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“El hoy no puede entenderse sin el ayer”

Harald Müller, investigador sobre la paz y los conflictos, habla sobre lecciones de la historia y la comparabilidad de crisis.

11.06.2014
© picture-alliance/dpa - Harald Müller

En Alemania experimentamos actualmente un enorme auge mediático en relación con la historia de la Primera Guerra Mundial. Abundan los libros, filmes, lecturas y reportajes. ¿Contó con que se desarrollara tanto interés por un tema histórico?

Desde el punto de vista del mercado, sí, era de esperar. Es un tema ideal para best-sellers y cuotas de audiencia: conocido, espectacular, históricamente importante y bastante cruel. Se adecua tanto para análisis serios e inteligentes como para confusos chismorreos. En serio: a mi curso universitario sobre la Primera Guerra Mundial asisten 80 estudiantes muy interesados. Entienden que existe una continuidad histórica desde entonces hasta hoy y que el hoy no puede entenderse sin el ayer. Como sienten que la información que 
poseen es insuficiente, quieren saber más. Se trata 
de una actitud muy madura.

¿Qué mensaje puede partir de un año del recuerdo con tres grandes aniversarios, 1914, 1939 y 1989? ¿Qué podría quedar de él a largo plazo?

Hasta ahora, la Primera Guerra Mundial lo domina todo. Es también el aniversario más redondo. Por eso supongo que seguirá atrapando la mayor atención y que solo en los días muy próximos a los otros dos aniversarios –comienzo de la II Guerra en septiembre de 1939 y caída del Muro en noviembre de 1989– estos estarán en el foco. El análisis de la Primera Guerra Mundial fortalecerá en Alemania el escepticismo en relación con los instrumentos militares y la preferencia por una política exterior y de seguridad cooperativa y multilateral como lineamiento fundamental de la política alemana. Posiblemente también la idea europea reciba una infusión urgentemente necesaria, ya que la Unión Europea es el más fuerte ba­luarte contra una “nueva Sarajevo” en Europa.

En relación con la Primera Guerra Mundial se mencionan el fracaso de la diplomacia y la debilidad de la política como razones por las que no se pudo impedir el conflicto. ¿Tiene la diplomacia hoy medios más efectivos que hace 100 años?

Entonces había restos de una concertación europea, de un multilateralismo de las grandes potencias muy eficaz durante largo tiempo, cuyos instrumentos se aplicaron aún en 1913 en la Segunda Guerra 
de los Balcanes. En 1914 no existía aún la Sociedad de Naciones, no fue fundada sino como respuesta a la experiencia de la guerra. Las Naciones Unidas 
y el Consejo de Seguridad son hoy una organización mucho más fuerte que la Sociedad de Naciones, 
pero se necesita una nueva concertación, cuya 
composición –a diferencia del Consejo de Seguridad– refleje la distribución de poder actual en el mundo. Solo la existencia de buenas instituciones 
no garantiza, sin embargo, la paz. Solo ofrece 
posibilidades, que, para ser efectivas, deben ser aprovechadas. Decisiva es la práctica de las 
grandes potencias. Y ahí hay problemas, como lo 
demuestran la crisis de Ucrania y las disputas 
territoriales en Asia Oriental y el Mar de la China Meridional.

¿Tienen los puntos de fricción y los conflictos por intereses en el siglo XXI una naturaleza fundamentalmente diferente a los del siglo XX?

Son alarmantemente similares: territorio, estatus, competencia por ventajas y recursos naturales, además de diferencias ideológicas, secundarias, como democracia versus autocracia. Todo lo demás viene detrás. La muy tematizada globalización no cambió mucho esa realidad, como tampoco el auge de las organizaciones no gubernamentales. En el juego entre las grandes potencias es aderezo, pero no esencia.

La Primera y sobre todo la Segunda Guerra Mundial tuvieron consecuencias para los fundamentos de la política exterior de Alemania. ¿Se puede hablar en ese contexto de lecciones aprendidas?

El fundado escepticismo de la población alemana con respecto a la moral y la relación costos-beneficios de las acciones militares se remonta a la experiencia de las dos guerras mundiales, confirmada 
en parte –si bien no en todos los casos– por la experiencia con las misiones militares alemanas con mandato de la ONU luego de 1990. La disposición a la multilateralidad, la fundamentación de la influencia en el poder económico, el intento de buenas relaciones de vecindad, el compromiso con los derechos humanos, la preferencia por la diplomacia antes que sanciones y amenazas y el respaldo a los controles de armas y el desarme, aunque a algún aliado les parezcan fuera de moda, todo eso es reflejo de las “lecciones aprendidas”.

De la Alemania reunificada hace ya un cuarto de siglo se espera hoy que asuma más responsabilidad en las relaciones internacionales. ¿En qué 
forma es posible?

La antigua República Federal de Alemania ya asumió responsabilidades –en la UE, la OTAN, a través de la política de distensión– y también luego de 1990, tanto no militarmente como militarmente. No pueden olvidarse las 16 misiones alemanas en el exterior en curso y las 14 terminadas. Además, el debate en relación con la responsabilidad se centra, en mi opinión demasiado, en cuestiones militares. En lo que Alemania debería asumir más responsabilidades es en el logro de los Objetivos del Milenio de la ONU, la política climática y la mayor justicia económica y social en la UE y el mundo. En el área militar no veo que Alemania deba comprometerse más.

Si la Unión Europea es una de las respuestas a 
las catástrofes del siglo XX, ¿fueron aprovechadas lo suficiente las posibilidades que se abrieron en Europa luego de la apertura de 1989? ¿Cuáles fueron quizás desaprovechadas?

Los déficits se hallan más bien a nivel europeo. Con la política de expansión de la OTAN allanamos la senda para una nueva división de Europa, si bien 
inevitable debido al urgente deseo de los socios de Europa Oriental, pero trágica. La UE se abrió justificadamente hacia el este, pero aceleró demasiado la ampliación, en lugar de emplear las perspectivas de ingreso como incentivo para reformas internas en los respectivos países.

“Había una vez un sueño europeo sobre cómo enemigos se transformaron en buenos vecinos”. Así comenzó recientemente el sociólogo Ulrich Beck un ensayo. ¿Cómo podría seguir para usted ese sueño europeo?

Me desacostumbré a soñar con la Unión Europea en relación con un objetivo. La UE se ha desarrollado hasta ahora siempre entre retrocesos y saltos hacia adelante. Básicamente puede seguir siendo así. Fuertes identidades nacionales y débiles identidades europeas pueden coexistir, mientras poderosas instituciones aseguren la continuidad. Quizá sea válida también en este caso la frase del socialdemócrata Eduard Bernstein sobre el progreso social: ¡El camino lo es todo; la meta, nada! ■

Entrevista: Janet Schayan

El PROF. DR. HARALD MÜLLER

es director de la Fundación de Hesse 
para la Investigación sobre Paz y Conflictos y profesor de Relaciones Internacionales en Fráncfort del Meno. Entre sus áreas de investigación se cuentan la política de seguridad y orden mundial de los Estados. Müller fue asesor de desarme del secretario general de las ONU Kofi Annan. Desde 1999 es copresidente del grupo “Investigación sobre la Paz y los Conflictos” en el Centro de Análisis y Prevención del Ministerio de RR. EE. de 
Alemania y desde 2011 vicepresidente del EU Non-Proliferation Consortium.