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Un aula en la naturaleza

En México, un proyecto “One Health” a gran escala permitió recabar información sobre cómo ecosistemas intactos pueden prevenir futuras pandemias.

Entrevista: Sandra Weiss, 30.01.2023
Explorar y proteger el propio entorno.
Explorar y proteger el propio entorno. © picture alliance/Paco Navarro

Proteger mejor la naturaleza y, por tanto, la propia salud: más de 41.000 alumnos de cuatro estados mexicanos han aprendido a hacerlo desde el comienzo de la pandemia de coronavirus. El marco fue un programa educativo diseñado por la Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) GmbH en nombre del Ministerio Federal Alemán de Cooperación Económica y Desarrollo (BMZ). La directora del proyecto, Ariadna Salvatierra García, sobre la idea y su puesta en práctica.

 

Ariadna Salvatierra García, jefa de proyecto de la GIZ en México
Ariadna Salvatierra García, jefa de proyecto de la GIZ en México © privat

Sra. Salvatierra García, el proyecto se desarrolló con el enfoque "One Health". ¿Qué significa?

El enfoque se basa en el hecho de que los ecosistemas intactos y la salud de las personas y los animales dependen unos de otros y se influyen mutuamente. El concepto cobró mayor atención con la pandemia de covid-19 y el problema de las zoonosis, es decir, las enfermedades infecciosas que pueden transmitirse de animales a humanos.

Los límites de los hábitats humanos y animales se superponen cada vez más.
Ariadna Salvatierra García, jefa de proyecto de la GIZ

Durante la pandemia de coronavirus se amplió un proyecto ya existente para proteger la biodiversidad en México. ¿En qué consistió?

Ya desde 2018 existía un proyecto para proteger la biodiversidad en el Eje Neovolcánico. Alrededor de 30 millones de personas viven en esa región volcánica del centro de México. Es la zona más densamente poblada del país. Las aglomeraciones de Ciudad de México, Toluca y Cuernavaca ejercen una gran presión sobre el medio ambiente, especialmente sobre las más de 140 reservas naturales de la cuenca. Eso se ha visto agravado por la pandemia, ya que cada vez más gente de la ciudad busca esparcimiento en la naturaleza. Los límites entre los hábitats humano y el animal se superponen cada vez más. Eso plantea una serie de riesgos, entre ellos las amenazas a la biodiversidad y las enfermedades zoonóticas.

Paisaje del área protegida Barranca de Metztitlán
Paisaje del área protegida Barranca de Metztitlán © Daniel de la Torre-Bueno/GIZ

¿Cómo se integró la dimensión " One Health " en el programa existente?

La educación ambiental de niños y jóvenes ya era un componente importante, gracias a nuestra asociación con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP). Junto con el Ministerio de Educación mexicano y la CONANP, habíamos desarrollado un programa y formado a profesores. Luego, durante la pandemia, pedimos a la ONG local Ecology Project International que desarrollara un complemento en relación con One Health. Fueron condiciones ideales para llegar a mucha gente en muy poco tiempo.

¿Cómo son las clases con el enfoque de One Health?

Es muy lúdico. Por ejemplo, una de las tareas consiste en ir a su propio jardín y anotar qué animales y plantas hay allí. Si los niños no pueden identificar todas las plantas, le preguntan los nombres a sus padres y abuelos. Sobre esta base, la clase crea una visión general de la flora y la fauna de la región. A los alumnos mayores se les enseña a hablar en público y a hacer presentaciones. Se les pidió que informaran a sus vecinos sobre qué significa vivir en una reserva natural. También aprendieron a tomar correctamente la temperatura y a interpretar gráficos sobre la evolución de covid-19.

 

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¿Cuáles fueron los desafíos?

Como el programa se puso en marcha durante la pandemia, al principio fue virtual. Pero debido a algunas aldeas tenían problemas con internet, tuvimos que idear algo diferente: formamos a personas de contacto locales para los alumnos, que también disponían del material necesario, como hojas de trabajo y lupas para observar insectos.

 

Los alumnos comentaron en clase sus observaciones de la naturaleza.
Los alumnos comentaron en clase sus observaciones de la naturaleza. © Daniel de la Torre-Bueno/GIZ

 ¿Cómo recibieron el programa los docentes?

Participaron en el desarrollo del programa para que se integrara perfectamente en el plan de estudios existente. Ese fue, sin duda, un motivo importante de la buena acogida. El proyecto terminó oficialmente en octubre de 2022, pero muchos profesores continúan con el tema e incluso forman a colegas de otros países.

¿Continuará el programa?

Esperamos que siga extendiéndose por todo México. Recientemente dimos a un grupo de maestros de todo el país un curso sobre cómo usar los materiales. Y la GIZ está utilizando el programa como modelo para proyectos similares en América Central. Colegas de Guatemala, por ejemplo, están trabajando actualmente con él.   

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