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El mundo después del coronavirus

¿Qué perdurará de la vida con la pandemia? Reflexiones de Bernd Kortmann y Günther G. Schulze

12.03.2021
Lieferdienst
© picture alliance/dpa

Sociedad, educación, economía, política: ¿qué quedará de la vida con la pandemia en diferentes áreas? Bernd Kortmann y Günther G. Schulze, Freiburg Institute for Advanced ­Studies (FRIAS), han recopilado voces de expertos. Aquí ­resumen esas opiniones.

El mundo continúa en medio de la pandemia del coronavirus, que tiene a casi todos los países firmemente en sus garras. Pero ahora hay eficaces vacunas que pueden poner fin al horror: ya se divisa la luz al final del túnel. No obstante, ¿cómo se verá el mundo después del coronavirus? ¿Supone la pandemia un cambio de rumbo o es solo una abolladura en las líneas de desarrollo a largo plazo? ¿Qué quedará de la crisis?

En primer lugar, una sensación de vulnerabilidad individual y sistémica. Para Europa Occidental, la pandemia del coronavirus es la mayor crisis después de la Segunda Guerra Mundial, tanto en términos sanitarios como económicos y sociales. Esa sensación pervivirá más que la pandemia. La relativa seguridad en la que muchas personas vivieron después del fin de la Guerra Fría desapareció irremediablemente. Ello no solo modificará permanentemente las sensaciones de vida, sino que inducirá también un aumento de la previsión individual y social. Las inversiones en el sistema de salud crecerán y desaparecerán los debates en torno a un eventual recorte de gastos en ese sector. Los organismos gubernamentales tomarán más precauciones para garantizar que la próxima pandemia no provoque cuellos de botella ni en el suministro de equipos de protección ni en los centros de atención sanitaria.

Una nueva cohesión… y el prójimo como potencial peligro

Se espera que la crisis del coronavirus lleve a un tipo diferente de relaciones entre los seres humanos. Durante la crisis se constata una extraña tensión en la forma de las relaciones interpersonales. El virus afecta a todos social y económicamente, aunque en diferentes grados. Ello hizo surgir inicialmente solidaridad y un nuevo sentido de comunidad y responsabilidad colectiva. Grupos de personas que anteriormente no se hallaban en el foco de atención pasaron a ser apreciados por sus funciones vitales para el funcionamiento del sistema. Entre ellos se cuentan el personal de enfermería y los empleados del comercio de alimentos y los servicios de entrega de paquetes.

Por otro lado, los seres humanos son potenciales portadores del virus: cómo se comportan determina cuánto se exponen a riesgos, convirtiéndolos así en un potencial peligro. Ello conduce a la individualización y el distanciamiento: los rituales de saludo y despedida tales como apretones de manos, abrazos o besos en la mejilla se vuelven anacrónicos. Así crecen también el aislamiento y la soledad, especialmente entre las personas mentalmente inestables. De hecho, el peligro de una “tercera ola”, en el sentido de un fuerte aumento de las enfermedades mentales, especialmente trastornos de ansiedad y depresiones graves es muy real en todos los grupos etarios y capas de la sociedad y ya tiene su eco en clínicas y consultorios.

Por supuesto, actualmente aún es imposible predecir cuánto de la nueva cohesión y solidaridad “viral” llegó para quedarse y qué de ello se disipará nuevamente en medio de la tristeza “poscoronavirus”. Muchos expertos de diversas áreas ven en la unión de todas las fuerzas con el objetivo de superar la crisis del coronavirus una oportunidad para superar crisis aún mayores, especialmente la crisis ecológica desatada por el cambio climático. También existe amplio consenso en que no habrá una vuelta atrás a la supuesta buena y vieja normalidad. La crisis del coronavirus, dicen expertos, debe aprovecharse como oportunidad para una fundamental reorientación y el desarrollo de nuevas ideas, en combinación con una nueva moral, y conducir, entre otras cosas, a políticas ambientales, climáticas, económicas y sociales sostenibles, con el objetivo de una mayor orientación hacia el bien común.

