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Sendas hacia el futuro

En tiempos difíciles, Europa busca salidas a la crisis y respuestas para su futuro.

18.06.2013
Werner Weidenfeld, Ludwig-Maximilians-Universität München
© picture-alliance/Elsner - Werner Weidenfeld, Ludwig-Maximilians-Universität München

Europa lucha desde hace algunos años contra la crisis económica y financiera. Desde la creación del euro, Europa está más estrechamente unida que nunca. El euro, la moneda común de los 17 países de la eurozona, exige eficiencia y estabilidad comunes. Por ello, también medidas de política interior despiertan la atención en toda Europa. En pocas palabras: el continente busca su futuro.

Detrás de ello se puede identificar un fenómeno clave, el verdadero desafío, más allá de todas las estadísticas económicas: aunque muchos ciudadanos critiquen algunos detalles de la política cotidiana, casi todos reconocen la fundamental importancia de una Europa unida como oportunidad de autodeterminación en libertad y de asunción de responsabilidades en la política mundial. Simultáneamente, más del 70 por ciento de los europeos dice: “Todo esto no lo entiendo.” Esa expresión de falta de orientación es la verdadera señal de alarma. Lo importante hoy es, por lo tanto, crear orden en la obra en construcción que es Europa. Los 500 millones de seres humanos que organizan su convivencia en la Unión Europea en el marco de un Estado de derecho, con paz y democracia, deben sentir a Europa como su patria. Para ello es necesario que exista una perspectiva estratégica comprensible.

Existe un ejemplo en que inspirarse: a fines de los años 1970 y comienzos de los años 1980 podía observarse en Europa un estado de ánimo similar al de hoy. En medio de una situación económica crítica, Europa parecía hallarse en caída libre. Con la consumación del mercado interno, políticos como François Mitterrand, Helmut Kohl y Jacques Delors lograron entonces salvar al continente. La crisis se transformó incuestionablemente en una historia de éxito.

¿Puede trasladarse esa experiencia al presente? Primero es necesario tener claro cuáles son los actuales desafíos y dificultades. Varios países miembros de la Unión Europea habían dejado deteriorar en los últimos años las condiciones marco presupuestarias… y la UE no tuvo otra alternativa que ponerle freno. En esa situación crítica y bajo presión, Europa realizó un proceso de aprendizaje, creando paso a paso instrumentos y tomando medidas: desde el paraguas de rescate, pasando por el “Semestre Europeo” hasta el Pacto Fiscal. La historia, sin embargo, no acaba allí, sino que todo ello no supone más que un paso en un largo camino histórico.

En vista de la realidad actual, Europa necesita refundarse. Algunos escenarios políticos de la integración provienen todavía de la época en que debían hallarse respuestas a la cuestión de la guerra y la paz o de cuando la unidad europea era parte esencial del conflicto entre Occidente y el Este. Ahora, para entender el conglomerado de poder que supone Europa, es necesario llegar a acuerdos sobre nuevas bases. Al fin y al cabo, en las últimas décadas ha tenido lugar una inmensa transferencia de poder a nivel europeo. Hoy existen solo dos áreas en las que Europa no está implicada en términos de política de poder: la financiación de los sistemas de seguridad social y la política cultural. Los 500 millones de europeos, que representan un gran poder económico y militar, han transformado al continente en una potencia de rango mundial. En vista de ello es urgente liberar a esa potencia de su desorientación.

Para ello son necesarios argumentos y precisas estrategias para proporcionarle nuevos cimientos a Europa. Solo de esa manera puede Europa hallar para sí una forma con potencial de futuro. Las opciones pueden observarse ya: en muchos países miembros se registran movimientos de huida de la complejidad, que adoptan la simple fórmula del extremismo populista. Para superar exitosamente esos desafíos deben ser solucionados tres problemas estratégicos:

- La cuestión del liderazgo político sigue irresuelta. Un buen observador registra de inmediato las tensiones entre el presidente del Consejo Europeo, el presidente del Consejo de Ministros, el presidente de la Comisión de la UE, el presidente del Consejo del Euro, el presidente del Parlamento Europeo, los jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros y, según la tarea, el presidente del Banco Central Europeo y la Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Pero, ¿quién es responsable realmente de qué tarea? Prácticamente nadie puede actualmente responder a esa pregunta. En ese sentido, la UE es sin duda uno de los menos transparentes fenómenos con los que tiene que tratar la vida política. La opacidad, a su vez, provoca distanciamiento y huida hacia el populismo. De ello se deriva como absoluta prioridad la necesidad de crear transparencia.

- Europa ha ganado enorme poder, pero no la aprobación de sus ciudadanos. En el marco del euro se decide sobre cientos de miles de millones, pero el trasfondo, los intereses y los objetivos permanecen poco claros e incomprendidos. ¿Quién está realmente legitimado para tomar esas decisiones con tan enormes consecuencias? Al foco y centro de atención pasa entonces la cuestión de la legitimación.

- Con ello, el dilema actual se transforma en evidente: el ciudadano debe experimentar a Europa como su Europa. Debe entenderla y debe poder participar. A ello pueden ayudar varias medidas: el Consejo Europeo ha creado una Comisión de Reforma para el desarrollo institucional de la UE. Siguiendo el mismo modelo, también debería ser creada una comisión dedicada a analizar los temas de la descentralización y la restauración de competencias, a efectos de obtener nuevamente un claro panorama de quién es responsable de qué. La misma importancia posee, sin embargo, crear una Europa próxima a los ciudadanos, una Europa como lugar de participación. La participación, no obstante, no puede terminar de ninguna manera con las elecciones para el Parlamento Europeo y en el futuro quizás con la elección directa de un presidente. No, también los detalles temáticos de las respuestas estratégicas deben ser integrados en la cultura de la participación. Esa tarea justifica todo esfuerzo de fantasía y creatividad.

Europa necesita un ambicioso discurso conceptual. Necesita pasos hacia una verdadera opinión pública europea, es decir, la fundamentación cultural de su orden político. Si acometemos esa tarea en forma sensible y estratégicamente precisa, constatamos que Europa se halla en realidad en el comienzo de una nueva época. ▪

El Prof. Dr. Dr. h.c. Werner Weiden­feld es director del Centro de Investigaciones Políticas Aplicadas de la Universidad Ludwig Maximilian, de Múnich.