En la tierra de nadie del miedo y la desconfianza
Muchos colombianos cruzan la frontera a Ecuador huyendo de la guerra y la violencia, pero allí también viven en condiciones precarias. Un proyecto alemán les infunde valor.

Quiere marcharse, pero la puerta está cerrada. Al otro lado oye la voz de su arrendadora que le dice que o paga o no sale. Es por la mañana temprano del 27 de junio de 2015, afuera aún está oscuro, el tiempo apremia. El dinero que Gabriela* ha ahorrado para su huida no le corresponde a la arrendadora. Pero no sabe qué hacer, así que lo deja y se marcha.
Gabriela huye de Colombia. El país sufre desde hace más de 50 años un conflicto armado entre el Estado y grupos guerrilleros de izquierdas. Si bien el Gobierno, tras años de negociaciones en Cuba, está a punto de firmar un tratado de paz, con esto aún no se ha resuelto el problema. Paramilitares de derechas, violentas mafias de drogas y otros grupos criminales siguen propagando el miedo, sobre todo entre la población rural.
Desde hace décadas, la guerra empuja a la gente a huir. Casi cinco millones de Colombianos viven en el extranjero, pero solo en torno al medio millón ha solicitado asilo o ya ha obtenido el estatus de refugiado. Cuatro de cada diez expulsados no cuentan con un graduado escolar, la mayoría procede de zonas del sur de Colombia como Nariño, Valle del Cauca o Putumayo, focos del conflicto caracterizados por la pobreza y la falta de oportunidades.
Los refugiados de Colombia están repartidos por todo el mundo en 45 Estados distintos, pero la mayor parte vive en el país vecino Ecuador, al igual, entretanto, que la joven Gabriela de 21 años. A cada uno de los 56.000 expulsados registrados allí hay que sumar otros nueve, según las estimaciones del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, que residen en el país de forma irregular. Solo cerca de 700 se han registrado en los consulados colombianos como víctimas del conflicto. “La gente no conoce sus derechos”, explica Ralf Oetzel de la Agencia Alemana para la Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ), “o desconfían de las autoridades”.
La eliminación de este obstáculo es el objetivo del proyecto “Protección de los derechos humanos en situaciones de migración” (PRODEM), que dirige el politólogo. Patrocinado por la Unión Europea y el Ministerio Federal para la Cooperación Económica y el Desarrollo, el proyecto PRODEM apoya desde 2013 el trabajo de organizaciones locales e internacionales. Explican a los afectados cuáles son sus derechos, instruyen a periodistas y consiguen así que se le preste más atención al tema.
Después de casi tres años, los resultados saltan a la vista. “Nunca hasta ahora había reconocido un Gobierno en este país la existencia de refugiados”, afirma Marco Romero. El experto en migración dirige la organización colombiana de derechos humanos CODHES, que apoya las campañas de concienciación de PRODEM y coordina la cooperación con el ámbito de la política y la investigación. Desde el punto de vista de Romero, el naciente debate en Colombia acerca de los refugiados es un mérito del proyecto. Se ha conseguido incluso que el tema forme parte del orden del día de las negociaciones de paz en La Habana. El hecho de que los representantes del Gobierno y de la guerrilla mencionaran a las víctimas en el extranjero en su acuerdo parcial hecho público a finales de 2015 es para él el mayor éxito. “Por primera vez hablamos aquí sobre ese grupo, sobre su derecho a una compensación y de su posible regreso a Colombia”.
Muchas de las víctimas siguen sin sentir apenas los efectos de estos avances. Gabriela es una de las personas que no quieren volver. En Colombia, la joven vivía bajo un miedo constante. Su padre se convirtió en testigo involuntario de una extorsión a cambio de dinero en abril de 2015. En mayo, él, su mujer y los hijos más pequeños abandonaron el país. En junio les siguieron Gabriela y el resto de la familia.
Pero la vida en Ecuador tampoco es fácil. Unos desconocidos amenazaron a la hermana pequeña de Gabriela. Una vez había un extraño haciendo fotos delante de la casa en la que los siete miembros de la familia comparten dos habitaciones. Gabriela se distrae de estos acontecimientos en “Tu Voz en la Frontera”. El programa es emitido por más de 20 radios ciudadanas a ambos lados de la frontera y también es resultado de PRODEM. “Con más de tres millones de oyentes, el programa da literalmente voz a los afectados”, dice Ralf Oetzel. Gabriela cuenta que los programas y los talleres con docentes de la emisora Deutsche Welle le han ayudado a hablar sobre su huida.
PRODEM alcanza a mucha gente. Tan solo el equipo de CODHES ha viajado ya diez veces a la región fronteriza haciendo campañas de concienciación. Incluso los refugiados que no saben leer ni escribir saben ahora cuáles son sus derechos y cómo pueden exigir que Colombia los reconozca como víctimas. En la pequeña ciudad ecuatoriana de San Lorenzo, donde hacía tres años no había ni un solo colombiano registrado oficialmente, 170 han declarado ya su necesidad de ser indemnizados.
A principios de 2016 concluyó el programa. Los participantes están convencidos de que estas personas van a seguir recibiendo más apoyo, en el sentido de una ayuda a los refugiados mundial que no solo atienda a los afectados cuando estos llamen a su puerta. ▪
*Nombre modificado por la redacción