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Refugiados construyen 
su futuro

Muchas empresas de profesiones manuales buscan aprendices. Muchos jóvenes refugiados buscan perspectivas. Un programa del Gobierno alemán aproxima a ambas partes.

05.07.2016

Adnan Mohammad se halla en medio del distrito financiero de bancos en Fránc­fort, donde los rascacielos llegan hasta el cielo y de las fachadas de cristal parten multicolores reflejos de luz. Mohammad apisona tierra, rodeado de vallas y piedras. El tráfico se abre paso a izquierda y derecha. La apisonadora comprime el suelo que más tarde será adoquinado. Mohammad avanza en su trabajo palmo a palmo, cuadrado a cuadrado, concentrado y con gran exactitud. El joven de 20 años trabaja como aprendiz para la empresa Gratengeier. Pronto terminará su primer año como aprendiz. El camino hasta el trabajo en la obra en construcción en Fránc­fort ha sido realmente largo.

Mohammad es pakistaní. Abandonó su país hace un par de años, huyendo de crisis, conflictos, miseria y violencia. Ahora quiere echar raíces en Alemania lo más rápidamente posible y comenzar una nueva vida. “Lo principal es paz y trabajo”, dice. Obtener un puesto de aprendizaje le costó bastante: antes realizó varios cursos de alemán, terminó la escuela primaria, realizó prácticas y participó en un programa de la Agencia Federal de Empleo. Ahora ya ha abandonado el asilo para refugiados, habla bien alemán y se ha ganado gran reconocimiento en la empresa. “El muchacho trabaja muy bien”, dice René Wendler, alisador, encargado de acompañar a Mohammad en su aprendizaje.

No tan adelantado está todavía Mohamed Nassir Ismail, somalí, de 22 años. Vive en Alemania desde hace unos dos años. En agosto de 2016 comenzará su aprendizaje de albañil en la empresa Seng, lo que lo hace “muy feliz”. Actualmente realiza el periodo de cualificación de ingreso, una especie de prácticas, financiadas por la Agencia Federal de Empleo. El programa, de por lo menos seis y como máximo doce meses de duración, ofrece a jóvenes la posibilidad de demostrar sus capacidades en una empresa. Viceversa, las empresas prueban a un joven sin correr mayores riesgos, para luego decidir si tienen o no la posibilidad de ofrecerle una plaza de aprendizaje. “Es una buena cosa para ambas partes”, dice Joachim Buhro, director del Centro de Formación EBL, que pertenece a la Obra Educativa de la Construcción de Hesse-Turingia.

Pero ya dar ese paso no es tan fácil para jóvenes refugiados, como lo demuestra el caso de Ismail. La oferta está dirigida a todos los jóvenes en Alemania y no especialmente a los refugiados. Ismail logró entrar en el programa porque tuvo la suerte de contar con personas que lo apoyan. Una de ellas es Karin Näder, maestra jubilada, que ayuda como voluntaria a refugiados. Sin sus esfuerzos y los de Matthias Gurth, asesor de cualificación en el Centro de Formación EBL, el joven somalí no estaría a punto de comenzar su cualificación como albañil. Karin Näder había tomado contacto con Matthias Gurth, que a su vez se dirigió a la empresa Seng. Esta buscaba personal y estuvo dispuesta a dar una oportunidad a un refugiado. “Juntos logramos abrirnos camino”, dicen Näder y Gurth.

El tema de la cualificación, sin embargo –un importante componente para una lograda integración– no puede depender de casualidades. Para coordinar mejor la demanda y la oferta, el Gobierno federal lanzó en febrero de 2016 el programa “Sendas hacia la Formación de Refugiados”. En el marco del programa se aspira, junto con la Agencia Federal de Empleo y la Asociación Central Alemana de Profesiones Manuales, a dar a hasta 
10.000 jóvenes refugiados la posibilidad de realizar cursos de aprendizaje en profesiones manuales. Con el programa se quiere prepararlos para el mercado laboral alemán. “Sabemos que alrededor de la mitad de 
los refugiados son menores de 25 años”, dijo Johanna Wanka, ministra federal de Educación, con ocasión de la presentación de la iniciativa. “Muchos de ellos tienen buenas perspectivas de quedarse en Alemania. Su integración puede ser exitosa si los ayudamos a obtener una plaza de aprendizaje”.

“Justamente en las profesiones manuales existen muchas buenas posibilidades de empleo”, resalta Frank-Jürgen Weise, director de la Agencia Federal de Empleo y de la Oficina Federal de Migración y Refugiados. Efectivamente, en 2015 permanecieron vacantes en las profesiones manuales unas 14.000 plazas de aprendizaje. También son buscados urgentemente trabajadores especializados, justamente en el sector de la construcción. La demanda es grande, pero los jóvenes alemanes no tienen mucho interés en trabajar en el sector. “La construcción es poco atractiva para los jóvenes alemanes”, dice Oliver Seng, propietario de la empresa en la que Ismail comenzará pronto su aprendizaje. También la Asociación Central Alemana de Profesiones Manuales dice que los refugiados representan una gran oportunidad para el sector. El problema de la falta de mano de obra no podrá solucionarse así totalmente, pero los refugiados pueden ser una parte de la solución. El requisito es que aprendan alemán y logren cualificarse para un puesto de aprendizaje.

Con el nuevo programa se los quiere ayudar para que lo logren. Comienza con un curso de integración de la Oficina Federal de Migración y Refugiados de cuatro a seis meses de duración que incluye la lengua y la cultura alemanas. Luego, los participantes toman un primer contacto – también de cuatro a seis meses – con profesiones manuales en Alemania y se les explica el sistema alemán de capacitación y empleo, que prevé la formación teórica en una escuela profesional y la práctica en una empresa. “Perspectivas para jóvenes refugiados en las profesiones manuales” se llama esa fase de orientación. Quien la aprueba, pasa al programa “Orientación profesional para refugiados”, que prepara a los jóvenes durante tres meses para tres profesiones manuales en centros de formación de las organizaciones de las profesiones manuales, como el EBL de Fráncfort, y en una empresa.

Simultáneamente, los jóvenes continúan profundizando sus conocimientos de alemán, que necesitan urgentemente no solo para sus relaciones sociales en la vida cotidiana, sino también para los posteriores cursos de aprendizaje. Si en el programa de orientación no logran acceder a una plaza de aprendizaje, pueden, como Mohammad e Ismail, realizar prácticas de largo plazo, que continúan ofreciéndose regularmente para todos los jóvenes interesados 
como trampolín hacia el mundo laboral.

Hasta que un joven refugiado obtiene un título de oficial y recibe un sueldo normal pueden pasar algunos años. “Es naturalmente un largo camino”, dice Joachim Buhro, del Centro de Formación EBL, pero solo así es posible, “paso a paso”. Y en cada paso se agregan nuevos conocimientos y capacidades, crecen la autoestima y las buenas sensaciones: ese es por lo menos el objetivo.

Adnan Mohammad, que anduvo ese largo camino incluso sin ese programa estructurado, se concentra ahora en el segundo y tercer año de aprendizaje. “Estoy firmemente decidido a terminar la formación”, dice. También Mohamed Nassir Ismail se ha trazado ambiciosas 
metas: “Primero el título de oficial albañil y luego el de maestro albañil”, subraya. Oliver Seng, su jefe, lo alienta: “Puede tener mucho éxito, porque está motivado y es cumplidor. Además, tenemos mucho trabajo”. También la Asociación Central, en Berlín, dice que las profesiones manuales están abiertas para todos: “puede ofrecer una perspectiva a todos los interesados”. ▪