Ir al contenido principal

Dictadura y democracia en la era de los extremos

Momentos claves de la historia de Europa en el siglo XX

11.06.2014
© picture-alliance/akg-images - Verdun

Panorama de un siglo de historia: “Dictadura y democracia en la era de los extremos” se llama la exposición que el Instituto de Historia Contemporánea de Múnich, Deutschlandradio Kultur y la Fundación para el Estudio de la Dictadura del SED editaron conjuntamente con ocasión de los aniversarios que se cumplen en 2014. En la exposición “Dictadura y democracia en la era de los extremos” se describe el siglo XX en 
Europa como dramático enfrentamiento entre la libertad 
y la tiranía, la democracia y la dictadura. La exposición invita a una reflexión histórica, como desafío central del año 2014. Exhibidas son numerosas fotos de archivos europeos. Autores de la muestra son el Prof. Dr. Andreas Wirsching, director del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich y su colega Dra. Petra Weber. Curador fue el Dr. Ulrich Mählert, de la Fundación para el Estudio de la Dictadura del SED. La radio Deutschlandradio Kultur aportó 25 audiodocumentos históricos, que pueden ser escuchados a través de códigos QR. La exposición es mostrada en el correr del año en 3 000 localidades en Alemania y el exterior. En febrero fue exhibida en el Ministerio de Relaciones 
Exteriores de Alemania, en Berlín. Con la amable autorización de los editores imprimimos en las siguientes páginas los textos esenciales de la exposición, que proporcionan un panorama compacto de la historia de los últimos cien años, con el foco puesto sobre todo en Alemania y Europa. Los carteles en alemán que conforman la exposición pueden ser solicitados a la Fundación para el Estudio de la Dictadura del SED a un costo de 50 euros más gastos de franqueo. Textos en más de diez idiomas para imprimir son puestos gratuitamente a disposición de las instituciones culturales en otros países.

www.bundesstiftung-aufarbeitung.de/ausstellung2014

La “catástrofe originaria” del siglo XX

1914

El 28 de junio de 1914 fue asesinado en Sarajevo el heredero al trono austro-húngaro. El atentado provocó una 
escalada diplomática y una dinámica militar propia. Alemania, que pretendía alcanzar rango de potencia mundial, tuvo una parte muy importante de responsabilidad. Así fue como estalló la Primera Guerra Mundial, en la que Alemania, Austria-Hungría, Bulgaria y el Imperio Otomano se enfrentaron a casi todos los países de Europa y más tarde también a los Estados Unidos de América. El movimiento obrero europeo, que ya había 
advertido de la inmediatez de la guerra, poco pudo influir en lo que estaba aconteciendo. Alemania quería hacerse con la hegemonía de la Europa continental y planeaba anexiones a gran escala sobre todo en la parte oriental.

Pero las demás grandes potencias europeas también tenían aspiraciones imperiales en la guerra. Cuando en el mismo 1914 el frente occidental se estancó en una guerra de trincheras que acabó convirtiéndose en una carnicería homicida, la exaltación bélica inicial dio paso al desencanto en todos los bandos. En 1916 más de 1,5 millones de personas perdieron la vida tan solo en la ofensiva de Verdún y el Somme. La Primera Guerra Mundial fue la primera guerra industrial librada en Europa en la que se emplearon ametralladoras, tanques, aviones y submarinos, lanzallamas y gas venenoso para acabar masivamente con vidas humanas. Murieron cerca de nueve millones de soldados. Nunca antes una guerra en Europa se había cobrado tantas víctimas civiles: se estiman en seis millones. La traumática experiencia de la guerra marcaría a la población de forma duradera y se convertiría en una pesada carga para la Europa de la posguerra.

