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Hans-Dietrich Genscher sobre los refugiados en la embajada en Praga

Un dossier sobre el 25 aniversario de la caída del Muro. En la parte 13, el exministro alemán de Relaciones Exteriores Hans-Dietrich Genscher recuerda los sucesos de entonces.

29.08.2014
picture-alliance/Eventpress Stauffenberg - Hans-Dietrich Genscher
picture-alliance/Eventpress Stauffenberg - Hans-Dietrich Genscher © picture-alliance/Eventpress Stauffenberg - Hans-Dietrich Genscher

Ante la embajada alemana en Praga se desarrollaron en el verano de 1989 conmovedoras escenas. Unos 4.500 ciudadanos de la RDA se habían refugiado en los jardines de la embajada y exigían su salida de la RDA. El 30 de septiembre, Hans-Dietrich Genscher, por entonces ministro de Relaciones Exteriores de la República Federal de Alemania, salió al balcón de la embajada y les habló.  

Sr. Genscher, su frase “Hemos venido para comunicarles que su salida…” se diluyó en medio de la algarabía general y permanece inolvidable. ¿Intuyó cuán históricas eran esas palabras?
Presentimos que la apertura de los portones de la embajada iba a ser un suceso de enorme importancia. Aún 20 días antes, el Gobierno de la RDA había protestado airadamente contra la apertura de la frontera por parte del Gobierno de Hungría. Los sucesos en la embajada en Praga supusieron un giro radical.  Retrospectivamente puede decirse que la gente en el jardín de la embajada tomó su destino en sus propias manos y escribió historia.

¿Cómo experimentó el estado de ánimo de la gente que esperaba una solución?

La atmósfera era tensa. ¿Qué nos dirá?, se preguntaban. La frase salvadora de la salida era esperada e incluso muchos contaban firmemente con ello. Cuando dije, sin embargo, que los trenes iban a atravesar la RDA, el estado de ánimo se ensombreció. Nuevamente quedaron de manifiesto todo el rechazo y la decepción en relación con un Gobierno al que la gente incluso creía capaz de que no cumpliera con su palabra.

“Los trenes fueron como antorchas de la libertad”

¿Cuán difíciles fueron las negociaciones que llevó a cabo anteriormente al margen de la Asamblea General de la ONU en Nueva York?

Nuestros amigos nos comprendieron y apoyaron. Muy humana fue la reacción de Eduard Shevardnadze, el por entonces ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética. También me impresionó la reacción de Oskar Fischer, ministro de Relaciones Exteriores de la RDA, que se esforzó por hallar una solución. Fischer, sin embargo, solamente podía realizar sugerencias al nivel máximo de Gobierno de la RDA. No estaba autorizado a decidir solo. Finalmente –para salvaguardar la soberanía de la RDA– propuse, como una de dos soluciones posibles, que funcionarios consulares de la RDA quitaran en nuestra embajada a los refugiados la ciudadanía de la RDA. La segunda posibilidad: que los trenes atravesaran la RDA. De esa forma, los refugiados volvían, por lo menos por unas horas, a territorio de la RDA. Que el Gobierno de la RDA se decidiera por la segunda posibilidad demuestra su falta de realismo: los trenes no daban la impresión de ser un medio de transporte de fugitivos, sino antorchas de la libertad.

A menudo se escucha decir que la juventud de hoy sabe demasiado poco sobre la historia de las dos Alemanias. ¿Existe 25 años después de la caída del Muro un déficit de conciencia histórica?
No comparto esa opinión. Visito a menudo escuelas y universidades. Allí me encuentro con una juventud muy interesada por la historia, que intenta entender qué sucedió en esos tiempos. Puede ser que alguna gente de mayor edad no comprenda los planteamientos. En la mayoría de los casos se debe a que habían aceptado el Muro sin entender que no solo se trataba de una división estatal, sino de un sí o un no a la libertad y la dignidad humana. Es de esperar que el análisis crítico de esa parte de nuestra historia agudice la conciencia sobre la importancia del artículo 1 de nuestra Constitución: “La dignidad del ser humano es intangible”.

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