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Henriette Kolb del Banco Mundial

En la serie de deutschland.de "En misión", embajadores y altos funcionarios alemanes en organizaciones internacionales informan sobre su labor. 12ª parte: Henriette Kolb, directora de la Secretaría de Cuestiones de Género de la Corporación Financiera Internacional (IFC) del Banco Mundial, Washington D.C.

14.07.2015
© Privat - Henriette Kolb

¿Cómo describiría su trabajo?, ¿cuál es su tarea?

Mi trabajo es polifacético y fascinante. Mi tarea principal es desarrollar enfoques para lograr iguales posibilidades de trabajo de mujeres y hombres en el sector privado. En relación con eso no existen aún muchos planteamientos amplios. ¿Qué significa concretamente? Actualmente, por ejemplo, preparamos un informe que por primera vez analiza qué dimensiones tendrá la participación de mercado de las mujeres en el sector de los seguros en el año 2030. En el informe, que será publicado en septiembre de 2015, explicamos qué pueden hacer las aseguradoras, particularmente en los países emergentes, para asegurar mejor a las mujeres y sus familias. Con eso queremos lograr que las mujeres puedan gestionar mejor sus riesgos privados y profesionales, contribuyendo así al crecimiento.

El trabajo con clientes de la IFC tiene como objetivo aumentar el porcentaje de mujeres en las direcciones de empresas y percibir a las mujeres como segmento de clientes con considerable poder adquisitivo, ya sean empresarias o empleadas. El Global Gender Gap Report 2014 del Foro Económico Mundial mostró cuánto hay todavía por hacer en el área de la inclusión económica explícita de las mujeres. Cada vez más empresas reconocen hoy que sin una estrategia de género dejan inutilizadas muchas posibilidades. Por otra parte, una creciente participación en el sector privado ofrece a las mujeres la posibilidad de mayores ingresos, una mejor educación y mejor salud para sus familias. Se benefician ambas partes y las sociedades.

La IFC apoya el crecimiento del sector privado en países en desarrollo. ¿Qué aporta Alemania a ese tema y a la organización?

Alemania es uno de 188 países miembros del Grupo del Banco Mundial y está representada en el directorio con una voz. Más allá de la suscripción de capital, Alemania conforma las áreas temáticas del Grupo del Banco Mundial también con su política de personal. Eso se implementa, por ejemplo, a través de diversos programas de envío de funcionarios. Un ejemplo: Alemania da a personas que se inician en su profesión la oportunidad de recoger experiencias multilaterales en el marco del Professional Programme. Yo tengo la gran suerte de beneficiarme de ello. El intercambio de conocimientos entre organizaciones bilaterales y multilaterales es insustituible a efectos de resolver conjuntamente problemas globales. Eso vale muy particularmente para el área de género. El Grupo del Banco Mundial está desarrollando actualmente una estrategia de género. En el proceso de consultas confluyen las experiencias de los países miembros y además desarrollamos un intenso intercambio con el Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo y el Ministerio de Relaciones Exteriores.

¿Cómo hay que imaginarse sus tareas cotidianas? y ¿qué estima personalmente de su sede en Washington D.C.?

La jornada laboral es muy variada y larga. Estoy permanentemente en diálogo directo con nuestros clientes, colaboradores y la dirección del Grupo del Banco Mundial, así también como con socios externos. Las actividades van desde el desarrollo de estrategias, la innovación de productos, la investigación, la comunicación y la formación de colegas hasta el aprendizaje permanente. ¿Qué existe ya?, ¿qué tiene éxito en el mercado?, ¿de qué se puede aprender?, ¿dónde hay huecos de mercado? Nuestro Banking on Women, por ejemplo, desarrolló programas en cuyo marco hoy se prestan a bancos 800 millones de dólares para que los pasen como créditos a pequeñas y medianas empresas de mujeres. También asesoramos a bancos directamente para que contraten a más mujeres y ganen más clientas. Viajo relativamente mucho, pero también tengo colaboradores en las regiones. Se pueden desarrollar globalmente ideas de nuevos productos, pero estas deben naturalmente ser adecuadas al contexto local y probadas localmente.

Me agrada mucho vivir en Washington, porque la política me fascina y puedo experimentar de primera mano la lucha electoral, que aquí casi nunca hace una pausa. Quise vivir explícitamente en Estados Unidos, para descubrir el país de otra forma que a través de mis anteriores actividades en las Naciones Unidas en el Oriente Próximo. Hasta ahora he visto a Estados Unidos generalmente solo a través de la estrecha mirada de la política exterior y ahora tengo la oportunidad de mirar detrás de bambalinas. Lo hago asistiendo al Festival de Jazz de Nueva Orleans, a pequeños festivales “bluegrass” en Virginia, descubriendo poetas contemporáneos norteamericanos, como Mary Oliver y a través de mis actividades como voluntaria en un “food bank”.

¿Qué hace en su opinión atractiva una posición de responsabilidad en una organización internacional?

Estoy agradecida de haber podido trabajar para la Comisión de la UE en Tanzania, las Naciones Unidas en Jerusalén y de trabajar ahora para el Grupo del Banco Mundial en Washington. En cada papel, más allá de los fascinantes contenidos de trabajo, he estimado la posibilidad de trabajar junto con seres humanos de todo el mundo, reflexionar sobre mi persona y mi país y volver a descubrirlo a través de los ojos de otros. En mi opinión, sin embargo, también es importante interesarse por el país en el que se es huésped. Eso significa aprender su idioma, conocer su historia y participar de su presente. De lo contrario se corre peligro, como cosmopolita, de aislarse de los verdaderos problemas sociales en nuestro entorno inmediato.

Una y otra vez hay momentos en los que me pregunto cómo hubiera discurrido mi vida sin las 17 mudanzas. Pero estoy muy satisfecha con las experiencias que recogí en las diversas organizaciones y las duraderas amistades que me acompañan en mi viaje por la vida. Menos atractivo se ve el trabajo cuando en el siglo XXI aún debo explicar por qué las mujeres y los hombres deben tener los mismos derechos y posibilidades y por qué no tiene sentido ni económico ni social limitar los espacios de decisión de las mujeres.

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