El comienzo de una nueva era

1917

Los Estados Unidos entraron en la contienda en abril de 1917, después de que Alemania hubiera reanudado en el Atlántico la guerra submarina sin restricciones, que ya en 1915 se había cobrado la vida de ciudadanos estadounidenses. Los recursos prácticamente ilimitados de EE.UU. serían decisivos para las potencias occidentales en el transcurso de la guerra. El Presidente estadounidense Woodrow 
Wilson justificó la guerra como una batalla ideológica decisiva para la democracia y la libertad. Tras el derrocamiento del zar, a partir de marzo de 1917 también 
Rusia parecía haberse unido a esta lucha por la libertad. Pero ya en el mes de noviembre, los bolcheviques comunistas 
derribaron el gobierno provisional liberal mediante un golpe de Estado. Pese a la 
inmediata implantación de profundas reformas sociales y la promesa de una pronta firma de la paz, en las elecciones a la Asamblea Constituyente de noviembre de 1917 los bolcheviques obtuvieron tan solo un cuarto de los votos de los electores. 
Acto seguido, los bolcheviques disolvieron la Asamblea Constituyente y establecieron una dictadura comunista a las órdenes de Lenin. Así estalló una sangrienta guerra civil que duró cuatro años y que los bolcheviques lograron ganar pese a la intervención de las potencias occidentales. No obstante, su esperanza de que la chispa de la revolución se propagara hasta Occidente no llegaría a hacerse realidad pese a los primeros indicios. La aparición de los EE.UU. en la escena política europea y el ascenso al poder de los comunistas en 
Rusia, mitificado como la Revolución de Octubre, provocaron una fractura histórica que llevaría en germen la posterior confrontación de bloques de la Guerra Fría.

Cambio revolucionario en Alemania

1918

En el verano de 1918 la derrota de Alemania era inevitable. La paz firmada en marzo con Rusia tampoco cambió la 
situación. A fin de mejorar las condiciones de paz, el mando militar impulsó la transición a una monarquía parlamentaria. En octubre, ante una inminente nueva campaña de la marina de guerra, se amotinaron los marineros. Esa fue la señal para la revolución, que el 9 de noviembre llegó a Berlín. Ese mismo día se proclamó la República y Guillermo II se vio obligado a abdicar. 

El Presidente del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), Friedrich Ebert, se convirtió en Canciller del Imperio. De tal forma que quienes firmaron el armisticio el 11 de noviembre no fueron los que habían desatado y librado la guerra, sino los demócratas. La posición respecto a la guerra había escindido a la socialdemocracia. En 1918 el SPD defendió la democracia parlamentaria, rechazando la instauración de la “dictadura de consejos” que promovería el Partido Comunista Alemán (KPD), fundado el 1 de enero de 1919. En febrero se reunió la Asamblea 
Nacional constituyente en Weimar. La primera democracia alemana adoptó el nombre de la ciudad que albergó las sesiones.


Desde sus inicios tuvo que encajar duros ataques: El gobierno 
dirigido por los socialdemócratas recurrió a la fuerza militar para aplacar los intentos de golpe de Estado de los radicales de izquierda y las huelgas masivas. Al socaire de los acontecimientos, unidades de tropa de extrema derecha intentaron una contrar­revolución. Contaban con la abierta simpatía de los nacionalistas y conservadores, que habían negado su voto a la Constitución. Tras 
el golpe de Estado reaccionario de Kapp-Lüttwitz en marzo de 1920, los demócratas tuvieron serias dificultades para afianzarse.

Un orden de 
paz frágil

1920

Aunque el alto el fuego imperaba en Europa desde noviembre de 1918, la firma de los tratados de paz no concluiría hasta agosto de 1920. Estos tratados, suscritos en varias localidades a las afueras de París, transformaron el mapa de Europa. Polonia recuperó, al cabo de 123 años, la ansiada independencia nacional; las repúblicas bálticas, Checoslovaquia 
y Yugoslavia fueron reconocidas como nuevos Estados. Por otro lado, se disolvió la monarquía de los Habsburgo, Hungría perdió una tercera parte de su territorio. El Imperio Otomano quedó desmembrado. En virtud del Tratado de Versalles, del 28 de junio de 1919, Alemania se vio obligada a entregar sus colonias y casi una quinta parte de su territorio. Su ejército se vio limitado a 100.000 soldados profesionales. Además se obligó al Imperio Alemán a pagar elevadas reparaciones de guerra, al considerarse que él y sus aliados habían sido los únicos responsables de la contienda. Este duro acuerdo de paz causó indignación entre los países vencidos, sobre todo en Alemania. Los partidos de la democracia de Weimar, que tuvieron que suscribir este tratado en calidad de liquidadores del Imperio, fueron tachados de “Novemberverbrecher” (criminales de noviembre) 
y “Vaterlandsverbrecher” (traidores a 
la patria). Con la firma del Tratado de 
Versalles se refrendaron también los estatutos de la Sociedad de Naciones. Pero este organismo fundado en 1920 y al que Alemania se adhirió en 1926 no llegó a cumplir su cometido pacificador. No consiguió frenar la política hegemónica de las grandes potencias europeas ni resolver los conflictos en los nuevos Estados multiétnicos.

