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Ratisbona: la ciudad antigua y nueva

En la serie de deutschland.de “Mi ciudad”, alcaldes dan consejos e información de primera mano. Parte 34: el alcalde de Ratisbona, Joachim Wolbergs.

21.07.2016
© dpa/P. Schickert - Regensburg

Sr. Wolbergs, ¿qué caracteriza a su ciudad?
Quizás se sorprenda si le respondo a su pregunta con lo que dijo un monje que vivió en el siglo XI. El monje Otloh, de St. Emmeram, un importante convento de Ratisbona, resaltó que lo particular de nuestra ciudad es que “es vieja y nueva al mismo tiempo”. Justamente eso es lo que hace muy particular a Ratisbona. Por su singular patrimonio arquitectónico histórico, maravillosamente conservado, nuestro casco urbano antiguo fue incluido hace exactamente diez años en la lista de la Herencia Mundial de la UNESCO. Por doquier se encuentran huellas de los romanos. La Porta Praetoria de Ratisbona y la Porta Nigra, de Tréveris, algo más grande, son las dos únicas puertas romanas conservadas hasta hoy al norte de los Alpes. La Porta Praetoria forma parte del recorrido histórico “Muro de las legiones”. Las imponentes torres de los “patricios”, una demostración de poder en el Medioevo, el Puente de Piedra, el más antiguo puente de Alemania, y la catedral de San Pedro son importantes ejemplos del arte arquitectónico gótico. Todas esas atracciones hacen de Ratisbona algo muy especial. Pero eso no es todo. Nuestra ciudad no es un museo. Ratisbona es una vibrante ciudad, no sin razón denominada “la ciudad italiana más septentrional”. Los visitantes provienen de todas las regiones de Alemania, pero también de todo el mundo. Vienen a ver y admirar nuestra ciudad, pero también a aprender, estudiar, trabajar o asentarse. Esa es la razón por la que Ratisbona, a diferencia de muchas otras ciudades de tamaño similar, continúa creciendo. Y quien se marchó de nuestra ciudad, a menudo nada desea más fervientemente que regresar.

¿Qué ve cuando mira a través de la ventana de su despacho?

Mi despacho se halla en el parte barroca del Viejo Ayuntamiento. Cuando miro a través de la ventana veo la Plaza del Ayuntamiento, por la que, sobre todo en verano, deambulan innumerables grupos de turistas y reciben información sobre nuestra rica historia en numerosos idiomas. Escucho las exclamaciones de admiración y veo cómo la mayoría saca fotos, ya sea con la cámara o con el smartphone. Pero también veo a los habitantes de Ratisbona, que pasean por su ciudad, beben un capuchino en uno de los numerosos cafés o van de tienda en tienda con bolsas de compras en la mano. Cuando observo esas escenas, pienso que en nuestra ciudad, a la mayoría de la gente le va bien.

¿Cuál es su lugar preferido en la ciudad?

Es una pregunta muy difícil de contestar. ¡Hay tantos lugares encantadores! A quienes no conocen Ratisbona les recomiendo simplemente venir. Para quienes aman la calma, la ciudad ofrece muchos parques y jardines. Desde las orillas del Danubio pueden verse los famosos remolinos en el río, a los que se canta incluso en las coplas populares. En las cervecerías al aire libre, de las cuales hay numerosas en Ratisbona, se puede disfrutar, sobre todo en verano, de una agradable atmósfera y sabrosos bocadillos. Si, por el contrario, se prefiere algo más de movimiento, en el casco urbano antiguo se encuentran numerosas posibilidades para pasarla bien. Actualmente estamos instalando más bancos para descansar durante los recorridos por el casco antiguo. En cuanto a restaurantes, mi favorito es el Restaurant Orphée, en la calle Untere Bachgasse, un local de gran tradición. Allí me siento cuando quiero distenderme algo y observo a la gente. Así entablo también muchos diálogos con habitantes de la ciudad y visitantes.

¿A qué personalidad de su ciudad aprecia más?

No son necesariamente las personalidades más conocidas las que más me impresionan. De esas se podrían mencionar muchas. Desde Albrecht Altdorfer, pasando por Johannes Kepler hasta el papa Benedicto XVI. Sus servicios a Ratisbona y toda la humanidad son indiscutibles. Personalmente, sin embargo, prefiero destacar a la gente común y corriente en nuestra ciudad, porque son esas personas las que hacen de Ratisbona lo que es. Un ejemplo son las amas de casa que durante las inundaciones prepararon café y panecillos para dar fuerzas a los bomberos y rescatistas. Otro, son los numerosos estudiantes que ayudan a que los refugiados puedan integrarse en nuestra ciudad. También quiero mencionar a los innumerables voluntarios de organizaciones de interés público que ayudan a quienes lo necesitan, sin exigir ni paga ni reconocimiento. Todas esas personas son el rostro de nuestra ciudad y de ellas estoy sumamente orgulloso.

¿Qué lugar le mostraría a un visitante?

Quien quiera conocer Ratisbona a fondo debe obligadamente adentrarse en el casco urbano antiguo, con sus numerosas callejuelas. También vale la pena ver a nuestra ciudad desde arriba. Se lo puede hacer desde la torre de la Iglesia de la Trinidad, en la calle Gesandtenstrasse, desde donde puede apreciarse un maravilloso panorama. Otra posibilidad es subir a las colinas de Winzerer Höhen, que enmarcan a nuestra ciudad en el norte, en la otra orilla del Danubio. Los paseos por las colinas son una experiencia singular. Desde allí se abren también una y otras vez extraordinarias vistas sobre la ciudad.

¿Cómo puede conocerse mejor a los habitantes de su ciudad?

Contactos pueden entablarse en los diversos mercadillos callejeros. El mayor es el mercadillo en la plaza Alter Kornmarkt. Tiene lugar todos los sábados desde bien temprano por la mañana hasta el mediodía. Allí pueden comprarse numerosos productos regionales y rápidamente se entablan conversaciones con los vendedores y clientes.

¿Dónde le gusta pasar sus vacaciones?

Luego de todo lo que he contado no podrá sorprenderle que a esa pregunta responda: en Ratisbona. Efectivamente es así. Ello se debe a que me gusta trabajar. Por eso, el Ayuntamiento no debería estar muy lejos. Por otra parte, en esta ciudad me siento maravillosamente bien. La única opción es visitar las tierras de donde proviene mi familia, en las costas del Mar del Norte y en Frisia Oriental. Pasar de vez en cuando un par de días allí me agrada mucho. Esos días son suficientes como vacaciones. 

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