Química: motor de innovación con proyección global
Ya sean productos de uso diario o materiales de alta tecnología: las empresas químicas alemanas figuran entre las empresas líderes a nivel mundial, aunque se enfrentan a enormes desafíos.

A orillas del Rin se alza una gigantesca maraña de acero, tuberías y chimeneas– la planta de BASF en Ludwigshafen. En una superficie de más de diez kilómetros cuadrados se extiende el mayor complejo químico del mundo. Fundada en 1865, hoy más de 2.850 kilómetros de tuberías recorren la planta como un sistema nervioso palpitante que conecta materias primas, productos intermedios y finales. Unas 39.000 personas trabajan sin parar en más de 200 instalaciones y producen los pilares de la vida moderna – desde plásticos para coches y smartphones hasta productos para la protección de cultivos.
Además del gigante BASF, más de 2.000 empresas conforman la industria química alemana, en su mayoría medianas y algunas de ellas auténticos líderes ocultos que dominan sus nichos a nivel global. Con más de 220.000 millones de euros de facturación al año y casi 480.000 empleos directos solo en Alemania, la química es el tercer gran sector industrial del país, por detrás del automóvil y la maquinaria.
Conexión global
La industria química alemana también es un peso pesado a nivel internacional – lidera en Europa y ocupa el tercer puesto mundial, solo por detrás de China y Estados Unidos. Alrededor del 60 % de la producción química se destina a la exportación, siendo la Unión Europea, Estados Unidos y Asia los principales mercados. En 2023, las inversiones de las empresas químicas alemanas en activos físicos en el extranjero, como maquinaria e instalaciones de producción, alcanzaron los 12.000 millones de euros, y la cifra sigue en aumento.
Esa red global queda patente en la multitud de sedes que las empresas alemanas tienen repartidas por el mundo. BASF, uno de los mayores grupos químicos del mundo, cuenta con centros de producción, distribución e investigación en más de 80 países. Otras grandes compañías alemanas como Bayer, Evonik, Wacker, Lanxess, Henkel o Altana también tienen una fuerte presencia internacional y colaboran estrechamente con empresas e instituciones locales.
La química alemana está en todas partes
La industria química está presente en muchos aspectos de nuestra vida cotidiana. Gracias a ella llevamos ropa limpia, vivimos en edificios seguros y podemos aprovechar todo tipo de tecnologías innovadoras. Las materias primas son la base de numerosos productos químicos. Entre ellas se encuentran ácidos, disolventes, hidrógeno, nitrógeno y amoníaco. Se utilizan, entre otras cosas, para fabricar plásticos. En la industria automovilística se utilizan plásticos de altas prestaciones para fabricar vehículos más ligeros y eficientes. En el sector de la electrónica, los productos químicos especiales son clave para el rendimiento de microchips y pantallas. En el sector de la construcción, los materiales aislantes modernos y los recubrimientos contribuyen a mejorar la eficiencia energética de los edificios. Los adhesivos de alta resistencia unen materiales que no se pueden soldar ni atornillar fácilmente. Tensioactivos, enzimas y fragancias permiten eliminar manchas, neutralizar olores y desinfectar superficies. Y, por último, los fertilizantes y los productos para la protección de cultivos e insectos son fundamentales para la agricultura moderna. La lista podría seguir y seguir, y en todos los casos hay empresas químicas alemanas implicadas.
La innovación como motor de crecimiento
La capacidad innovadora de la industria química alemana es un factor clave de su competitividad. Por eso, el sector invierte miles de millones en investigación y desarrollo. Solo en 2023, la cifra rondó los 5.600 millones de euros, sin contar el sector farmacéutico. El resultado: el 9,4 % de todas las patentes químicas registradas en el mundo proceden de Alemania; en 2022 fueron 24.800.
La sostenibilidad es uno de los ejes centrales de esta innovación. Muchas de estas patentes son clave para alcanzar los objetivos de sostenibilidad de Naciones Unidas y para transformar por completo la economía hacia la neutralidad climática. “Si comparamos la contribución de la química al conjunto de patentes relevantes para lograr los objetivos de sostenibilidad, el sector ocupa el primer puesto como proveedor de tecnología”, afirma Christian Rammer, del Centro Leibniz de Investigación Económica Europea en Mannheim.

Enfoque en sostenibilidad y digitalización
Las soluciones van desde los crackers - grandes plantas industriales que descomponen cadenas de carbono, como las del petróleo, en moléculas más pequeñas utilizando electricidad verde en lugar de gas natural - hasta el uso de algas o madera dañada por escarabajos como recursos naturales para producir plásticos biobasados, pasando por el reciclaje químico, que permite reincorporar a la economía circular residuos plásticos que antes no podían reciclarse y acababan incinerados. Este tipo de innovaciones no solo busca reducir los residuos plásticos, sino también abrir nuevas oportunidades de mercado, como en el ámbito de los envases sostenibles.
Otro eje clave: aumento de la eficiencia gracias a la digitalización. Los llamados gemelos digitales - réplicas virtuales de las plantas de producción - permiten supervisar y optimizar los procesos en tiempo real. La inteligencia artificial ayuda, entre otras cosas, al mantenimiento predictivo de las instalaciones. El resultado: un uso más eficiente de los recursos y menos tiempos de inactividad.
Desafíos: precios de la energía, regulación y falta de personal cualificado
A pesar de su fortaleza, la industria química alemana se enfrenta a retos muy importantes. Especialmente los altos precios de la energía están poniendo contra las cuerdas a una producción que depende en gran medida del consumo energético. “El cambio hacia una industria química más eficiente energéticamente es imprescindible”, afirmó Anna Wolf, experta en el sector químico del instituto ifo, en una entrevista. Es cierto que desde 1990 el sector ha reducido su consumo energético en un 22 % y sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 54 %. Pero los elevados costes, la burocracia, las estrictas exigencias medioambientales y las regulaciones, como la normativa europea REACH sobre productos químicos, obligan a realizar ajustes constantes, invertir y, en algunos casos, recortar plantilla. La escasez de personal cualificado, especialmente en profesiones científicas y de ingeniería, agrava aún más la situación.
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El ánimo oscila entre el pesimismo y la confianza. El sector deposita sus esperanzas en el nuevo gobierno federal. “La política tiene que actuar ya - con pragmatismo, sin ideologías y con valentía para llegar a compromisos. Es el momento de dar un paso adelante”, afirma Markus Steilemann, presidente de la Asociación de la Industria Química. La transformación de la industria química hacia procesos más eficientes, tecnologías digitales y soluciones sostenibles es un reto complejo, pero según los expertos del sector, también representa una gran oportunidad. Más que nunca, es fundamental invertir en proyectos de futuro y tomar las decisiones estratégicas adecuadas, como subraya un estudio reciente de la consultora Boston Consulting. Si lo consigue, la industria química alemana estará en una posición óptima para mantener su liderazgo a nivel internacional.