“Mayor sensibilidad frente a conflictos.”
Así afecta hasta hoy la Primera Guerra Mundial: el politólogo Herfried Münkler extrae lecciones de los errores del pasado
El profesor Herfried Münkler es docente de la Humboldt-Universität de Berlín y uno de los politólogos e historiadores de ideas más prestigiosos de Alemania. En 2013 se publicó su descripción completa de la Primera Guerra Mundial "La Gran Guerra: el mundo de 1914 a 1918".
Profesor Münkler, ¿cómo nos sigue afectando hasta hoy la Primera Guerra Mundial?
En la memoria colectiva de los alemanes, la Primera Guerra Mundial está esencialmente relacionada con el enfrentamiento con Francia. Esto tiene que ver con la guerra de trincheras en el frente occidental, con las batallas libradas allí, pero también con el Tratado de Paz de Versalles, que se consideró humillante en Alemania. Se trata de una línea histórica que va desde las guerras revisionistas de Hitler en la Segunda Guerra Mundial hasta la reconciliación franco-alemana entre De Gaulle en Reims y Adenauer, y entre Mitterand y Kohl en Verdún.
Se trata de un capítulo históricamente cerrado en el que la guerra no es más que un recuerdo lejano que sirve de narrativa de legitimación de la Unión Europea, al menos desde su eje París-Berlín. Se cultiva la convulsión del pasado para consolidar el orden creado de posguerra.
¿Existen conflictos actuales que se remontan a la situación inicial tras la guerra?
En Europa Sudoriental, partes de Europa Oriental y Oriente Medio hay conflictos que se remontan al final de la Primera Guerra Mundial en un sentido más amplio. Con la monarquía del Danubio, el imperio zarista y el imperio otomano, existieron hasta 1917/1918 tres imperios multinacionales, multirreligiosos y multilingües, lo que aseguraba que las diferencias nacionales, religiosas y lingüísticas no se transformaran en líneas divisorias políticas y luego señalaran declaraciones de aliados y enemigos.
Entre 1919 y 1938, el comienzo de la política revisionista de Hitler, se libraron allí varias guerras: Polonia contra la Rusia soviética por Galicia, Hungría contra Rumania por Transilvania, Grecia contra Turquía por Esmirna. Estas guerras fueron acompañadas de expulsiones y reasentamientos. Yugoslavia y la Unión Soviética, fundada en 1922, continuaron la tradición de despolitizar las diferencias étnicas y religiosas. Cuando se desintegraron, fueron acompañadas en los años 90 del siglo XX por las guerras de los Balcanes y las guerras del Cáucaso.
Hemos logrado poner fin a estas guerras. Pero las líneas de conflicto siguen latentes. Son mecha de barriles de pólvora que pueden incendiarse fácilmente. El conflicto entre Israel y Palestina también comenzó en la Primera Guerra Mundial.
¿Qué lecciones pueden extraerse de las experiencias de la Primera Guerra Mundial para la resolución de crisis actuales dentro y fuera de Europa?
Gran parte de lo que creemos que ya no desempeña un papel político sigue siendo un fenómeno explosivo en otras zonas geográficas. Lo vimos durante las guerras de decadencia yugoslavas. Pero lo ignoramos rápidamente porque irritaba demasiado nuestra visión del mundo. Sin embargo, mirar hacia otro lado no cambia las constelaciones.
En cierto modo, éste fue también el problema en el verano de 1914: los centros de poder político no tomaron en serio el conflicto en la periferia de Europa y subestimaron su explosividad política. La importancia de la periferia para el centro nunca debe subestimarse. Esta es la primera lección para hacer frente a las crisis actuales.
Los conflictos étnicos y religiosos, y esta es la segunda lección, están latentes. Se desarrollan de forma oculta hasta que erupcionan debido a provocaciones sistemáticas. Se necesitan sistemas de alerta temprana más sensibles que para los conflictos puramente políticos. Y no debemos olvidar que esas guerras siguen existiendo potencialmente incluso después de su fin oficial. Y suelen tener un componente social. La violencia es entonces un medio político para redistribuir los recursos y las oportunidades de empleo. Los que quieren una paz estable dependen de la “compensación de violencia”: ya sea a través de la redistribución dentro del país o de apoyos externos.
¿Qué importancia tiene una cultura paneuropea de la memoria?
Una cultura del recuerdo de la destrucción de las guerras tiene sentido cuando en última instancia todo el mundo ha perdido: hijos y padres, bienes materiales, oportunidades de vida. Este es el caso de la guerra entre Alemania y Francia, donde estaban en juego intereses, poder e influencia. Aquí, la relación costo-beneficio habla en contra de la guerra, de modo que cada cultura de la memoria es un protector contra la guerra.
Pero esto es muy diferente cuando se trata de resentimientos, deseos o necesidades de venganza y verdades incondicionales, como las de una religión única. Aquí, la cultura de la memoria es afín a la guerra porque nos recuerda que todavía hay cuentas pendientes.
Guerras como la entre alemanes y franceses serán probablemente parte del pasado. Pero esto no se aplica a las "nuevas guerras", en las que los actores violentos suelen sacar provecho. Esas guerras tienen lugar en la periferia de las zonas ricas, pero pueden propagarse a los centros, por lo que no somos inmunes a ellas.
La cultura de la memoria es importante y útil si no perdemos de vista esos peligros.
Entrevista Tanja Zech