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Una nueva vida en Brasil

Hace 200 años comenzó el primer flujo migratorio alemán hacia Brasil. Son muchas las huellas que ha dejado.

Christine Wollowski, 30.04.2024
Monumento a los migrantes alemanes en Nova Petropolis, Rio Grande do Sul
Monumento a los migrantes alemanes en Nova Petropolis, Rio Grande do Sul © Shutterstock

Los alemanes debían trabajar en Brasil. Y luchar por ella si hiciera falta. Estamos a principios del siglo XIX y el imperio colonial de Brasil precisa de inmigrantes para defenderse de la madre patria, Portugal. Dom Pedro I ha sido nombrado príncipe heredero de Brasil por su padre, pero debe regresar a su patria europea. Su esposa, Leopoldina de Habsburgo, considera que es más inteligente quedarse y luchar por la independencia. Para ella, la monarquía está amenazada por las tendencias republicanas. Así que Pedro I necesita sus propias fuerzas armadas. Y necesita colonos para habitar y trabajar las tierras.

Parque temático alemán en Blumenau, Santa Catarina
Parque temático alemán en Blumenau, Santa Catarina © Adobe/Stock

Por siglos, el trabajo arduo había sido realizado por personas esclavizadas de África y por los pueblos indígenas. Sin embargo, el tráfico de seres humanos enfrenta críticas crecientes tanto en Europa como en Brasil. José Bonifácio, abogado, científico y hombre de confianza de Dom Pedro, considera la esclavitud como un “cáncer”. Georg Anton von Schaeffer, un médico alemán que estableció un asentamiento en Bahía, en el nordeste de Brasil, en 1821, también apoyaba la abolición de la esclavitud.

77 hectáreas de tierra para cada familia

Leopoldina y Bonifácio urden un plan: los colonos alemanes deben cultivar la selva y estar disponibles como reservistas al mismo tiempo. Cada familia obtiene 77 hectáreas de tierra, además de ayuda económica durante dos años, ganado, semillas y equipo agrícola. Con estas promesas, Schaeffer promociona en el norte de Alemania las tierras fértiles y distantes de Brasil. Alemania, afectada por las guerras napoleónicas, inviernos severos y cosechas fallidas, se muestra receptiva a la llamada de Sudamérica: varias familias venden sus pertenencias. Treinta y nueve personas, con edades que van desde unos pocos meses hasta los 49 años, parten hacia los puertos de Hamburgo y Bremen. Tras una travesía marítima de 120 días y un duro viaje terrestre, llegaron al estado de Rio Grande do Sul en julio de 1824.

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“Mi familia vino un año más tarde”, cuenta Rodrigo Trespach, autor del libro "1824" sobre la inmigración alemana en Brasil. En las cartas, que a menudo tardan meses en llegar, los recién llegados hablan orgullosos de las grandes propiedades que han recibido. Estas tierras son conocidas como “picadas”, corredores paralelos cortados en la selva con una separación de 300 metros. Aquí, los colonos deben despejar la tierra, construir casas y sembrar cultivos. Al principio, son alojados en las granjas existentes, donde también viven esclavos indígenas y africanos. Los recién llegados apenas pueden comunicarse y padecen bajo la humedad y los insectos. Trespach enumera sus necesidades, señalando: “No conocen qué tipo de madera es apropiada para construir viviendas, ni qué plantas prosperan en el clima tropical o cómo cultivarlas.”

Pioneros de la agricultura familiar

Las familias cultivan arroz y patatas, crían cerdos, vacas y gallinas, destilan aguardiente de caña de azúcar y celebran juntas sus fiestas. A pesar de todas las dificultades, a la mayoría les va mejor que a los familiares que se han quedado en Alemania. Los agricultores alemanes de Brasil se autoabastecen y pronto comienzan a vender sus excedentes. Antes sólo había latifundios con monocultivos: caña de azúcar, café, tabaco – todo destinado a la exportación. Estos pequeños agricultores son los precursores de la agricultura familiar, la cual actualmente provee el 70% de todos los alimentos en Brasil.

Incluso cuando el gobierno deja de proporcionar dinero a partir de 1830, los inmigrantes alemanes siguen siendo bienvenidos. En el sur, su presencia como agricultores está pensada para asegurar las fronteras con los países vecinos, trabajar en las explotaciones de café de São Paulo y construir una línea ferroviaria hasta Petrópolis, en Río. Durante más de un siglo, alrededor de 250.000 alemanes llegan a Brasil, dejando su influencia en la agricultura y aportando conocimientos sobre ruedas hidráulicas y molinos para moler harina y prensar aceite. La mayoría son protestantes. “A mi abuelo ni siquiera le permitieron casarse con el amor de su juventud, eso era impensable, porque ella era católica”, explica Rodrigo Trespach.

El alemán es el segundo idioma más hablado

Sobre todo en las regiones remotas, los alemanes permanecen en gran medida aislados. No es hasta después de 1939, cuando el dictador nacionalista Getúlio Vargas prohíbe el uso del alemán considerándolo un delito, que algunos aprenden un portugués rudimentario. A día de hoy, el alemán es el segundo idioma más hablado en Brasil. En el sur de Brasil, las tradiciones alemanas siguen vivas, desde las “cucas”, el bizcocho, las salchichas, el chucrut, la cerveza y la Oktoberfest hasta las casas con entramado de madera. Por lo demás, las influencias alemanas visibles están desapareciendo. Aunque São Paulo podría considerarse la mayor ciudad industrial alemana fuera de Alemania, con más de 1.000 empresas alemanas, el último periódico alemán local ha cerrado y la mayoría de los más de 1.500 colegios alemanas en Brasil están ahora cerrados.

Pasaporte alemán y brasileño
Pasaporte alemán y brasileño © Adobe/Stock

En julio de 2024 se conmemorarán dos siglos desde la llegada de los 39 alemanes a Rio Grande do Sul. Una serie de conciertos, conferencias, exposiciones y festivales recuerdan a los migrantes de entonces, cuando Alemania aún era un país de emigración. Rodrigo Trespach subraya que “la Alemania fuerte que muchos envidian hoy en día no surgió hasta finales del siglo XIX”. En la actualidad, la migración viene más bien del otro lado: entre 2002 y 2017, el número de pasaportes alemanes expedidos a brasileños aumentó un 369%.

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Alemania y Brasil en la actualidad

A Alemania y a Brasil les une una estrecha relación de cooperación. En 2008, ambos países firmaron una alianza estratégica destinada a intensificar aún más su cooperación bilateral. Cada dos años se celebran consultas gubernamentales conjuntas, la última de ellas se celebró en 2023. Existe un intenso intercambio en materia climática, de energías renovables, medio ambiente, ciencia y educación, entre otras. Más de 40 escuelas en Brasil, en las que el alemán tiene una importancia particular, participan en el proyecto “Escuelas: socios para el futuro” (PASCH)”. Brasil es además el principal socio comercial de Alemania en Sudamérica.