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Una vida sin Muro

El Muro cayó en 1989 y nuestra autora nació en 1989. Es parte de una generación que nunca ha vivido una Alemania dividida.

Greta Hamann, 23.09.2019
East Side Gallery in Berlin
© dpa

Conocí el Muro por primera vez cuando tenía ocho años. Era un trozo del Muro que se encontraba en el jardín de un edificio de viviendas en Recklinghausen, una ciudad situada en la cuenca del Ruhr. Allí me crie, en el oeste de Alemania. Miré el trozo y no me provocó ningún sentimiento en especial. Lo único que me pareció curioso fue que algunas personas prefirieran poner un pedazo de concreto en el jardín que plantar flores.

Algunos años más tarde, cuando ya iba a la universidad en Dortmund, conocí a un compañero de estudios que era de un pueblo de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, a orillas del mar. "¡Oh, genial, playa!", pensé. "Sí, soy del Este", me dijo. Eso me desconcertó. No lo había pensado. Las categorías de Alemania del Este y del Oeste simplemente no existían para mí. Alemania - eso siempre lo tuve claro - es un único país.

Alemania - eso siempre lo tuve claro - es un único país
Greta Hamman, periodista

Cuando conocía a alguien que era de alguno de los “nuevos Estados federados” era para mí igual que conociera a alguien de Baviera o de Baja Sajonia. Por supuesto que hay diferencias regionales. Pero al final compartimos más de lo que nos diferencia, pensé durante mucho tiempo. ¿O quizás no?

Ha pasado mucho tiempo desde mis primeros días en la universidad y han sucedido cosas que me obligan a repensar la ingenua visión de mi país natal: la xenofobia en sus diversas formas, como Pegida, Freital, Chemnitz. De repente, toda Alemania intenta comprender a "los alemanes del Este". Casi no pasa un día sin que se le pregunte a una persona inteligente en los medios de comunicación, por qué los alemanes orientales hacen lo que hacen. Por ejemplo, elegir en gran número a un partido de extrema derecha como el AfD.

Mi visión es un privilegio de Alemania occidental

Hasta que aprendí que mi optimista visión de Alemania como unidad es un privilegio de Alemania occidental. El profesor Klaus Schröder, quien dirige la Red de Investigación sobre la República Deocrática de Alemana (Forschungsverbund SED-Staat) en la Freie Universität Berlin, lo explica así: "Muchos alemanes orientales creen que los alemanes occidentales no están interesados en nosotros. No tienen ningún interés en nuestro pasado o nuestras historias personales. Y así son las cosas". Se refiere a gente como yo. Personas que suponen que su historia personal es la de todos los alemanes.

¿Un café dónde? En Colonia, en Renania del Norte-Westfalia, antes de la caída del Muro de Berlín en Alemania occidental.
¿Un café dónde? En Colonia, en Renania del Norte-Westfalia, antes de la caída del Muro de Berlín en Alemania occidental. © dpa

Es que la supuesta identidad alemana está conformada sobre todo por alemanes occidentales. Los medios de comunicación nacionales informan con más detalle sobre los alemanes occidentales. Las redacciones de los principales medios de comunicación nacionales se hallan en ciudades de Alemania occidental. El Este aparece de forma destacada en los medios solo cuando causa problemas.

Hay más bien una frontera entre ricos y pobres

Hoy vivo en Colonia. Me gustaría seguir pensando que Alemania es un único país. Pero es cada vez más difícil. Creo que línea divisoria no se extiende a lo largo de la antigua frontera, sino entre las personas económica y socioculturalmente más acomodadas y las menos privilegiadas. Mi realidad es un barrio con muchos niños en el centro de Colonia. Se ven pasar bicicletas de carga con niños delante de pequeños cafés. Al igual que en Leipzig o en Jena, en el Este. Así como hay neonazis en Dortmund y votantes de AfD en Gelsenkirchen, en el Oeste del país. Para que Alemania se convierta en una unidad, todos debemos aprender a acercarnos a los demás con mente abierta en interés auténtico. En los últimos 30 años Alemania ha crecido y ya es hora de comportarnos como adultos.

Damit Deutschland eins wird, muss jeder für sich lernen, unvoreingenommen und mit ehrlichem Interesse auf andere zuzugehen. In den letzten 30 Jahren ist Deutschland erwachsen geworden, jetzt ist es an der Zeit, dass wir uns auch wie Erwachsene benehmen.

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