solo se construyeron 20. Luis II de Baviera, conocido en Alemania como “el rey de los cuentos de hadas”, murió en 1886, antes de que se completara la construcción.
Linderhof: un pequeño Versalles en los Alpes

Escondido en el valle de Graswang se encuentra el más pequeño, pero sin duda el más personal, de los castillos reales: Linderhof. Fue el único que terminó de construirse durante la vida del monarca, quien pudo verlo poco antes de morir. Inspirado por el Rey Sol, Luis XIV de Francia, Luis II mandó construir aquí un Versalles en miniatura, con sala de los espejos, interior rococó, un magnífico jardín, juegos de agua y un parque exótico. Aquí las y los visitantes encontrarán el Pabellón Morisco —un cenador de jardín—, la Casa Marroquí y una cueva de estalactitas artificial, la Gruta de Venus. Luis II mandó recrear escenas de la ópera Tannhäuser de Richard Wagner, con un lago artificial, un barco de conchas e iluminación eléctrica generada por máquinas dinamo.
Herrenchiemsee: el último sueño de Luis II

En medio del lago Chiemsee, en la isla Herreninsel, se alza Herrenchiemsee, el proyecto más ambicioso del rey. Versalles fue también aquí el modelo a seguir, pero Luis II no quería copiarlo, sino superarlo: su palacio debía ser aún más grande y más suntuoso. Los magníficos salones, como la sala de los espejos, de más de 90 metros de largo, dan testimonio del esplendor barroco y del deseo de Luis II de quedar definitivamente inmortalizado. La construcción costó una fortuna, más de 16,5 millones de marcos oro, más que Neuschwanstein y Linderhof juntos. Al recorrer la pomposa escalera hacia el dormitorio de aparato, se contempla un testimonio histórico de la megalomanía monárquica; y precisamente por eso merece la pena visitar el castillo.