Catalizador de la comunicación digital

Si bien pronósticos concretos para un mundo poscoronavirus siguen siendo difíciles, muchas líneas de desarrollo ya son evidentes. Una de ellas es la digitalización. La tendencia hacia la comunicación digital se intensificará, con la crisis como catalizador. A empresas, universidades y autoridades que hasta ahora han dudado en adoptar las nuevas tecnologías de la comunicación, el coronavirus las obliga a probar los nuevos formatos digitales. Donde las experiencias han sido buenas, los cambios se mantendrán. Habrá, por lo tanto, más teletrabajo, videoconferencias y enseñanza en línea, especialmente porque ello ayuda a ahorrar costos y hace aumentar el atractivo como empleadores de las empresas que ofrezcan esas posibilidades.

Ello tendrá impacto en el mercado inmobiliario, por un lado, porque ya no será tan importante que los empleados vivan cerca de su lugar de trabajo en las aglomeraciones urbanas, y por otro, porque se necesitará menos espacio de oficina. La tendencia al teletrabajo también dará impulsos al empleo femenino, porque las nuevas opciones de trabajo flexible permiten conciliar mejor la familia y la carrera profesional. Las mujeres se cuentan entre las personas más afectadas por las restricciones en la vida pública debido al coronavirus, debido a que el cuidado de los niños ha descansado desproporcionadamente sobre sus hombros, porque la pérdida de empleos las ha afectado más que a los hombres y porque ha aumentado la violencia doméstica. Por ello, una mayor digitalización las puede beneficiar también más.

La economía y el mercado de trabajo: nuevos horizontes

Cabe esperar que en el mercado de trabajo se produzcan importantes movimientos de ajuste, no solo porque ciertos sectores, tales como los hoteles y el transporte, tendrán que reestructurarse a largo plazo, sino también porque las transiciones de la escuela a la formación profesional o de los estudios universitarios al mercado de trabajo y también los cambios de empleo se han hecho mucho más difíciles. Durante la crisis, se ofrecen menos plazas de formación y las empresas contratan a menos personas. Ello supone el riesgo de surgimiento de una “generación coronavirus”, que seguirá sintiendo las rupturas en sus biografías de formación y empleo también después del fin de la pandemia. Algo similar puede suceder con los escolares, especialmente los más débiles o los de origen inmigrante, que podrían enfrentarse a una amenaza similar si se vuelven a producir cierres prolongados de escuelas, entre otras cosas debido a que la pandemia ha puesto de manifiesto, especialmente en el sistema escolar alemán, claras deficiencias en las áreas de la digitalización y las competencias de los profesores en materia de medios (y didáctica) de comunicación.
 
El coronavirus ha generado un enorme choque de productividad, que afecta tanto a la oferta como a la demanda. La producción se ha encarecido, en parte debido a la aplicación de planes de higiene. Simultáneamente, la demanda disminuye porque durante las crisis la gente modera su consumo y los ingresos reales han caído. Las consecuencias son quiebras, pérdida de empleos y reestructuraciones: los habituales efectos colaterales de las crisis económicas. Pero hay que tener en cuenta que la actual crisis es más profunda que las anteriores y aún no está claro si la recuperación será rápida. Las diversas formas de ayuda estatal, por muy acertadas que sean en principio, pueden retrasar necesarios ajustes estructurales y mantener a flote a empresas no competitivas. Por otra parte, es imposible prestar ayuda con la rapidez y precisión necesarias para garantizar que empresas que serían competitivas en tiempos poscoronavirus logren efectivamente superar la crisis y no deban desarrollarse con gran esfuerzo nuevas estructuras.  

