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Los hijos de Marx y Coca-Cola

El mito "1968": muchas interpretaciones son engañosas. Lo que la generación del 68 realmente quería y lo que la distingue de los movimientos de protesta actuales.

07.05.2018
Alemania 1968: el movimiento de protesta y sus héroes.
Alemania 1968: el movimiento de protesta y sus héroes. © dpa

Artículo del autor invitado Heinz Bude, publicado por primera vez en "the Frankfurt Magazine" de la Feria del Libro de Frankfurt.

Cuando pienso en el año 1968 me vienen a la mente las sentadas e irrupciones en eventos como forma de protesta, "I can’t get no" de "The Rolling Stones", los puños levantados con guantes negros del corredor estadounidense Tommie Smith, y John Carlos sobre el podio de los Juegos Olímpicos de 1968 en México, "Why don’t we do it in the road?", el himno nacional estadounidense interpretado por Jimmy Hendrix en Woodstock, las protestas contra la Guerra de Vietnam y, por supuesto, Karl Marx. Pero también Bob Dylan, quien ganó el Premio Nobel de Literatura el año pasado y no asistió a la ceremonia, y Ulrike Meinhof, así como la pintó Gerhard Richter en su serie "Stammheim".

Hoy en día, una clase liberal y cosmopolita ve en 1968 el inicio de un proceso fundamental de liberalización de las sociedades occidentales, y los populistas de derecha, como el comienzo del hundimiento del mundo occidental, que ya no tiene fuerzas para oponerse a emigrantes de todo el mundo.

1968: la última candente revolución y la primera genial revuelta

Pero, ¿qué fue realmente el 68? El historiador francés Paul Veyne, a quien le debemos un gran libro sobre la diversión republicana de los antiguos romanos con el libro "Pan y circo", calificó el 68 como la última candente revolución caliente y la primera genial revuelta. Fue la última vez que se reunieron en un movimiento todo el espectro revolucionario con lecturas de "El capital", distinciones amigo-enemigo en la lucha de clases y las finales históricas mundiales bajo el lema "socialismo o barbarie". Sin embargo, el brote supuestamente revolucionario obtuvo celebridad solo gracias a inteligentes juegos consistentes en violaciones cada vez más precisas de normas. "¡Si sirve para encontrar la verdad!" fue la respuesta del acusado Fritz Teufel al pedido de un juez de levantarse de su asiento ante el tribunal. La gran revuelta convulsionó la vida y protagonizó los medios, pero no tanto por la afluencia de las masas, ya que para ello sus manifestaciones de tal vez 10.000 o 15.000 participantes eran demasiado pequeñas, sino más bien por las miles de pequeñas provocaciones. The whole World was watching.

Me levanto "si sirve para encontrar la verdad" - el estudiante de Berlín Fritz Teufel.
Me levanto "si sirve para encontrar la verdad" - el estudiante de Berlín Fritz Teufel. © dpa

El movimiento de 1968 se encendió con una mezcla de un muy serio deseo de mejorar el mundo y un alegre desplazamiento del mundo. Jean-Luc Godard, quien afirmó que no hacía sus películas durante el rodaje, sino mientras comía, bebía, leía y soñaba, con maliciosa precisión llamó a los protagonistas de este espectáculo "Los hijos de Karl Marx y Coca-Cola". Las manifestaciones, especialmente las de los estudiantes, estaban dirigidas contra los limpios ordenamientos de la vida burguesa, donde solo había mediación pero no mezcla entre las áreas del trabajo, amor, política, arte, ocio y ciencia. En las sociedades de posguerra, que todavía sentían en sus huesos la Segunda Guerra Mundial y el genocidio, existía el temor de que todo podría colapsar.

La banda sonora compuesta de filosofía, rock, cine y happening

Pero esto no importaba a los actores nacidos entre los años 1938 y 1948. Como aseguró Adorno, era de todos modos lo falso. Se escuchaban las grandes palabras de este pequeño hombre con ojos inocentes, y se sabía, aunque no se entendiera su significado, que eran las palabras correctas. Ser rebelde era una experiencia resignada a una dialéctica negativa e interminable, y nunca a una dialéctica que generara abolición. Era parte de la pasión del 1968 que la filosofía, el rock, el cine y el happening constituyeran una banda sonora que nadie que se sintiera joven podría ignorar. El movimiento se convirtió en un movimiento simplemente por haber trascendido los límites que para la generación anterior eran condiciones básicas para hacer posible la civilización, la libertad y la prosperidad.

