Responsabilidad ante la historia
Alfred Grosser sobre el “motor germano-francés” y vías para salir de la crisis del euro.

Cuando Charles de Gaulle culminó en septiembre de 1962 triunfalmente su viaje por Alemania, el canciller federal Konrad Adenauer escribió al exministro de Relaciones Exteriores francés Robert Schuman que en esos días había pensado en él a menudo y muy agradecido. Con ello recordaba el 9 de mayo de 1950, día en que la declaración de Schuman sobre la nueva construcción de Europa puso la piedra fundacional para el “motor germano-francés” y Europa. Adenauer había comprendido entonces de inmediato el mensaje, así como también lo habían entendido dos personalidades que más tarde serían padres fundadores de la Unión Europea: el italiano Alcide de Gasperi y el socialista belga Paul-Henri Spaak. Alemania y Francia –que en 2013 celebrarán el 50 aniversario del tratado de cooperación germano-francesa– como motor de una Europa unida sí, pero no como únicos conductores.
La orientación política partidaria de los protagonistas que más tarde marcarían los destinos nunca desempeñó un papel decisivo. Ni el dúo Helmut Schmidt/Valéry Giscard d’Estaing ni el tándem Gerhard Schröder/Jacques Chirac se guiaron por los intereses partidarios para determinar el rumbo en las relaciones germano-francesas. A la cabeza de los valientes estuvieron sin duda el conservador Helmut Kohl y el socialista François Mitterrand, apoyados por Jacques Delors, por entonces presidente de la Comisión de la UE.
En la crisis actual deberíamos recordar que poco antes de la creación del euro casi nadie había creído en la creación de la moneda común. Es de esperar que el futuro sea mejor de lo que la razón apunta. Ello supone una vez más una comunidad germano-francesa que tire de los demás socios de la UE. Que François Hollande, el nuevo presidente francés, sea socialista, no debería ser un obstáculo. Como representante del partido está próximo a la socialdemocracia alemana; como presidente, su “única” verdadera interlocutora es la canciller cristianodemócrata Angela Merkel. El mayor obstáculo para el dúo Merkel/Hollande son probablemente sus diferentes concepciones básicas. Para que Alemania continúe dando garantías financieras se necesita de un control real de la política presupuestaria de los países receptores, más autoridades comunes, una transferencia de derechos soberanos y más federalismo europeo. En Francia, por el contrario, prevalece la creencia en la fuerza de las decisiones gubernamentales coincidentes. Sendas hacia un compromiso creativo están a la vista, pero con una limitación no insignificante: también Berlín deja de lado a las instituciones europeas y argumenta como si hubiera que reinventarlas.
Las elecciones parlamentarias francesas dieron a François Hollande y el Partido Socialista una mayoría histórica, abriéndoles un vasto horizonte político y temporal de posibilidades de acción. Tampoco la canciller gobierna solo con miras a las elecciones para el Bundestag de septiembre de 2013. Ambos, Merkel y Hollande, pueden beneficiarse de un accionar conjunto y orientado hacia el futuro, a condición de que convenzan a otros y recurran a las instituciones europeas. Debería crearse una especie de Europa núcleo, que estuviera abierta para todos los que quieran participar. En una comunidad de 27, próximamente 28, no puede esperarse a todo miembro y existen posibilidades de actuar sin hacerlo.
El euro está en una encrucijada. Quizás justamente por ello se abran en esta situación ojos y vean qué está en juego. Muchos alemanes y franceses cultivan actualmente un escepticismo quejumbroso y acusador con respecto a Europa. Angela Merkel y François Hollande deberían por ello repetir claramente en sus palabras lo que Jacques Chirac dijo en julio de 1974 como recién nombrado primer ministro: “La política europea no pertenece más a nuestra política exterior. Es otra cosa y no puede separarse de los objetivos que nos hemos fijado para nosotros mismos.”
Alfred Grosser
nació en 1925 en Fráncfort del Meno y es desde 1937 ciudadano francés. Es profesor emérito de Ciencias Políticas del Institut d’Études Politiques, de París; Premio de la Paz de los Libreros Alemanes y recibió numerosos otros premios y distinciones. Alfred Grosser se define como “mediador entre franceses y alemanes, creyentes y no creyentes, europeos y seres humanos de otras culturas”.