Ir al contenido principal

El largo camino hacia Lutero

Martín Lutero fue un viajero: sus huellas pueden rastrearse en muchos lugares de Alemania. No obstante, el Reformador continúa siendo siempre un enigma.

05.07.2016

El padre de familia, que se halla con su esposa y sus hijos en el antiguo cuarto de trabajo de Lutero, está a punto de perder la paciencia: “lo explico por última vez”, dice. Ya varias veces mostró hacia dónde debe dirigirse la mirada para ver la mancha de tinta en la pared, pero el hijo aún no la ha descubierto. “¿Ves la viga de madera? La sigues con los ojos hacia arriba y luego miras hacia a la izquierda”. Allí está: el lugar que se adecua a la anécdota que dice que un día el diablo se le apareció a Martín Lutero aquí en su cuarto de trabajo en el castillo de Wartburg. El Reformador le lanzó un tintero. El hijo asiente con la cabeza, visiblemente satisfecho. Y el padre se alegra de tan plástica lección de historia. Pero hay que seguir. Afuera esperan para entrar ya los siguientes visitantes.

Rastrear las huellas de Lutero: eso es lo que atrae a mucha gente al castillo de Wartburg, cerca de Eisenach, y otros lugares en los que obró el pionero de la Reforma. El año próximo, el interés será particularmente grande: pues se cumplen 500 años de las 95 tesis de Lutero. Las tesis supusieron enormes transformaciones, para la Iglesia, para otras áreas de la vida y para el mismo Lutero, que desde entonces estuvo considerado un hereje. En la Dieta de Worms de 1521 se negó a retractarse. Sus seguidores simularon entonces un secuestro y lo llevaron al castillo de Wartburg, donde permaneció escondido.

En el patio del castillo se expondrá en 2017 una réplica del carro de madera con el que Lutero atravesó entonces los tupidos bosques. “Hallamos una carpintería que lo podía reconstruir”, dice Günter Schuchardt, “castellano” de Wartburg desde hace más de 20 años. El título tiene un origen histórico y no describe exactamente su trabajo. En todo caso, el mesurado señor con las gafas sobre la punta de la nariz no se parece mucho a un militar. Que sea el único “castellano” de Alemania le queda en todo caso muy bien. Al fin y al cabo, el término “director de museo” describiría insuficientemente sus tareas. Schuchardt es simultáneamente guardián de un sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO, difusor cultural y promotor turístico.

Como tal menciona que el castillo de Wartburg es el sitio de Lutero con el mayor número de visitantes: unos 350.000 por año. Uno de cada seis turistas proviene del exterior. Sobre todo de Estados Unidos, el Benelux y Europa Oriental. Vienen no solo por Lutero, pero sobre todo por él. Casi un año vivió Lutero allí bajo el pseudónimo de “Junker Jörg” y tradujo en once semanas el Nuevo Testamento al alemán.

Señor Schuchardt, ¿qué formas concretas adquiere su trabajo? El “castellano” nos cuenta sobre la Exposición Nacional Especial planeada en el castillo de Wartburg para 2017, una de tres grandes muestras sobre Lutero en Alemania. Menciona además singulares objetos históricos de exposición y símbolos de la época impresos en 3D. Pero sobre todo quiere plantear a la gente la pregunta de quién era Lutero: en entrevistas grabadas en vídeo les preguntará a seres humanos comunes y corrientes qué significa el Reformador hoy para ellos. Con curiosidad espera las respuestas. “Pero una cosa es segura: cada generación tiene su propia imagen de Lutero”.

No puede extrañar. Siguiendo las huellas de Lutero se constata rápidamente cuán difícil es obtener una imagen completa y realista del Reformador. Hay que visitar muchos lugares, sobre todo en Turingia y Sajonia-Anhalt, y reunir pacientemente muchas piezas de un mosaico. Para darse cuenta al final que muchas de ellas no encajan.

También en Erfurt, a unos 50 kilómetros de distancia del Castillo de Wartburg, se hallan algunas de esas piezas sueltas. Aquí comenzó Lutero sus estudios, en 1501. Algunos años más tarde, en medio de una tormenta y temiendo la muerte, prometió tomar los hábitos. El convento agustino en el que ingresó es hoy una isla de tranquilidad en medio del ajetreo del casco urbano antiguo. Donde hoy pernoctan turistas y se llevan a cabo conferencias de negocios vivió Lutero durante tres años de conformidad con las severas reglas de la orden. Se dice que de novicio, Lutero observó los preceptos con particular celo. ¿Cómo armoniza ello con el Lutero posterior, amante de las reuniones, que bebía cerveza no solo en los tiempos de ayuno y en cuya casa recibía constantemente visitas?

A ese Lutero se lo encuentra en Wittenberg. En esa ciudad a orillas del Elba fue docente universitario y se doctoró en teología. Allí desposó a Catalina von Bora, que había sido monja. La casa en la calle Collegienstrasse, en la que vivieron con sus seis hijos, es uno de los destinos favoritos de los visitantes de la ciudad. Muchas capas de tiempo se posaron allí sobre la vida de la familia. No obstante, los restauradores lograron recuperar y conservar algunas cosas. También en la Casa de Lutero podrá verse en 2017 una Exposición Nacional Especial.

En la otra punta del casco antiguo de Wittenberg hay un sitio que muestra a Lutero de su mejor lado: la Iglesia del Palacio, en cuya puerta se dice que Lutero clavó en 1517 sus 95 tesis. En los prolegómenos del aniversario, la iglesia fue completamente restaurada. Uwe Rähmer planeó y dirigió los trabajos en el interior: un proyecto de unos seis años, en el que fueron necesarias exactitud histórica y paciente investigación. “Donde fue menester sustituir algo, lo hicimos de conformidad con las fuentes a disposición”, dice Rähmer, que consultó, por ejemplo, viejos registros de construcción.

Lo que une al restaurador Rähmer con Lutero más allá de esa iglesia puede adivinarse viendo la página web de su empresa, en Grossröhrsdorf, Sajonia. Antes de su página principal colocó una página previa. “Abrir simplemente la boca”, escribió allí y condena ataques contra asilos para refugiados, que tuvieron lugar últimamente en la región. Eso recuerda la frase de Lutero “Aquí estoy, no puedo obrar de otra manera”. No obstante, aquí nos topamos con la próxima contradicción. Pues Lutero no solo es sinónimo de intrepidez, pensamiento autónomo y una cierta forma de coraje cívico: Lutero también fue antisemita.

Las incoherencias en el carácter del Reformador ocupan también a Astrid Mühlmann. “Lutero fue una persona muy contradictoria”, dice la directora de la Oficina Estatal Lutero 2017. La abogada causaría una buena impresión en toda ronda de historiadores que debatieran sobre el tema. En forma entretenida y apasionada habla sobre el fenómeno de Lutero, su influencia sobre la lengua alemana, el sistema social y la cultura. Convincentemente describe a Lutero como un genio temprano del marketing y a la Reforma como el primer gran suceso mediático.

Mühlmann promueve actualmente en Alemania y más allá los numerosos eventos en relacion con el Año de Lutero. Recientemente incluso en el Congreso Católico que se celebró en Leipzig. A lo sumo un cierto desconcierto registró allí en los rostros de algunos asistentes, pero, en general, fue recibida con un espíritu abierto. “Por un lado, Lutero polariza fuertemente; pero, por otro, mucha gente se interesa por él”. ▪