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Donde crecen rábanos... y florecen las normas

Los huertos urbanos son en Alemania populares oasis entre el cultivo ecológico y la burocracia. 

Wolf ZinnWolf Zinn, 03.09.2025
Huerto urbano
© picture-alliance/ ZB | Patrick Pleul

Todo empezó con una recomendación de salud: a mediados del siglo XIX, el médico de Leipzig Moritz Schreber defendía el ejercicio físico al aire libre. Después de su muerte, su nombre acabó asociado a una institución tan alemana como el fútbol o el reloj de cuco: el Schrebergarten, también conocido como huerto urbano o Datsche. 

Quien piense ahora: “Bah, eso es solo para fanáticos del enanito de jardín y de la vida cuadriculada”, se equivoca. También familias progresistas y modernos hípsters hortícolas sueñan con una parcela libre en plena ciudad, donde desconectar en contacto con la naturaleza y entregarse al cultivo biodinámico. Se rumorea que en algunos lugares las listas de espera son más largas que las de las codiciadas plazas de guardería.  

Setos a medida 

Naturalmente, los cerca de 900.000 huertos urbanos repartidos en unos 13.000 clubes tienen sus propias normas. Muchas normas. La Ley Federal de Huertos Urbanos, junto con un sinfín de reglamentos, estatutos y normativas, no deja lugar a dudas sobre cómo se pueden, deben y tienen que utilizar las parcelas de hasta 400 metros cuadrados. Así, por ejemplo, está estipulado que las casetas no deben superar los 24 metros cuadrados, que algunos setos deben recortarse exactamente a 1,25 metros, y que el tipo de vegetación, por supuesto, tampoco es una cuestión privada: si un seto de tuya crece en contra del reglamento, o peor aún, si aparece una especie de palmera, te arriesgas a recibir una reprimenda del presidente de la asociación. 

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Lugar idílico con lista de tareas 

El idilio del tiempo libre en el huerto urbano también conlleva sus obligaciones. Arrancar malas hierbas, quitar los brotes laterales sobrantes de las tomateras y recoger los calabacines a tiempo: en el huerto urbano no solo crecen judías, rosas y aromáticas, sino también las expectativas sobre el rendimiento hortícola, siempre en silenciosa competencia con los bancales del vecino. 

Pero el esfuerzo merece la pena. Los huertos urbanos son oasis verdes, aunque algunos estén justo al lado de la autopista. ¿Y qué puede haber más gratificante que saborear una zanahoria ecológica cultivada por uno mismo después de una dura jornada... y de paso recordarle amablemente al vecino de parcela que ya va siendo hora de recortar su seto?

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