Rastreando huellas en Berlín-Mitte
En el barrio berlinés de Mitte se siguen hallando huellas de la historia de las dos Alemanias más de 20 años tras la caída del Muro.

Berlín-Mitte. A principios de los años noventa muchos se enamoraron de este barrio en el corazón de la ciudad. En aquel entonces, la capital alemana era el símbolo del fin de la Guerra Fría y el barrio de Mitte era el epicentro de este cambio a nivel mundial. Este barrio berlinés había tenido una extraña existencia, por una parte era el centro de la ciudad, por otra, una zona fronteriza entre el Este y el Oeste fuertemente vigilada. A él pertenecía tanto la vistosa calle Unter den Linden como el Checkpoint Charlie, uno de los pasos fronterizos más conocidos de Berlín. Tras la caída del Muro en 1989, el barrio cambió por completo. Al ritmo de la música tecno llegó el público nocturno de Kreuzberg. En torno a la Auguststraße, directamente junto a la Nueva Sinagoga de la Oranienburger Straße, se asentaron artistas y se abrieron galerías de arte. En la elegante zona formada por la Friedrichstraße y Unter den Linden se establecieron tiendas que hasta ahora se concentraban en la Kurfürstendamm, el escaparate de Occidente más allá de la Cortina de Hierro. Por último, en 1999, Mitte se convirtió en el centro de la política alemana con la Cancillería, el Parlamento en el histórico edificio del Reichstag y numerosas oficinas de parlamentarios.
Durante los años noventa, la imagen del barrio se caracterizaba por las innumerables grúas de construcción. Del antiguo Berlín, en el que en cada esquina podían verse las huellas de la Segunda Guerra Mundial, no queda ya mucho. Las nuevas fachadas de colores pastel no tienen huellas de las salvas de metralla, pero, sobre todo, ha desaparecido el depresivo encanto de lo ruinoso, ese gris con franjas de rojo ladrillo que casi se había convertido en el distintivo del Berlín del Este. En unos pocos años se compensaron las décadas de abandono al que había condenado la RDA a una gran parte de este barrio. No obstante, sigue habiendo muchos lugares en los que la historia sigue viva, presente y palpable: museos, piedras conmemorativas o monumentos, a menudo a lo largo del antiguo recorrido del Muro. Quien busca huellas de la historia alemana, no tiene problema en hallarlas, por ejemplo en la Bernauer Straße, que en su día separaba el Este y el Oeste de Berlín.
La Bernauer Straße, es probablemente el lugar en el que la construcción del Muro afectó más brutalmente a las condiciones de vida de los berlineses. En esta calle, el Muro transcurría directamente por debajo de las largas hileras de casas, lo cual dio lugar a situaciones surrealistas.
La calle estaba situada en el Oeste, la casas pertenecían al Este. Las ventanas de las casas orientadas hacia al oeste suponían un peligro a los ojos de las autoridades de la RDA. Primero mandaron tapiar las casas de la primera planta y a continuación fueron desalojando las demás en dramáticas acciones. De una de esas casas huyó el 25 de septiembre de 1961–las primeras partes del Muro se erigieron la noche del 13 de agosto– Frieda Schulze, de 77 años, saltando por la ventana del primer piso del número 29. Al otro lado esperaban bomberos de la parte occidental de la ciudad con una lona de salvamento. La mujer sobrevivió. Un golpe de suerte, otras personas murieron saltando desde ventanas y tejados. Fue también en la Bernauer Straße donde cavaron el túnel por el que consiguieron huir 57 alemanes del Este en 1962. Hoy en día el memorial “Muro de Berlín”, inaugurado en 1998, recuerda aquella época de división de la ciudad. Es un monumento y un centro informativo al mismo tiempo y el único lugar que muestra realmente cómo era el Muro.
El rastreador de huellas encontrará imágenes algo menos lóbregas si se aleja del recorrido del Muro y se dirige hacia el centro de Mitte, con la torre de televisión de Alexanderplatz, Torstraße, Rosenthalerplatz, Tucholskystraße. En las calles en las que hace casi 90 años se paseaban las oscuras figuras de la novela de Alfred Döblin “Berlin Alexanderplatz” se desarrolla ahora una gran parte de la vida nocturna berlinesa. Aquí apenas quedan huellas de la división de la ciudad, sino que florece el Berlín de hoy. A sólo unos pasos de la animada Oranienburgerstraße coinciden en numerosos locales pequeños los berlineses, los recién llegados y los turistas. Una breve visita por aquí basta para querer afirmar: “Yo soy un berlinés”. El carácter abierto de la gente y la sensación de libertad, que reina literalmente en el aire, caracterizan al Berlín reunificado.
Unter den Linden, Gendarmenmarkt, Friedrichstraße: buenos restaurantes, modernos cafés, galerías comerciales y tiendas de lujo. Aquí todo vuelve a tener el aspecto propio de una metrópolis de categoría. El cercano Checkpoint Charlie es un punto de atracción para turistas, un museo ante el cual guías turísticos disfrazados de soldados rusos o americanos cuentan la historia de Berlín. Uno casi cree estar en el mar a lo largo de la East Side Gallery junto al río Spree: el segmento de Muro de casi kilómetro y medio de largo y completamente pintado cerca de la frontera entre los barrios de Mitte y Friedrichshain. En esta orilla se suceden pequeñas playas en las que los berlineses se broncean en verano. Donde hoy se acumulan las sombrillas, patrullaban los soldados fronterizos de la RDA a lo largo de la orilla y los focos de vigilancia iluminaban el río. Berlín celebra la libertad. Cada día.
Paolo Petrillo es corresponsal en Alemania para el periódico italiano “Il Riformista”.