Pero la interpretación de 1968 fue polémica desde un principio. Jürgen Habermas y Karl Heinz Bohrer, por ejemplo, competían por presentar muy diferentes interpretaciones de los acontecimientos que tenían lugar frente a sus ojos. Uno como demócrata radical, el otro como esteta absoluto. Lo que para Habermas eran modelos de desobediencia civil, era criticado por Bohrer como autojustificación de un nuevo "juste milieus" de izquierda. Mientras que Bohrer atisbaba en las mejores partes de 1969 el regreso del surrealismo, Habermas delineaba las fronteras entre activistas inescrupulosos, para quienes la "acción directa" era más importante que el "discurso antidominación", y el grueso de aquellos en las universidades a quienes sobre todo les resultaba insoportable "el husmo de mil años" bajo los talares. Mientras que uno llegó a trazar una larga línea desde 1968 hasta Barack Obama y Angela Merkel, el otro insiste hasta hoy en la locura de una intermisión que no puede reclamar para sí ser el inicio de una nueva idea. Ambos se remitían a la inspiración de Walter Benjamin, para quien - como se sabe - la catástrofe era que todo siempre siguiera igual.

1968 fue el descubrimiento de la sociedad como categoría para entender la práctica de la vida personal. Esto es difícil de comprender para aquellos que bromean sobre plásticas palabras como "socialización", "comunicación" e "interacción".

El concepto de sociedad era mucho más que un instrumento de explicación social científica del mundo, conllevaba más bien la promesa de autosuperación del yo que ha perdido la esperanza en sí mismo. Había una conexión entre la desgracia personal y la injusticia social. Por eso, las quejas del yo podrían convertirse en un legítimo objeto de demandas políticas. No solo la sociología, la filología, el psicoanálisis, la historia social y la psiquiatría social formaban parte de un nuevo tipo de conocimiento que combinaba una precisa descripción de la realidad con reivindicaciones normativas. Este nuevo conocimiento del 68, como Pierre Bourdieu, prometía mucho pero exigía poco.

En 1968 no comenzó nada que no haya existido antes
El sociólogo Heinz Bude

El 1968 cayó de la nada para sus contemporáneos. Pese a "Jefferson Airplane", que actuó por primera en 1965, a la crítica de una vida vacía en los suburbios, a la sensación de latente depresión, no se esperaba al parecer la irrupción de una nueva generación. Pero cuando surgieron de repente movimientos de arte underground, revueltas universitarias y círculos revolucionarios, una sociedad encasquillada se sintió liberada. Se esperaba algo diferente, pero no se podía imaginar lo que vendría después.

Rainer Langhans, cofundador de la comuna 1, y la modelo Uschi Obermaier, encarnan la nueva emancipación.
Rainer Langhans, cofundador de la comuna 1, y la modelo Uschi Obermaier, encarnan la nueva emancipación. © dpa

"Quien se acuesta dos veces con el mismo, ya es parte del establishment"

Por eso, todas las interpretaciones evolutivas de 68 son engañosas. En 1968 no comenzó nada que no haya existido antes. Ni la revolución sexual ni la democratización de la sociedad, ni mucho menos el enfrentamiento con Auschwitz. El Informe Kinsey fue muy anterior, la doctrina de la socialdemocracia en Europa ya estaba sobre la mesa de los partidos socialdemócratas, el juicio de Eichmann había tenido lugar en Jerusalén. La búsqueda de la tendencia social e histórica expresada en 1968 oculta solo una mezcla de melancolía y anhelo, de reflexión radical e impulso rebelde, de dadaísmo político, y los intentos de arrebato existencial que caracterizaron la ruptura de 1968 ¿Creen los miembros de la generación del 68 en sus mitos? Sí, cuando gritaban en la calle "quien se acuesta dos veces con el mismo, ya es parte del establishment", pero no, cuando regresaban de noche a sus casas con sus  descarnadas figuras, en sus pantalones acampanados y chaquetas con flecos. Lo paradójico es que los hoy militantes de la derecha cultural acusan a la generación del 68 de algo que ellos reclaman para sí: el de "hacer" historia confrontando el supuesto apocalipsis con otro apocalipsis, para reconstruir a partir de ese caos un nuevo orden.

Sin embargo, la joven izquierda cultural vuelve a buscar también hoy conexiones con 1968. Por un momento pareció realmente que "Occupy Wall Street", los indignados en España o Syriza en Grecia representaban un nuevo 68. Sin embargo cabe verificar una diferencia fundamental. Para la generación del 68 se trataba de la liberación, y a los izquierdistas antirracistas, anticolonialistas y antimperialistas les importa más la justicia. No es lo mismo. La reivindicación de la equidad busca ampliar y profundizar derechos, y el deseo de liberación quiere poner todo en movimiento. El legado de 68 consiste en el asombro ante lo que se logró hace cincuenta años por un breve momento y debido a un loco impulso.

Heinz Bude, profesor de sociología en la Universidad de Kassel
Heinz Bude, profesor de sociología en la Universidad de Kassel © dpa

El sociólogo Heinz Bude fue de 1997 a 2015 director del "La Sociedad de la República Federal de Alemania" en el Instituto de Investigación Social de Hamburgo. Desde el año 2000 es titular de la cátedra de macrosociología en la Universidad de Kassel. En enero de 2018 se publicó su libro "Adorno para Ruinenkinder. Eine Geschichte von 1968“ (Adorno para niños de las ruinas. La historia del 68).