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La Documenta y el escándalo

Un caso de antisemitismo empaña la exposición de arte contemporáneo de Kassel. Está siendo investigado, para volver a centrarse en lo esencial: una nueva comprensión del arte.

Jürgen Moises, 08.08.2022
Primero cubierta, luego desmontada: la gran pintura antisemita
Primero cubierta, luego desmontada: la gran pintura antisemita © dpa

¿Por qué el Museo Fridericianum se llama de pronto Fridskul? ¿Quién alojó allí al grupo Gudskul y a los Rurukids? ¿Y por qué se escuchan términos como “Lumbung” allí y en muchos otros lugares de Kassel? La respuesta es sencilla: es la nueva Documenta, en Kassel. La exposición mundial de arte contemporáneo, también conocida como “Museo de los 100 días”, está omnipresente una vez más en esa pequeña ciudad del estado federado de Hesse. Pero la Documenta 15, que se celebra hasta septiembre, esta vez es diferente. Por primera vez desde 1955, la exposición de arte contemporáneo más importante del mundo, que tiene lugar cada cinco años, es comisariada por un colectivo de artistas. Ruangrupa (traducido libremente: “espacio para el arte”) es el nombre de ese colectivo fundado hace 22 años en Yakarta, Indonesia, y que representa al "Sur global". A Kassel trajo sus muy propias ideas sobre el arte.  

Visitantes delante del Fridericianum
Visitantes delante del Fridericianum © dpa

Una de ellas es que los miembros de Ruangrupa se centran como curadores en valores tales como la amistad, la solidaridad, la sostenibilidad y la comunidad. Por ello, como colectivo han invitado a otros grupos y estos pueden convocar también a otros artistas para sus exposiciones o acciones. El número total de participantes en la Documenta 15 es de unos 1.700. Como organizador o visitante, rápidamente se puede perder la orientación. A esa cooperación artística, social y económica Ruangrupa la llama “Lumbung”, que significa “granero de arroz administrado colectivamente”. En Indonesia, los excedentes de las cosechas se almacenan en esos graneros y se distribuyen posteriormente entre la comunidad.

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Como idea, suena simpática, y el ambiente en la Documenta también se experimenta como abierto, no elitista, lúdico y cordial. Sin embargo, pronto se añadió otro adjetivo: antisemita. En un mural del grupo de artistas indonesios Taring Padi, invitado por Ruangrupa, podían verse dos caricaturas antisemitas. La obra fue retirada. Pero las caricaturas ya habían causado un enorme revuelo. La gran pregunta es desde entonces cómo pudo ocurrir. Para muchos, aún no ha sido respondida adecuadamente. La dirección de Documenta remitió a la libertad de los artistas y los curadores. Ruangrupa y Taring Padi han pedido disculpas por el cuadro de 20 años de antigüedad. Y quién fue el artista que creó esas figuras en el cuadro colectivo, pretendidamente antiimperialistas y anticapitalistas, no se sabe exactamente.

No hay duda de que en Alemania no pueden mostrarse imágenes antisemitas. Porque la libertad artística, por lo demás imperante en el país, termina cuando se viola la dignidad humana. Y como la indignación es grande, se han exigido las renuncias de la directora general de la Documenta, Sabine Schormann, y de la Secretaria de Estado encargada de la Cultura, Claudia Roth. Otros observadores dicen que la Documenta 15 es ya un total fracaso y que ya no es posible salvarla. En todo caso, el hecho es que desde ese escándalo, todo lo demás ha pasado a un segundo plano. Como, por ejemplo, el enfoque comunitario, la crítica al capitalismo y al mercado del arte, así como los reconocibles intentos de recorrer nuevos caminos artísticos, no sólo teóricos, sino también prácticos. 

La “Aboriginal Embassy”, de Richard Bell
La “Aboriginal Embassy”, de Richard Bell © dpa

Uno de esas experimentos artísticos es la “Galería Lumbung”, en la que se permite a los artistas vender obras sin que intervenga el mercado clásico del arte. O ideas como la de la británica Kate Rich de utilizar los viajes en el mundo del arte para transportar alimentos y otras cosas. En la “Lumbung Press” en el Salón de la Documenta se imprimen fanzines y folletos. En el Museo Friedericianum, Richard Bells defiende los derechos de los aborígenes australianos con sus pinturas pop, mientras que el colectivo Nest, de Nairobi, critica a los países industriales ricos con montones de ropa vieja y residuos electrónicos colocados en el prado Karlsauen, frente al museo. En la Grimmwelt, una casa de exposiciones sobre las obras, el trabajo y la vida de los hermanos Grimm, el teatrista indonesio Agus Nur Amal Pmtoh muestra en vídeos y talleres el arte de contar historias. Y en Ahoi, donde se alquilan botes a orillas del río Fulda, es posible relajarse y distenderse.

El proyecto “Citizenship”, de la Documenta, ante el edificio del Reichstag, en Berlín
El proyecto “Citizenship”, de la Documenta, ante el edificio del Reichstag, en Berlín © dpa

En la antigua piscina Hallenbad Ost, Taring Padi exhibe su archivo. En el Hübner-Areal, un lugar de producción abandonado, la Fondation Festival sur le Niger, de Malí, presenta películas, obras de teatro y conciertos, y en el Parque Estatal de Karlsaue, hasta un montón de compost es un lugar de exposición. En cuanto a los artistas alemanes, el Centro de Arte y Urbanismo de Berlín, por ejemplo, está representado con una múltiple acción sobre un barco. Henrike Naumann muestra, por su parte, en una iglesia una escultura con forma de órgano. Si el resto es arte o “solo” activismo o, como dice el teórico del arte Bazon Brock, incluso el "fin del arte", es una cuestión muy debatida. Y la propia Documenta es el mejor lugar para ello.

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