Mechtild Rössler, Centro del Patrimonio Mundial
En la serie de deutschland.de "En misión", embajadores alemanes y altos funcionarios alemanes en organizaciones internacionales informan de su labor.
Sra. Rössler, cuando empezó usted hace 25 años en la UNESCO, había 241 sitios del patrimonio mundial. Hoy ya son más de 1000. ¿Cómo ha cambiado el trabajo del Centro del Patrimonio Mundial desde entonces?
Ha cambiado mucho porque tenemos cada vez más sitios con problemas en la Lista del Patrimonio Mundial. Algunos se encuentran en zonas de guerra o de conflicto, como en Siria, o han sido dañados por desastres naturales, como en Katmandú, Nepal. Por otra parte, cada vez tenemos menos recursos para ayudar a sitios. Los 192 Estados no aportan más que antes al Fondo del Patrimonio Mundial - un 1 por ciento de su contribución a la UNESCO - aunque el número de sitios del Patrimonio Mundial es cada vez mayor. Por desgracia, en la actualidad Estados Unidos no aporta ni a la UNESCO ni al Fondo del Patrimonio Mundial, porque Palestina fue admitida en la UNESCO y Belén fue aprobada en la lista del patrimonio mundial. Este dinero desde luego nos falta. Además, las nominaciones se han vuelto mucho más complejas y amplias.
Desde septiembre de 2015 usted es directora del Centro del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Su labor, en vista de estos problemas, ¿le produce más satisfacción o desazón? ¿Qué le causa mayor preocupación?
Mi función es una de las más bellas que se pueden tener: la protección del extraordinario patrimonio cultural y natural del mundo. Pero naturalmente tenemos muchas preocupaciones: el cambio climático, los desastres naturales, los enfrentamientos militares y los conflictos o la destrucción sistemática del patrimonio común de la humanidad por el terrorismo. Lo más dramático es que no somos capaces de cumplir localmente con el apoyo porque se carece de ayuda pública o privada. ¿Qué pensarán de nosotros las generaciones futuras si debemos hoy proteger el extraordinario patrimonio universal pero no podemos pagarlo?
En una conferencia internacional sobre la protección del patrimonio cultural sirio a principios de junio el año 2016, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania adoptó amplias medidas de emergencia para proteger el patrimonio sirio. ¿En qué medida está amenazado o dañado el patrimonio en Siria? ¿Y qué oportunidades ve usted?
Viajé personalmente a fines de abril a Siria junto con un pequeño equipo, para estudiar la situación in situ en Damasco y Palmira. Eso fue sin duda algo muy peligroso, pero necesario. La situación en Palmira es terrible en lo que se refiere al museo. Una bomba destrozó el edificio hasta los cimientos. Los objetos de arte fueron retirados del pabellón de Edad Antigua, poco antes de que llegara el llamado Estado Islámico (IS). Dos personas resultaron heridas. Las grandes estatuas tuvieron que quedarse. Sus cabezas fueron cortadas pero eso es relativamente fácil de restaurar. Sin embargo, todo el sótano está lleno de objetos secundarios y las labores de limpieza resultan difíciles porque se trata todavía de una zona en estado de guerra. El sitio arqueológico está razonablemente bien conservado y solo algunos elementos, como el arco del triunfo o el templo de Bel, fueron destruidos. En 2014 se celebró una gran conferencia sobre Siria en la UNESCO. La Conferencia de Berlín en junio de 2016 sirvió para actualizar el plan de acción, entre otras cosas con actividades concretas a corto, medio y largo plazo. Si el conflicto termina pronto, veo buenas oportunidades, porque la conservación del patrimonio mundial es importante para la población, su identidad y su futuro cultural, social y económico. Hay que tener en cuenta que Palmira era una atracción turística antes de la guerra. La ciudad de Palmira con 50.000 habitantes vivía directa o indirectamente de los ingresos derivados del patrimonio mundial.
¿Qué elementos de presión tiene usted para hacer valer sus intereses? ¿Y en qué medida han tenido éxito hasta el momento?
Tenemos muchas posibilidades, en primer lugar por la vía diplomática. Recordamos a los Estados las obligaciones que ellos han asumido cuando suscribieron la convención, como instrumento de derecho internacional: hacer todo lo posible para proteger ese patrimonio, no sólo en su propio territorio, sino también en otros Estados. En caso de problemas importantes en los sitios, el Comité puede enviar una misión de observación que ponen el sitio en la lista de lugares en peligro o que incluso lo apartan de la lista del patrimonio mundial, como fue el caso del Valle del Elba en Dresde. Sin embargo, esto es muy raro que suceda, ya que los Estados ven claramente los beneficios del patrimonio mundial: la pérdida del título supone para la mayoría no solo una enorme pérdida de prestigio, sino también un declive económico significativo, porque el título suele ser importante para el turismo y el desarrollo regional. Hemos tenido algunos logros en los cuales hemos podido participar: el territorio de El Vizcaíno, en México, fue protegido y no se llegó a construir una gran planta de extracción de sal. Tampoco se instaló una represa en Montenegro que hubiera puesto en peligro el Parque Nacional de Durmitor.
¿Cuántos sitios del patrimonio mundial ha visitado usted? ¿Y cuáles más le han impresionado?
Tendría que calcular de nuevo teniendo en cuenta los nuevos sitios declarados en 2016, pero supongo que alrededor del 60 al 70 por ciento, porque trabajo aquí desde hace 25 años en diferentes funciones. Me impresionaron sobre todo el cráter de Ngorongoro en Tanzania, las terrazas de arroz de Filipinas, Uadi Rum en Jordania, Angkor en Camboya y el parque nacional Uluṟu-Kata Tjuṯa en Australia. También he visitado extraordinarios sitios al que no puede llegar el ciudadano normal porque no hay casi acceso, como el San Kilda en el Atlántico Norte. A este archipiélago llegan solo científicos o militares. Me encantaría visitar la Isla de Henderson o la Isla de Gough en el Reino Unido, pero no he tenido tiempo hasta ahora. Para la Isla de Gough tendría que viajar seis semanas en barco. Pero a cambio voy a visitar próximamente por primera vez Bután, un país en el que no tenemos ni un solo sitio del Patrimonio de la Humanidad. Ahi se necesitará la ayuda de expertos, que nosotros facilitamos.