“El punto de partida de una historia de éxito”
Hartmut Esslinger es uno de los diseñadores más conocidos de Alemania. En esta entrevista habla sobre las tradiciones y los retos del diseño alemán.
Con sus ideas creativas, el diseñador alemán Hartmut Esslinger triunfa en todo el mundo. Fundó la empresa frog design y asesoró en sus inicios a empresas internacionales como Sony y al fundador de Apple, Steve Jobs. Nacido en 1944 en la Selva Negra, Esslinger comenzó su carrera en Alemania, pero desde hace décadas vive en California.
Sr. Esslinger, ¿cómo se percibía el diseño alemán a su llegada a EE.UU. y qué percepción existe actualmente?
Norio Ōga, de Sony, adoraba nuestro diseño “alemán”, por ejemplo los equipos estereofónicos y los televisores para WEGA y la fantástica publicidad de la época, Steve Jobs por su parte admiraba lainnovaciónde Sony y nuestro “estilo internacional”. A Steve también le gustaban las cafeteras de Braun. Sin embargo, su icono del diseño alemán era el Porsche 911. Al ser el primer gran estudio de diseño de Silicon Valley, durante mucho tiempo pasamos desapercibidos para la élite del diseño estadounidense. Entretanto, el “Design 4 Industry” convergente, es decir, los productos físicos y el software digital, ya no se puede reducir a un país.
Cuando hablamos de los orígenes del diseño alemán, a menudo nos referimos a la escuela Bauhaus de los años 20, y a veces también a la Escuela de Diseño (HfG) de Ulm, que existió de 1953 a 1968. ¿Qué importancia tienen estas instituciones para usted?
Ambas escuelas fueron revolucionarias a nivel internacional y han renovado de forma duradera la cultura industrial, en ambos casos después de las dos guerras mundiales, y siguen influyendo en el “Design 4 Industry” hasta hoy. Sobre todo la HfG de Ulm consolidó la interrelación del diseño con la producción moderna, la ciencia, la semántica y la comunicación.
A diferencia de los admiradores de las escuelas Bauhaus y HfG Ulm, que insistían en un diseño de máxima sobriedad, usted incorporó las emociones al diseño. ¿Sigue siendo un aspecto actual?
Yo admiraba ambas escuelas, especialmente a Hans Gugelot y Herbert Lindinger en Ulm. Pero cuando ambos diseñaban de forma creativa productos complejos con proporciones ingeniosas y detalles funcionales, el lema “form follows function” era visto a menudo como la justificación de un aburrimiento un tanto vergonzoso. Encontré a mis referentes en el diseño italiano, y entonces el lema pasó a ser “form follows emotion”.
Durante un tiempo, el diseño alemán se caracterizó por su evocación al potencial de la producción industrial. En la actualidad, muchos sueñan con personalizar la producción y hacerla más ecológica recurriendo, por ejemplo, a la impresión en 3D. ¿Es acertado?
Los productos de consumo personalizados impresos en 3D no son seguros ni ecológicos. Tras la gran expectación inicial, la tecnología 3D se está empleando allí donde fracasan los métodos tradicionales: para válvulas cardíacas artificiales, componentes de alta tecnología, en bioquímica y para relojes de lujo.
¿En qué punto se encuentra hoy el diseño alemán?
Todavía podría ser mejor. En el ámbito de la formación, se ha distanciado demasiado del “Design 4 Industry”. De todos es sabido que el diseño, combinado con la innovación y la economía, provoca avances positivos y ha sido en numerosas ocasiones el punto de partida de historias de éxito en Alemania. Esto también es aplicable a los problemas y retos actuales. En mi opinión, la política de Berlín no está tan familiarizada como debería con esta relación. Instituciones como la OCDE recomiendan también un enfoque más experimental y visionario a la hora de promover la innovación.
¿Cuál es su propuesta?
Para convertirse en un actor global, hace falta una formación integral en diseño. Las universidades deberían centrarse en formar a personas que se conviertan en interlocutores relevantes para la industria, capaces de retarles a progresar.