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Hamburgo - cosmopolita anfitriona de la cumbre

Orientada al futuro, siempre en movimiento: el mundo se da cita en la cumbre del G-20 en Hamburgo.

08.06.2017

En Hamburgo todo fluye. Porque es una ciudad viva y cambiante, porque está abierta a nuevas ideas y la internacionalidad es algo cotidiano. Y naturalmente porque aquí todos los caminos conducen al “agua” o a través de uno de los 2500 puentes de la ciudad. Los barcos de vela en el lago Alster, los buques cisterna o los cruceros sobre el Elba: el agua y Hamburgo van de la mano. Quien quiere conocer de cerca la esencia de la ciudad, debe visitar el puerto. Allí donde el viento encrespa los cabellos, donde las nubes bajas y grises se ciernen sobre el río Elba que corre hasta desembocar en el Mar del Norte. Allí donde se intuye el mar, se perciben parajes lejanos del mundo, con el que la orgullosa ciudad de los comerciantes ha estado siempre tan fuertemente ligada.

Hacia la derecha se ven los embarcaderos de St. Pauli y muy cerca de ahi está el Reeperbahn, el otrora pecaminoso barrio, que entretanto se ha trasformado en distrito de culto, con sus salas de concierto, personajes singulares y más turistas que marineros. Del otro lado de la orilla del río se estiran hacia el cielo los cuellos de grúas gigantes en una fila interminable. Son visibles testigos de la vocación comercial de Hamburgo. A la izquierda –sí, a la izquierda– el sol ilumina una gigantesca y traslúcida cabeza, casi irreal, compuesta de cristal, acero y hormigón, que se alza esbelta con su color blanquiazul sobre un antiguo almacén de ladrillos: es la Elbphilharmonie.

Esta sala de conciertos que se inauguró a principios de 2017 es, con su excelente acústica, tan espectacular que casi no se ajusta muy bien al estereotipo de los habitantes de la ciudad hanseática. Pero la han adoptado rápidamente con el apodo de “Elphi”, olvidándose del retraso de años en su terminación y de los costos de construcción. Todos los visitantes desean conocer de cerca la Elbphilharmonie, el nuevo emblema de Hamburgo. Pero quien quiera verla por dentro, tendrá que hacer cola. Y el camino más bello para llegar allí es un paseo por la “Speicherstadt”, declarada patrimonio cultural de la Humanidad. Es un conjunto histórico de almacenes de ladrillo con sus frontones puntiagudos, que en otros tiempos constituyó el mayor complejo portuario de almacenes del mundo. Hoy en día trabajan aquí puerta a puerta comerciantes de alfombras y creativos. Y el futuro está a solo unos pasos, en la HafenCity, con sus fachadas de cristal. Las obras de este nuevo distrito deberán estar terminadas hasta 2030. Pero también después del 2030 la segunda ciudad más grande de Alemania seguirá siendo una urbe en movimiento. //