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La nueva era fundacional

Exitosos proyectos de conversión determinan el “nuevo” rostro de muchas ciudades alemanas.

16.12.2014
© dpa/blickwinkel/McPHOTO - Urban Development Hamburg

Analizando retrospectivamente los tiempos inmediatamente posteriores a la caída del Muro puede decirse que los años 1990 fueron en Alemania una segunda era fundacional. El teatro y las artes plásticas rebosaban creatividad, la democracia y Europa era redefinidas, pero, sobre todo, urbanistas y arquitectos tuvieron de pronto posibilidades con las que anteriormente ni siquiera osaban soñar. El fin de la Guerra Fría no solo dejó en Berlín grandes superficies urbanas libres, sino que impulsó asimismo en todo el país visiones de grandes proyectos urbanísticos.

La palabra clave de ese renacimiento del urbanismo fue: conversión. La conversión de importantes superficies anteriormente utilizadas por militares, ferrocarriles, puertos e industrias, rigurosamente aisladas de su entorno, enfervorizó luego de la reunificación a todos los grupos profesionales participantes. Con la visión 
de una nueva ciudad sin fronteras artificiales nacieron los grandes proyectos. 
En Stuttgart, Múnich y Fráncfort se planearon estaciones centrales de ferrocarril subterráneas, para construir en la 
superficie nuevos barrios mixtos. Hamburgo, Duisburgo, Düsseldorf, Colonia y Bremen se imaginaron el desarrollo de nuevos núcleos urbanos a lo largo de viejos muelles. Y terrenos industriales abandonados fueron transformados, según su tamaño, en centros culturales, lofts o nuevos barrios.

Como toda fiebre del oro, también la conversión se transformó a veces en desazón. La cultura alemana del compromiso tuvo dificultades para aceptar más de un megaproyecto, cuando este tenía demasiado poco en cuenta la opinión de los ciudadanos. El vehemente conflicto en relación con el proyecto de desarrollo urbano Stuttgart 21 en los terrenos de la estación central de ferrocarriles de esa ciudad fue un indicio, más allá del caso concreto, de un cierto malestar social. A pesar de que en un referendo una mayoría se pronunció a favor del proyecto, la planeada transformación del centro de la ciudad fue sentida por muchos ciudadanos sobre todo como una pérdida de identidad.

Esos duros conflictos no detuvieron, sin embargo, la sensata tendencia a la condensación de los centros urbanos: 25 años después de la caída del Muro, Alemania es un paraíso del urbanismo. Para ganar 
valiosas superficies en los centros son desplazadas estaciones de ferrocarril, como actualmente en el barrio de Altona, en Hamburgo, e incluso aeropuertos enteros, como en Berlín. En Dortmund surge en los antiguos terrenos de las Acerías Phoenix, de 150 años de historia, un nuevo barrio, incluido un lago artificial. La construcción de una estación de ferrocarril subterránea fue aprobada finalmente, debido a 
los exorbitantes costos, solo en Stuttgart. Pero Fráncfort y Múnich –al igual que otras ciudades– trasladaron por lo menos las terminales de contenedores a la periferia y construyeron en su lugar nuevos barrios, bautizados sorprendentemente muy a menudo con el nombre de “Barrio Europa”.

El desarrollo de nuevos centros urbanos de gravitación tuvo además la intención de detener la fuga de las ciudades, que desde los años 1960 tuvo como consecuencia el surgimiento de nuevas urbanizaciones en forma de anillo alrededor de las ciudades. Atractivas viviendas en el centro, la cercanía al lugar de trabajo y la alta densidad de ofertas educativas, culturales y comerciales prometidas por numerosos proyectos de conversión revirtieron lentamente el proceso. La casita en las afueras perdió atractivo para muchas familias jóvenes y aburridos habitantes de las conurbaciones decidieron regresar a la ciudad.

La mayoría de los proyectos de conversión de la década posterior a la reunificación están hoy completamente o en gran parte realizados. Ahora se desarrolla entre los expertos y ciudadanos interesados un debate básico sobre la senda correcta hacia el futuro. ¿Es la construcción de grandes bloques habitacionales un complemento sensato a la ciudad ya existente? ¿Ha generado la arquitectura contemporánea, que generalmente no se orienta por las características de la historia urbana local, 
barrios sin alma? ¿Necesitamos una nueva visión urbanística?

En cartas de lectores, manifiestos de arquitectos y en el marco de referendos se debate hoy intensamente sobre los nuevos barrios. Y en algunos controvertidos lugares, la conversión termina en la nada. El referendo sobre el futuro del antiguo aeropuerto militar de Tempelhof, en Berlín, 
tuvo como resultado que en esos terrenos no se construirán edificios, sino que se creará un gran parque. La tercera gran era fundacional luego del cambio de siglo y la posguerra se transformó también 
en una era fundacional de la cultura del debate. Los ciudadanos informados quieren participar y ser escuchados. En di­versas ciudades se han organizado exposiciones arquitectónicas internacionales para desarrollar nuevas formas abiertas de planificación, para que no solo los inversionistas decidan cómo debe desarrollarse una ciudad. La conversión de los 
terrenos baldíos lleva por lo tanto también a una transformación de la urba­nística. En relación con la planificación urbana, la sociedad civil proclama 25 años después de la caída del Muro: ¡Nosotros somos el pueblo! ▪