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Lo mío es tuyo

Ya sea la vivienda o el coche: compartir está de moda. Porque va con el espíritu de los tiempos, ahorra trabajo y costos y protege el ambiente.

29.09.2016

La decisión fue tomada cuando el coche se averió definitivamente. Viktor y su esposa, Miriam, decidieron no comprar otro automóvil. Pero no por eso la familia con dos 
hijos pequeños realiza menos excursiones. Ha hallado una opción: carsharing, el uso temporal o préstamo de vehículos. “La única desventaja es que a veces debo transportar los asientos para niños un par de cientos de metros”, dice Viktor. Los coches de la empresa que “presta” los vehículos a la familia para su uso temporal no vienen lamentablemente con asientos para niños incluidos.

La familia del barrio de Ottensen, en Hamburgo, no es ninguna excepción. Cada vez más personas dan cada vez menos importancia a ser propietarias de 
cosas. Les basta con poderlas usar de vez en cuando, en caso de necesitarlas. Y muchas están dispuestas también a compartir para eso su propiedad con otras personas.

Economía compartida o “sharing economy” se llama la idea, que ha alcanzado gran popularidad en los 
últimos años. El objetivo es utilizar conjuntamente recursos o ponerlos temporalmente a disposición de otros: desde el coche, pasando por la vestimenta y accesorios del hogar hasta la fuerza de trabajo. Y de esa forma proteger la naturaleza y el bolsillo propio. El enfoque no es nuevo. Los seres humanos siempre han compartido, por ejemplo, en la agricultura, en 
la que los agricultores compran maquinaria juntos, pero sobre todo en el hogar: en los años 1960, los miembros de las “comunas” compartían viviendas, alimentos y el cuidado de los niños. También los 
pisos compartidos estudiantiles son un ejemplo de cómo los seres humanos se unen en determinadas situaciones de vida.

Si bien la idea de compartir no es nueva, nunca antes fue tan popular como hoy. La cultura del consumo se ha transformado. Para muchos, el automóvil era antes un símbolo de estatus, una forma de demostrar que se había logrado algo en la vida. Hoy, muchas personas exitosas no sienten la necesidad de poseer un coche propio. En las grandes ciudades, en las que existe una buena red de transporte público y una 
amplia oferta de automóviles de préstamo, un coche propio no es a menudo ya más necesario.

Sobre todo personas jóvenes poco temen a la cultura de compartir, a menudo organizada en forma digital a través de internet. En una encuesta realizada por la asesoría de empresas PricewaterhouseCoopers en 2015, cuatro de cada cinco personas menores de 
30 dijeron recurrir ya a ofertas digitales de economía compartida. En el caso de las personas mayores de 60, solo una de cada cuatro.

Pero los mayores recuperan terreno. También comienzan a estimar las ventajas de compartir a través de Internet. Por ejemplo, el matrimonio mayor del 
sur de Alemania que cuando realiza una visita familiar en Hamburgo se aloja en un apartamento al 
que accedió con la ayuda de un amigo a través del 
portal Airbnb. “Para nosotros es ideal”, dice la abuela, de 76 años. “Podemos visitar a los nietos, pero por 
la noche disfrutar también de la tranquilidad en 
el apartamento. Además, un hotel cuesta mucho más”, agrega.

Las actividades de Airbnb son, sin embargo, también objeto de discusión. Críticos le reprochan reducir aún más la oferta de viviendas en las grandes ciudades, donde ya de por sí escasean. Muchos propietarios prefieren alquilar sus viviendas a través de Airbnb a ofrecerlas en el mercado regular de viviendas de alquiler, porque 
generalmente es más lucrativo. Algunas ciudades alemanas, como Berlín, han hecho más severas las normas para la oferta de viviendas en portales de economía compartida. Además de la oferta de cuartos o viviendas en calidad de préstamo contra pago de un alquiler existe también el principio del trueque: en algunas plataformas, familias pueden trocar su casa o su vivienda 
para las vacaciones con familias de otras regiones de Alemania u otros países.

También en el alquiler de viviendas a mediano y largo plazo existen modelos que van con el espíritu de los tiempos. En casas multigeneracionales conviven personas de diversos grupos etarios y se apoyan mutuamente. Además se ofrecen crecientemente viviendas para profesionales que se desplazan mucho y viven en una ciudad temporalmente, por ejemplo durante la duración de un proyecto, antes de trasladarse a otro lado. A esas personas están dirigidas ofertas como “Soho House”, de Berlín. Los clientes alquilan un cuarto o un apartamento en una especie de “piso compartido de lujo”. A diferencia de las viviendas tradicionales de alquiler, los inquilinos no deben ocuparse de cambiar bombillas eléctricas ni de la conexión a Internet, sino que lo hace el personal de servicios. Salas comunes invitan a conversar con otros inquilinos.

Más popular aún que compartir pisos y viviendas es en Alemania el “carsharing“. Según un estudio del Boston Consulting Group, como Viktor y su familia utilizan más de un millón de personas regularmente los más de 15.000 automóviles de préstamo existentes en Alemania.

Cuando se alquila un coche a través de una empresa tradicional, el automóvil debe generalmente ser recogido y entregado en el mismo lugar. Pero la gente prefiere crecientemente los modelos “free float”, 
como car2go, del grupo Daimler, y Flinkster, de los 
Ferrocarriles Alemanes. Una vez registrado, el usuario puede ver a través de una aplicación dónde se 
haya a disposición un coche cerca. Luego del viaje, el 
automóvil puede ser dejado en cualquier lugar dentro de determinadas áreas o, como en el caso de Flinkster, en una de las numerosas estaciones, donde queda a disposición del siguiente usuario. Modelos similares, gestionados por ciudades o empresas, existen también para bicicletas y motonetas eléctricas.

 

Además de las ofertas comerciales existen sistemas tales como Drivy y Tamyca, en los que particulares pueden alquilarse mutuamente sus vehículos entre ellos o buscar compañeros de viaje a través de aplicaciones digitales. Es una posibilidad que también aprovecha a veces Viktor, pero en su caso no en forma digital, sino analógica. “A veces le pedimos prestado el coche al vecino”, dice. “Con él acordamos una tarifa diez por ciento más barata que la de los arrendadores comerciales”, explica. Que Viktor no tenga que transportar asientos para niños es naturalmente una ventaja más. ▪