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Embajador Weber-Lortsch en Myanmar

En la serie de deutschland.de "En misión", embajadores alemanes brindan una mirada detrás de la escena diplomática y de su país anfitrión. Parte 3: Christian-Ludwig Weber-Lortsch en Myanmar.

01.07.2014
picture-alliance/dpa - Christian-Ludwig Weber-Lortsch

¿Qué temas determinan actualmente las relaciones bilaterales entre Alemania y su país anfitrión?

En febrero pasado, el presidente de Alemania Joachim Gauck allanó el camino hacia una alianza amplia para la reforma y la modernización. Una delegación de la Cámara Alemana de Industria Alemana y Comercio, el Goethe-Institut, así como nuestros socios de cooperación para el desarrollo GTZ y KfW se han instalado en Myanmar. Apoyamos a empresas que venden, compran o invierten en este país. Hemos invitado a Alemania a la nueva ministra de Educación de Myanmar, que se doctoró en Gotinga, a fin de reforzar la cooperación en materia educativa. También tratamos de promover el proceso de paz y una transmisión del mando democrática y pacífica en las elecciones de 2015 junto con la UE.

 

¿Qué vincula especialmente a Brasil con Alemania y en qué aspecto le gustaría que las relaciones se intensificaran más?

Somos viejos amigos. Este año celebramos el 60º aniversario de relaciones diplomáticas. Después de la independencia, fuimos uno de los principales socios de económicas y en la cooperación para el desarrollo. Hoy tratamos de promover la reconstrucción de Myanmar a través de educación, el desarrollo económico y la creación de empleo. 25 años después de la caída del Muro aportamos nuestra propia experiencia en un proceso de transformación. Nuestras fundaciones políticas desempeñan un papel importante en la reconciliación nacional. Por ejemplo en materia de Estado de derecho y sistema federal.

 

Usted es embajador en Myanmar desde la apertura del país en 2011. ¿Cómo vive personalmente los acontecimientos?

La vida en la capital Rangún se ha vuelto más colorida, más ágil, más internacional, pero también más cara. Sin embargo, la ciudad se caracteriza aún por las tradiciones: hoy se siguen viendo más pagodas, monjes y longis que rascacielos, policías y minifaldas. Hay 65 partidos políticos y los medios de comunicación no están censurados. La modernización es evidente, pero también la extrema pobreza junto a las relucientes fachadas. Para una persona que gana un euro al día la democracia no es más que un sueño inalcanzable.

 

Myanmar ocupa en 2014 la presidencia de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). ¿Cuál es el papel aquí de la joven democracia? ¿qué progresos ha realizado la comunidad internacional y con qué consecuencias para Alemania y la UE?

La primera cumbre de la ASEAN en Myanmar fue un éxito. El país que hasta hace poco era causa de preocupación, ahora demuestra ser competente gestor de crisis y honesto mediador. Se ha avanzado en la construcción de la comunidad económica hasta 2015. A diferencia de la UE, ASEAN no tiene estructuras supranacionales. Todo tiene que ser negociado mediante consenso de los Estados nacionales. Sin embargo, a pesar de las diferencias históricas, étnicas y religiosas, la comunidad está creciendo. No sólo en lo económico, también en lo político los 600 millones habitantes de sudeste asiático desean defender su identidad y sus intereses contra el poderoso vecino.

 

Muchas veces difieren la opinión sobre un país visto de dentro y de fuera. ¿Qué se debería decir de Myanmar de acuerdo con su experiencia personal?

Myanmar sigue siendo un amigo a quien no conocemos muy bien. El debate político se reduce a menudo a la lucha por la libertad de la Premio Nobel Aung San Suu Kyi contra la junta militar de entonces. Pero la llamada "Tierra de Oro" es una estructura muy compleja, un Estado multiétnico orgulloso de su historia. Con sus 135 minorías, diferentes idiomas y religiones, así como con sus fuertes contrastes sociales, es un país rico pero con población pobre. 60 años de guerra civil han dejado una secuela de estragos. Es importante superar las fuerzas centrífugas y lograr un reparto equitativo del poder y de los recursos. El federalismo no es una panacea, pero podría ayudar a fortalecer e integrar tanto las regiones como a las minorías.

 

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