“Marx era genial, pero difícil de soportar”
Thomas Kuczynski, experto en Karl Marx, explica por qué Marx era un genio, pero, igualmente, el marxismo fracasó.
Thomas Kuczynski es uno de los mejores conocedores de las obras, las ideas y el ser humano Karl Marx (1818–1883). Siete preguntas al último director del Instituto de Historia Económica de la desaparecida RDA.
Sr. Kuczynski, usted reeditó a comienzos de 2018 “El Capital”, de Karl Marx. ¿Por qué?
Karl Marx no pudo publicar el primer tomo de su principal obra en la versión que él mismo calificó, en 1881, de definitiva. El principal punto de disputa de las ediciones publicadas después de su muerte fue siempre hasta qué punto debían tomarse en cuenta los cambios realizados por él mismo en la edición en francés en relación con la segunda edición en alemán. Marx decía que en la edición en francés había “agregado algunas cosas nuevas y explicado otras mucho mejor”. Por ello, exigía que “el traductor debería comparar cuidadosamente la segunda edición en alemán con la edición en francés, porque esta última contiene importantes modificaciones y complementos”. Fue lo que hice, para realizar un aporte a la mejor comprensión de Marx.
¿Cuánto tiempo trabajó en la obra de 800 páginas?
Unos 20 años, con interrupciones, porque también he trabajado en otras cosas. Pero fueron, sin duda, más de diez años netos.
El marxismo-leninismo fracasó, sobre todo, porque el capitalismo demostró ser extremadamente flexible.
¿Qué se puede aprender hoy de Karl Marx?
Hay que leer a Marx con una cabeza que esté inserta en el presente. Tomemos, por ejemplo, la ecología. A primera vista, no desempeña papel alguno en Marx. Pero, por ejemplo, la “Crítica de la Economía Política” contiene una clara declaración al respecto. Marx escribe que el modo de producción capitalista destruye la fuente de toda riqueza.
¿Por qué fracasó el marxismo en la práctica?
El marxismo-leninismo fracasó, sobre todo, porque el capitalismo demostró ser extremadamente flexible y capaz de integrar casi siempre a movimientos en sentido contrario. Un ejemplo es la reducción de la jornada laboral. Sin la jornada de ocho horas no hubiera tenido lugar la racionalización.
¿Cuándo se “topó” por primera vez con Karl Marx ?
En nuestra casa, Marx siempre estuvo omnipresente. Mi madre editó sus obras, mi padre las leyó todas. Cuando, un día, mi maestra –yo tendría quizá unos ocho años y era bastante bueno en la escuela– se quejó ante mis padres por mi letra, yo me remití a la copia de un manuscrito de Marx, que se hallaba sobre el escritorio de mi padre. “Así también escribo yo”, dicen que les dije a mis padres. Desde entonces, Marx estuvo en mi cabeza. En cuanto a contenidos, no me ocupé de Marx, naturalmente, sino más tarde.
Usted calificó a Karl Marx de genio. ¿Qué fue lo genial?
Admiro en él la singular combinación de ciencia y política, que se da raras veces en las ciencias sociales y las humanidades. Como científico, analizó profundamente las cosas. Simultáneamente, se esforzó por hacer que sus ideas tuvieran una amplia difusión.
¿Tenía también debilidades?
Una de sus debilidades era su obsesión por lograr análisis completos, que ya criticó Engels. Así fue como nunca llegó a acabar nada. Además, era, aparentemente, una persona insoportable. Marx era crítico consigo mismo, pero, al mismo tiempo, estaba muy convencido de sí mismo. Con esa actitud podía herir a otras personas, también a amigos.
Entrevista: Martin Orth