La Unión Soviética de Stalin

1921

Tras ganar la Guerra Civil Rusa, los bolcheviques trataron de reanimar la economía destruida. La hambruna rusa de 1921–1922 se saldó con cerca de cinco millones de muertos. Para asegurar el poder del partido, Lenin autorizó durante un tiempo la aplicación de estímulos a la economía privada. Stalin, que tras el fallecimiento de Lenin en 1924 fue imponiendo gradualmente su autocracia, anunció la construcción del “socialismo en un solo país”. 

Paralelamente, a través de la Internacional Comunista, dirigió los partidos comunistas de todo el mundo, cuya política estuvo sometida a Moscú desde mediados de los años veinte. Con su 
poder dictatorial y un ejército de trabajadores forzados, Stalin puso en marcha la industrialización del atrasado país agrario. 
A partir de 1929, en el curso de la colectivización forzosa, sobre 
todo los kulaks (agricultores por cuenta propia) fueron deportados a un sistema de campos de trabajo en permanente expansión, lo que más tarde vendría a denominarse archipiélago Gulag. Stalin dio por descontadas las consecuencias: aproximadamente seis millones de personas perdieron la vida durante la nueva hambruna de 1932–1933. A partir del otoño de 1936 Stalin desató el “Gran Terror”, acompañado de “purgas étnicas”, dirigidas especialmente contra su propio partido y las élites soviéticas, las cuales fueron perseguidas arbitraria y despiadadamente. Por medio de la ideología y el terror se pretendía formar al “hombre nuevo” e imponer la transición al socialismo, para finalmente implantar el comunismo.


MEMORIAL, organización rusa defensora de los derechos humanos, estima que hasta 1953, el año de la muerte de Stalin, la 
cifra de presos políticos se elevó, por lo menos, a cinco.

La democracia en retirada

1926

Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial no solo aumentó el número de Estados en Europa. La guerra también parecía haber preparado el terreno para la implantación de la democracia, puesto que la mayoría de estos 
Estados tuvieron inicialmente gobiernos democráticos. Pero las jóvenes democracias padecieron tanto las penurias de la posguerra como la falta de experiencia democrática y la debilidad de sus instituciones democráticas. Así fue como surgieron los conflictos de minorías sobre todo en Europa Central y Oriental y Europa 
Sudoriental. La discriminación era el pan 
de cada día. Más de una quinta parte de la población de Checoslovaquia eran alemanes. En Polonia, los ucranios, alemanes y judíos polacos constituían grandes estratos de población. Debido a la inestabilidad política, el mariscal Józef Piłsudski llegó al poder en 1926 tras un golpe de Estado militar. Los conflictos que se desarrollaron en Yugoslavia entre serbios ortodoxos y croatas católicos alcanzaron tal fuerza explosiva que el rey Alejandro I decidió instaurar una dictadura militar después de que un diputado serbio diera muerte a tiros a tres mandatarios croatas. En Hungría, tras el sangriento derrocamiento de la dictadura comunista de Béla Kun, Miklós Horthy instauró un régimen autoritario que mantuvo los privilegios de la nobleza y los terratenientes y restringió notablemente el derecho a voto, mientras que el antisemitismo campaba a sus anchas. La pérdida de territorios a la que Hungría tuvo que resignarse por el Tratado de Trianon se mistificó como trauma nacional. La democracia tampoco duraría mucho en los Estados bálticos recién restablecidos. Así, Lituania estuvo dirigida por un gobierno autoritario desde 1926, misma suerte que correrían Estonia y 
Letonia a partir de 1934.

>>

© „Diktatur und Demokratie im ­Zeitalter der Extreme“, Bundesstiftung zur Aufarbeitung der SED-Diktatur www.bundesstiftung-aufarbeitung.de/ausstellung2014