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Lugares del
conocimiento

Las universidades en la era de la sociedad global del conocimiento.

10.09.2013
© picture-alliance/ZB - Universities

Sobre las universidades en la era de la sociedad global del conocimiento

Desde las reformas introducidas por Wilhelm von Humboldt, es decir desde comienzos del siglo XIX, en las ciencias sociales y de la cultura la enseñanza universitaria está marcada en Alemania por las formas didácticas del seminario y el coloquio. La didáctica se apoya por lo tanto en un debate centrado en la temática a tratar, desarrollado entre los profesores y los estudiantes. La lectura como forma de transmisión de conocimientos, en la que uno habla y los demás escriben, desempeña un papel secundario. Según Humboldt, en la escuela, el maestro está al servicio de los alumnos; en la universidad, por el contrario, los profesores y estudiantes están ambos al servicio de la ciencia. Esa fue en su época una idea revolucionaria, que tuvo como fruto que las universidades alemanas alcanzaran rango mundial. ¿Qué ha quedado de ello?

Con la introducción de los títulos de grado y máster, ello algo ha cambiado. Hasta el grado, la mera transmisión de conocimientos, es decir, también en forma de lectura, ha adquirido una mayor importancia. En los cursos de máster, por el contrario, continúan predominando los seminarios y el debate. Como consecuencia del Proceso de Bolonia, es decir, la unificación de las titulaciones en Europa, el número de estudiantes que abandonan una carrera universitaria, se ha reducido claramente. El precio es una cierta limitación de la “soledad y la libertad”, declaradas por Humboldt condiciones de la ciencia. Ahora se las puede experimentar realmente solo en el ciclo de máster. Quien quiere estudiar en una universidad alemana para conocer las características específicas del sistema científico alemán, lo experimenta mayormente solo después del título de grado. Pero, ¿cuál es el lugar adecuado para ello?

Las universidades alemanas se caracterizan por una paradoja básica, consistente en que su debilidad es simultáneamente su fortaleza. La causa de esa paradoja es la estructura federal de Alemania y el hecho de que las universidades son financiadas por los 16 estados federados. Ello llega incluso hasta una verdadera prohibición de la cofinanciación y tiene como consecuencia que fondos de la Federación solo pueden ser transferidos a las universidades a través de programas especiales limitados temporalmente. En forma algo simplificada puede afirmarse que las universidades de los estados federados “ricos” están mejor equipadas que las de los estados federados menos ricos. No obstante, la jerarquización de las universidades es en Alemania menor que en otros países de Europa. Ello tampoco ha cambiado con la “Iniciativa de Excelencia”, a través de la cual fluyen fondos hacia determinadas universidades, consideradas las mejores. La iniciativa ha fortalecido una serie de universidades ya de por sí fuertes. Ello no significa, sin embargo, que las universidades que no tienen estatus de excelencia se hayan transformado en centros de la ciencia de segunda categoría. Las universidades alemanas se caracterizan por la existencia de una jerarquía plana entre ellas.

No obstante, continúa observándose una división en tres categorías, surgida ya en el siglo XIX. Por un lado hay universidades de las que se dice que “son el soporte de una ciudad”, porque dominan su vida social; en ellas, la “vida universitaria” es muy marcada. Ciudades como Heidelberg, Marburgo y Tubinga representan paradigmáticamente ese tipo de ciudad universitaria clásica. Por otro, hay universidades que tienen su sede en grandes ciudades o capitales de estados federados y poseen una cierta “visibilidad política”; en ellas es donde más avances ha realizado la modernización de las carreras. Finalmente existen también universidades que, a menudo en cooperación con los Institutos Max Planck o la Sociedad Leibniz, cuentan en sus filas con una serie de destacados científicos, a veces incluso Premios Nobel, y por ello gozan de un mayor prestigio internacional; en ellas es donde más marcadamente se aprecia la idea de la excelencia científica.

Para juzgar el renombre de una universidad es decisivo, sin embargo, analizar primero sobre cuál de los tres pilares de la ciencia se habla: las ciencias naturales, las sociales o las ciencias de la cultura. Sin ninguna duda, la inversión de fondos desempeña el papel decisivo en el fomento de la excelencia en las ciencias naturales. En las ciencias de la cultura, sin embargo, basta a menudo una “mente excelente” para darle reputación y brillo a una universidad. Algo simplificadamente puede decirse: lo que en las ciencias naturales significan los equipos con sus laboratorios y aparatos, son en las ciencias de la cultura personas junto con un entorno intelectualmente fructífero y el tiempo necesario para escribir libros. Las ciencias sociales se hallan de alguna forma en el medio. Las iniciativas de excelencia tuvieron relevancia solo en relación con los “equipos”, mientras que las “mentes” poco han sido influidas por estas. Las turbulencias causadas por las iniciativas de excelencia han sido para esas mentes más una molestia que una ayuda. Su rendimiento es afectado no tanto por la falta de fondos, sino más por un número excesivo de estudiantes. En ese plano, algo ha mejorado gracias a los fondos complementarios.

¿Qué opinar de los rankings internacionales, en los que ninguna universidad alemana se halla en uno de los primeros puestos? Esos rankings fueron uno de los motivos para lanzar la “Iniciativa de Excelencia”: un país como Alemania debía tener presencia internacional también como lugar de la ciencia. Si ese fue realmente uno de los motivos centrales, hubiera sido más sensato atraer a algunos Premios Nobel con mucho dinero, aunque por poco tiempo, y ascender así peldaños, como lo hicieron algunos otros países. O pagar grandes sumas a quienes elaboran las listas de impacto para que las universidades alemanas fueran tenidas en cuanta adecuadamente en los análisis bibliométricos. Que los políticos no lo hayan hecho –aunque más no haya sido por descuido o desconocimiento de los métodos de medición– ha favorecido a la ciencia: ¡más ser, menos diseño! Quien quiera hacerse una idea realista de las bondades de las universidades alemanas debería analizar el número de científicos formados en Alemania que trabajan en las supuestas instituciones de élite en todo el mundo: también en cuanto a los lugares de conocimiento es Alemania un dinámico país exportador.