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La OTAN ante
nuevos desafíos

La OTAN se reorienta. Ello quedó
particularmente claro en la cumbre
de Gales.

14.10.2014
© picture-alliance/dpa - NATO

No es la primera vez que la OTAN califica una de sus cumbres de histórica e hito. Si la cumbre en Gales a comienzos de septiembre de 2014 pertenece a esa categoría lo mostrará el futuro. Importante fue, sin duda. Sobre todo dos razones subrayan su importancia. Fue la primera reunión de los jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN desde que Moscú anexionó Crimea, violando el derecho internacional, y desde el estado de cuasi guerra en el este de Ucrania. Al comienzo, algunos optimistas creyeron que la crisis de Ucrania sería un frente pasajero de mal tiempo. Hoy, en la OTAN reina consenso en que se trata de un cambio fundamental de clima. Rusia se posiciona contra la OTAN y la Unión Europea y, para realizar sus sueños de gran potencia, está dispuesta a modificar fronteras en Europa a través de la violencia. Eso significa un cambio esencial para la Alianza Atlántica y exige enviar a Moscú claras señales de unidad. Simultáneamente debe –y ese fue un particular interés de Alemania– ser conservado un hilo de comunicación con Rusia.

Los jefes de Estado y de Gobierno acordaron por eso, bajo el título “Readiness 
Action Plan”, un equilibrado catálogo de medidas militares, también como manifestación de solidaridad para con los Estados miembros del este del territorio de la alianza. En caso de que se produzca una crisis en las fronteras exteriores de la OTAN podrá ser movilizada una fuerza de acción rápida en un término de pocos días. Los detalles de esa “punta de lanza” de la capacidad militar de reacción, como por ejemplo el número de soldados o las estructuras de comando, serán elaborados en los próximos meses. Patrullas marítimas y vuelos de reconocimiento en el Mar Báltico, estacionamiento de tropas en el área este de la OTAN y más frecuentes maniobras militares garantizarán la seguridad del territorio de la alianza. Alemania participará sustancialmente en esas medidas. Eso significa también un nuevo desafío para la Bundeswehr.

Tres aspectos de la reacción de la OTAN son importantes en relación con el expansionismo ruso. Primero, las decisiones fueron tomadas con gran unidad, lo cual no es un sobreentendido en una alianza en la que los intereses de seguridad de los Estados miembros varían mucho, según su ubicación geográfica o su historia. Mientras que, por ejemplo, Italia y España prestan mucha atención a los focos de crisis en el sur, Polonia y Estonia subrayan hoy que sus advertencias en relación con Rusia en el pasado no fueron tomadas en serio. Segundo, se trata de decisiones marco, que deberán ser concretadas en el futuro próximo. Según lo que haga Moscú, pueden ser acentuadas o ablandadas. Tercero, las medidas se relacionan solo con el aseguramiento del territorio de la OTAN, no pensándose en una defensa militar de Ucrania. Por eso, como lo dejó claro Angela Merkel, la canciller federal de Alemania, tampoco se entregarán armas a Ucrania. Otra razón que destaca la importancia de la cumbre de Gales es que se trata del primer paso hacia una reorientación de la OTAN, que va mucho más allá de la crisis Rusia/Ucrania. En la alianza existe consenso acerca de que la OTAN no puede volver a ser solo una alianza de defensa puramente euroatlántica, sino que no puede perder de vista crisis y conflictos fuera de Europa y cuestiones de seguridad cooperativa. No está claro, sin embargo, cómo quiere asumir en el futuro ese papel de actor en cuestiones de seguridad global.

Ejemplares en ese sentido son los procesos en el Oriente Próximo y Medio. La OTAN cooperó allí durante muchos años con una docena de Estados, en su mayoría islámicos, ayudó a entrenar a las fuerzas armadas y explicó el papel de los militares en las sociedades democráticas. Además, la OTAN llevó a cabo gestiones directas de crisis, interviniendo en 2011, por ejemplo, militarmente en Libia e impidiendo atrocidades del régimen de Gadafi contra la propia población.

Ambas formas de compromiso –la cooperación con Estados y la intervención en caso de catástrofes humanitarias– serán en el futuro seguramente mucho más difíciles. La desintegración de Irak, el declive de Libia, la fragmentación de Siria, la creación de califatos y la crisis permanente en Egipto sugieren una erosión de la estatalidad. Si Estados o Gobiernos se desintegran, desaparecen los interlocutores con los que la OTAN pudiera cooperar exitosamente. También las intervenciones son cada vez menos probables, aunque sean necesarias en vista de dramáticas violaciones de los derechos humanos. Justamente el ejemplo de Libia ha demostrado que tampoco una exitosa intervención militar hace surgir automáticamente un nuevo orden en una región. No puede sorprender, entonces, que, en vista de esos resultados, en todos los países de la OTAN crezca el escepticismo en relación con las intervenciones.

La cumbre de Gales de la OTAN fue importante, porque se tomaron decisiones concretas con miras al trato que se dará a Rusia en el futuro. Además fue el punto de partida de una fundamental revisión de las tareas y los objetivos de la Alianza del Atlántico Norte. Se trata de un proceso abierto y difícilmente podrá ser acompasado al ritmo usual de generalmente dos cumbres por año.

Eso es válido aún más en tanto es difícil descifrar actualmente los objetivos de Moscú y prever el desarrollo de los procesos en Medio Oriente y el norte de África. La OTAN está, como tan a menudo en sus ya 65 años de historia, otra vez ante considerables adaptaciones. Mucho trabajo para el noruego Jens Stoltenberg, el nuevo secretario general. ▪

El Dr. Karl-Heinz Kamp es un gran conocedor de la OTAN y director de Desarrollo de la 
Academia Federal de Política de Seguridad,

con sede en Berlín.