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El renacimiento de los centros urbanos históricos

¿Demoler o reconstruir? Ciudades alemanas optaron durante mucho tiempo por la maquinaria de demolición. Pero eso ha cambiado. 

12.06.2018
Fráncfort: El casco antiguo fue reconstruido en 2018.
Fráncfort: El casco antiguo fue reconstruido en 2018. © dpa

Mucho hormigón y duros cantos: el aspecto exterior de numerosos centros históricos refleja la estrategia que durante muchos años se siguió en Alemana en relación con edificios destruidos o en ruinas. El desarrollo urbano y la protección del patrimonio cultural no siempre fueron de la mano. Aquí explicamos por qué ahora se vuelve a cuidar la herencia cultural. 

Lo más moderno posible

Desde fines de la Segunda Guerra Mundial, en Alemania se ve con recelo lo “étnico”. Envenenado por la ideología nazi, ese concepto se transformó en enemigo de la Ilustración. Ello se manifiesta muy drásticamente en la arquitectura. La arquitectura alemana de posguerra, que marcó la reconstrucción del país destruido por la guerra, se orientó no solo por lo técnico y práctico, sino que fue también una lucha cultural contra el aspecto urbano del viejo Estado, que tanto inconcebible dolor causó al mundo. 

Modernidad de posguerra en Fráncfort: edificio Technisches Rathaus
Modernidad de posguerra en Fráncfort: edificio Technisches Rathaus © dpa

La reconstrucción de barrios destruidos por la guerra o edificios simbólicos se transformó en un tabú, incluso cuando los países vecinos, que también habían sufrido las consecuencias de la guerra, repararon sus antiguas edificaciones lo mejor posible o las reconstruyeron en el viejo estilo. En Alemania, los planificadores urbanos aprovecharon la tabla rasa dejada por las bombas para construir en un estilo ultramoderno. 

Nuevas añoranzas de identidad local

Ese trasfondo ayuda a comprender por qué debió pasar medio siglo hasta que hoy, una nueva generación de urbanistas se anime a construir en el viejo estilo. También la enorme expansión del lenguaje de formas de la arquitectura moderna y su triste resultado en las ciudades, que cada vez se parecen más entre sí, fortaleció las añoranzas de mayor variedad e identidad local. 

Palacio Real de Berlín y Foro Humboldt

La reconstrucción del Palacio Real de Berlín con la antigua fachada y un moderno interior que albergará al Foro Humboldt se discute todavía en Alemania como la violación de un tabú. Pero en otros países, proyectos de reconstrucción cuentan con gran aprobación. Muchos urbanistas reconocen que las cualidades de las antiguas ciudades, con edificios pequeños, calles concurridas y una arquitectura cambiante, son una eficaz medicina contra las grandes estructuras edilicias con las que solo se busca maximizar las ganancias. 

Berlín: Palacio Real y Foro Humboldt
Berlín: Palacio Real y Foro Humboldt © dpa

Fráncfort, Lübeck y Dresde reviven lo antiguo

Fráncfort del Meno acaba de rehacer su casco antiguo en ese nuevo espíritu. Lübeck reconstruye su barrio histórico fundacional sobre la base de la estructura de la ciudad medieval. Y Dresde reconstruyó la Iglesia de Nuestra Señora. El principio básico: las construcciones clave son reproducidas lo más fielmente posible al original. Los vacíos entre ellas son llenados con interpretaciones modernas de edificios de estilo antiguo. 

Dresde: reconstrucción de la Iglesia de Nuestra Señora
Dresde: reconstrucción de la Iglesia de Nuestra Señora © dpa

La liberación del ángulo recto

La exigencia de utilizar el ángulo recto está todavía muy enraizada en la patria de la Bauhaus. En los proyectos de reconstrucción, sin embargo, se retorna a lo lúdico. De pronto, cada casa posee nuevamente su propia personalidad y se distingue claramente de las otras en la silueta urbana. Elementos rechazados en la arquitectura moderna, tales como saledizos, tejados a dos aguas, paredes de entramado, arcadas y postigos, son redescubiertos como elementos revitalizantes del paisaje urbano.  

Reconstrucción a mano de ornamentos históricos
Reconstrucción a mano de ornamentos históricos © dpa

Durante cien años, la teoría de la arquitectura moderna afirmó con éxito ser la que proporciona a todos los seres humanos las mismas posibilidades. Pero las añoranzas de terruño e identificación personal con los lugares conocidos han quedado. Los cascos antiguos reconstruidos en Fráncfort y Dresde atraen a visitantes de todo el mundo, que nunca hubieran puesto un pie en un barrio residencial moderno, tan aburrido como en casa. No son visitantes de un “Disneyland”, como descalifican algunos arquitectos modernos a esos barrios. El recuerdo de las cualidades de la ciudad premoderna es, por el contrario, una prueba de las competencias de los ciudadanos y los visitantes, que reconocen perfectamente cuál es la esencia de una ciudad viva y variada.

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