Donde la Antigüedad cobra vida
Ya sea un sarcófago o la diosa Artemisa – los restauradores se encargan de preservar esculturas con miles de años de historia. Una visita a su taller.

En Berlín hay un lugar donde auténticas joyas del arte permanecen ocultas tras puertas cerradas. De estas piezas únicas se encarga Wolfgang Maßmann, restaurador jefe de la Colección de Antigüedades de los Museos Estatales de Berlín. Trabaja codo a codo con su colega Nina Wegel en el Centro Arqueológico, situado justo al lado de la Isla de los Museos. Aquí se almacenan objetos de piedra, en su mayoría esculturas, procedentes de distintas épocas del arte antiguo, y también se encuentra el taller de restauración.
En medio del taller hay un sarcófago abierto, que recuerda a una bañera de piedra. "Este tendrá que esperar hasta después de la exposición", comenta Maßmann al pasar. Se dirige a la colección de estudio dedicada a la escultura. En estanterías de tres metros de alto se suceden, una tras otra, cabezas de mármol de épocas antiguas. Sobre palés reposan torsos sin nombre ni extremidades, junto a esculturas de dioses antiguos a tamaño real. Cada pieza está registrada con todo detalle. En el Centro Arqueológico se guarda solo una mínima parte – la Colección de Antigüedades alberga en total cerca de 27.000 piezas de piedra. Una parte se expone en los museos; muchas otras, sobre todo elementos arquitectónicos, están guardadas en un almacén exterior.
Restauración de una escultura – la “Artemisa Colonna”
En la colección de estudio de escultura, la “Artemisa Colonna” – una representación de la diosa de la caza – aguarda su turno para salir a escena. Con motivo de la exposición Grundstein Antike. Berlins erstes Museum (Los cimientos de la Antigüedad. El primer museo de Berlín), que estará abierta hasta mayo de 2026, podrá verse la “Artemisa Colonna”. Después, está previsto que pase a formar parte de la colección permanente. La escultura es una de las piezas que se exhibieron por primera vez en la Isla de los Museos hace casi 200 años. En 1830 se inauguró el Museo Real, hoy Altes Museum, con su primera exposición abierta al público. “Esta plaquita de porcelana es una de las pruebas de que la ‘Artemisa Colonna’ estuvo entre las primeras obras expuestas”, señala Maßmann, señalando el pedestal. Sobre ella, una pequeña placa con el número 32, escrito con una elegante caligrafía ornamentada.

El equipo de Wolfgang Maßmann ha preparado la “Artemisa Colonna” para esta exposición. Durante una restauración realizada hace unos años, se reconstruyeron en mármol los dedos que le faltaban. Eso es algo que los restauradores hacen hoy en día en contadas ocasiones, subraya Maßmann. “Sin embargo, en el Barroco y el Clasicismo era habitual que los escultores completaran las esculturas. A veces incluso se intentaba trabajar el mármol con herramientas para imitar la superficie rugosa y erosionada de las piezas antiguas.”
Primero, observar con atención

Wolfgang Maßmann también recurre ocasionalmente a herramientas como cinceles de punta, de diente o de golpeo. En el taller hay un armario repleto de herramientas de todo tipo. “Antes de realizar cualquier intervención en una pieza”, señala la restauradora Nina Wegel, “tenemos que conocer a fondo todos sus detalles, particularidades y posibles complicaciones”. En un primer examen, los restauradores observan ante todo: ¿La estructura de la piedra está intacta o presenta porosidad? ¿Cuál es el estado del material adhesivo o de los pasadores que mantienen ensamblada la escultura? “Cuando los pasadores son de hierro, la corrosión puede generar fisuras en el mármol y comprometer su estabilidad. En el peor escenario, se pueden desprender fragmentos de mayor tamaño – como brazos o pliegues del ropaje – e incluso la escultura entera podría venirse abajo. Evitar que eso ocurra y vigilarlo de forma continua forma parte de nuestro trabajo”, explica Maßmann.
Hay trabajos que requieren varios meses de dedicación.
En el taller de restauración de piedra del Centro Arqueológico cuentan con distintos materiales de conservación y pigmentos destinados a prevenir ese tipo de deterioro. En una estantería se acumulan botes de plástico llenos de materiales que recuerdan a polvos, con distintos colores y granulometrías: desde uno amarillo etiquetado como “harina de arenisca” hasta otros llamados “mármol rosa coral” o “tiza champán”. Tubos de color, mazos de madera, pinceles y sustancias aglutinantes también están listos para su uso. “Para cada pieza elaboramos un plan específico de restauración y documentación”, afirma Wegel. En muchos casos, los restauradores trabajan durante semanas o incluso meses en una misma obra. Tras décadas de experiencia, Wolfgang Maßmann sigue sintiendo la misma pasión por trabajar tan a fondo en una escultura: “Trabajar con estas piezas es siempre algo muy especial, único, y te llena de satisfacción.”