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Resultados de una misión

Frank-Walter Steinmeier, ministro de RR. EE., sobre la Misión ISAF en Afganistán.

12.12.2014
© AA/photothek/Thomas Köhler - Frank-Walter Steinmeier

Afganistán siempre depara sorpresas. Luego de largas 
y difíciles negociaciones, 
Ashraf Ghani y Abdullah 
Abdullah, los dos candidatos a la presidencia, acordaron finalmente formar un Gobierno de unidad nacional. Así allanaron el camino para un cambio pacífico en el poder logrado a través de elecciones.

La presión de la comunidad internacional fue importante para ello y tuvo efectos. Las elecciones no se realizaron na­turalmente de acuerdo con nuestros estándares, eso no deberíamos olvidarlo. La formación de Gobierno en Kabul demuestra cuán difícil es aprender a ejercer la democracia. Democracia no significa solo que la mayoría decida, sino también que los intereses de la minoría sean respetados. Ghani, el nuevo presidente, y Abdullah, el jefe de su Administración, son desde ahora responsables de que Afganistán logre dejar atrás su sangriento pasado. Alemania continúa estando dispuesta a apoyar a Afganistán.

Ningún otro tema marcó tanto el debate sobre política exterior en Alemania en los últimos años como nuestro compromiso en Afganistán. Comenzó con los atentados del 11 de septiembre y la Con­ferencia de Petersberg a fines de 2001.

“Agujeros negros” en el mapa mundial, en los que el terrorismo internacional pueda reclutar y entrenar seguidores y planificar atentados, fueron reconocidos ya entonces por nosotros como amenaza a nuestra propia seguridad. Entonces temimos que también Alemania pudiera transformarse en objetivo de ataques terroristas dirigidos desde Afganistán.

La misión de combate de la OTAN y sus aliados termina a fines de 2014. Ese no es el fin de nuestro compromiso, pero es un corte. Ofrece la posibilidad de realizar un balance autocrítico. Mucho hemos logrado para el desarrollo de Afganistán: la esperanza promedio de vida pasó de entonces 45 a 60 años de edad, la tasa de mortalidad materna e infantil se redujo notablemente. En las universidades están matriculados más de 200.000 estudiantes. Hay calles asfaltadas, corriente eléctrica, teléfonos móviles y autos. Y hay algo que no se ve a primera vista: una sociedad civil con un gran número de medios considerablemente independientes. En el índice de libertad de prensa de la organización “Reporteros sin Fronteras”, Afganistán se halla hoy por delante de sus vecinos India, Pakistán y Uzbekistán.

Esos progresos son reales, pero lamentablemente no marcan la imagen de nuestra misión en Afganistán hoy. La razón es que durante demasiado tiempo mucho no fue logrado, hasta hoy: la economía de la droga continúa floreciendo. La corrupción a todos los niveles impide la modernización de la economía y el Estado. Muchas provincias son dominadas por señores de la guerra, en partes del país reina aún la violencia. Quien deseó una más rápida igualdad de derechos de la mujer no puede estar hoy satisfecho, a pesar de algunos progresos logrados.

También continúan existiendo los talibanes islámicos radicales. Eso es frustrante. Pero, ¿es nuestra culpa? ¿Podría haber solucionado alguien todos esos problemas en doce años? Mucho sugiere que nuestro mayor error fue despertar demasiadas expectativas… y realizar para ello demasiado poco esfuerzo. No solo queríamos neutralizar las amenazas para la seguridad que partían de Afganistán, sino también conducir al país rápidamente hacia un futuro de acuerdo con nuestras ideas.

Entonces no supimos comprender qué era posible hacer en corto tiempo y 
qué no en ese país luego de 30 años de guerra civil. Por eso algunas promesas quedaron incumplidas. No deberíamos subestimar qué consecuencias tienen hasta hoy esos errores en nuestras expectativas.

A posteriori haríamos también algunas cosas en forma diferente. Se puede demostrar tomando como ejemplo a los 
talibanes. A la Conferencia de Petersberg no fueron invitados a participar en la creación de un orden de paz porque entonces parecían no desempeñar ya 
papel alguno. Durante demasiado tiempo subestimamos a los talibanes como factor político. Por lo menos hemos aprendido de los errores y los hemos 
corregido. Con el Plan de Diez Puntos proporcioné en 2009 un impulso para poder coordinar cada vez mejor la 
ayuda para la reconstrucción y el desarrollo. Además promovimos en todo el país la capacitación de las fuerzas de seguridad. Con eso creamos el fundamento para que la Bundeswehr puede retirar este año 3000 soldados. No debemos abandonar en fuga el país, como los estadounidenses abandonaron Vietnam en 1975. Continuaremos apoyando a las fuerzas de seguridad afganas y hasta 2016 invertiremos anualmente 430 millones de euros en ayuda para la reconstrucción civil.

¿Qué nos enseña todo esto? Debemos comprometernos más decididamente y no podemos descansarnos solo en lo militar. Necesitamos un largo aliento. Pero también debemos ser humildes. Debemos aceptar cuán poco puede transformarse a menudo desde afuera. No obstante: una mirada al mapa político mundial me permite advertir de no calificar apresuradamente de fracaso a nuestra misión.

En Libia, algunos países se decidieron por ataques militares para evitar una sangrienta guerra civil. Pero nadie estuvo dispuesto a comprometerse más allá de ello. Hoy, el país amenaza desintegrarse en medio de la guerra civil.

En Siria, la comunidad internacional no pudo ponerse de acuerdo en un accionar común. Así surgió un vacío que comenzó a llenar el terrorista Estado Islámico (EI). En Irak quedó demostrado cuán fácilmente entra en crisis un estado plurinacional dividido. También de ello se aprovechó el EI, con nefastas consecuencias para toda la región.

Comparados con esa realidad, los resultados de la misión en Afganistán son alentadores. Liberamos a un país del 
dominio terrorista y no dejamos que se sumiera en el caos. De Afganistán ya no parte peligro terrorista alguno para el mundo. La seguridad y el desarrollo aún son frágiles, pero el país se ha transformado. Ahora, con un nuevo Gobierno en Kabul, podemos trabajar para lograr un futuro pacífico para Afganistán. Seguiremos acompañando ese proceso, como amigos del pueblo afgano. ▪