En todo caso, el enorme gasto adicional del Estado se transformará en una pesada hipoteca. Si los mercados pierden la confianza en los grandes países europeos, por ejemplo, ello podría conducir a una crisis de deuda soberana con consecuencias de gran alcance. El plan financiero plurianual aprobado por la UE para el período 2021 a 2027, que asciende a casi 1,1 billones de euros, y el Fondo de Recuperación, de 750.000 millones de euros, de los cuales 390.000 millones de euros son subvenciones, tranquilizan a corto plazo. Pero conllevan el riesgo de una comunitarización de la deuda, con los conocidos y graves efectos de incentivos negativos para la adopción de políticas preventivas y financieras sólidas.

La pandemia como factor geopolítico

El coronavirus también tiene efectos sobre el orden mundial. Primero: las actuación de la administración estadounidense durante la pandemia contribuyó seguramente a que Trump no haya sido reelegido, lo que hace abrigar la esperanza de que Estados Unidos vuelva a asumir un liderazgo constructivo a nivel internacional. Pero esa misma actuación de EE. UU. ha hecho aumentar la confianza de los líderes chinos en sí mismos. China aprovecha la falta de atención inducida por el coronavirus y adopta una postura cada vez más agresiva en muchos lugares. Ese proceso hacia un mayor enfrentamiento entre China y EE. UU. ya se insinuaba, pero también en este caso, como en muchos otros, la pandemia del coronavirus ha tenido un efecto acelerador. Por último, es insoslayable que también tendrán repercusiones tanto el nacionalismo que se manifiesta en la lucha desatada por el desarrollo y la distribución de vacunas como su instrumentalización política.

En general, el coronavirus ha supuesto un revés para los gobiernos populistas en países democráticos, pero no para muchos Gobiernos en países autoritarios. Cuanto más dura la crisis, más impulsos proporciona esta también a los negadores del coronavirus y los partidarios de las teorías conspiratorias, no muchos, pero sí muy ruidosos y presentes en los medios de comunicación. Si bien en ello hay poco que sea realmente específico del coronavirus, también en este caso operan los mismos conocidos mecanismos ya presentes en teorías conspiratorias del pasado.

La victoria de la ciencia sobre la crisis

La pandemia ha promovido claramente una renovada comprensión de la importancia de la ciencia y la investigación. Simultáneamente, sin embargo, ha puesto en evidencia que los canales de comunicación de la ciencia hacia la sociedad, la política y los medios de comunicación puede ser mejorados sin duda significativamente. La pandemia también ha promovido la toma de conciencia de que los Gobiernos que actúan sobre la base de conocimientos científicos, proporcionan información transparente y explican detalladamente sus acciones llevan a que sus países superen la crisis mejor que los países con Gobiernos impulsados por ideologías. Al fin y al cabo, y qué mejor prueba que la rápida aprobación de las vacunas contra el coronavirus, esta crisis será derrotada por la ciencia. Ese es también un conocimiento clave que nos dejará el coronavirus y que puede ayudarnos a enfrentar otros grandes problemas que tenemos por delante.


 

MÚLTIPLES PROYECCIONES

Los autores del artículo, el profesor Bernd Kortmann y el profesor Günther G. Schulze, son los editores del libro “Jenseits von Corona. Unsere Welt nach der Pandemie – Perspektiven aus der Wissenschaft”, publicado por la editorial “transcript” en septiembre de 2020. En el volumen reunieron las contribuciones de 32 renombrados investigadores de diversas disciplinas, entre ellos, por ejemplo, el filósofo Markus Gabriel, el expresidente del Tribunal Constitucional Federal Andreas Voßkuhle, el economista y asesor Lars Feld, la microbióloga y exvicepresidenta de la Academia Leopoldina Bärbel Friedrich, la filóloga Marina Münkler y el politólogo Herfried Münkler. Bernd Kortmann es profesor de Lingüística Inglesa y portavoz del Freiburg Institute for Advanced Studies (FRIAS), Günther G. Schulze es profesor de Economía y director científico de Ciencias Sociales en el FRIAS.

www.frias.uni-freiburg.de

 


 

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