Por la paz y la justicia
“Lo que el odio puede hacer, el amor puede hacerlo mejor”: cómo las mujeres trabajan por la paz en el mundo.
La religión está dominada en todo el mundo por hombres. La 10ª Asamblea Mundial de Religiones por la Paz quiere incluir a las mujeres en el diálogo. En la conferencia, 150 lugares están reservados especialmente para mujeres. Hablamos con tres participantes.
Cuando sor Agatha Ogochukwu Chikelue envía un correo electrónico, siempre agrega al final la frase: “Lo que el odio puede hacer, el amor puede hacerlo mejor”. La monja de la Congregación de Hijas de María Madre de la Misericordia, católica, está comprometida con la paz. Ogochukwu Chikelue es vicepresidenta de la red “Women of Faith Peacebuilding” en su Nigeria natal y trabaja para la organización no gubernamental “Cardinal Onaiyekan Foundation for Peace”.
Su objetivo es el diálogo interreligioso: “Sólo cuando dialogamos podremos hallar una clave para resolver los conflictos entre los grupos etnorreligiosos”, dice esta mujer de 46 años. Muchos hombres nunca han aprendido a resolver disputas si no es por medio de la violencia ni a incluir a las mujeres. En conferencias y talleres, la monja quiere llamar la atención sobre el gran potencial de las mujeres en la gestión de conflictos. Por experiencia, sabe que “el trabajo por la paz y el desarrollo están estrechamente ligados”.
“A través de la educación podemos dotar a la gente de conocimientos y habilidades para crear paz”, dice la Dra. Suphatmet Yunyasit, secretaria general del Consejo Interreligioso por la Paz de Tailandia (“Interreligious Council for Peace Thailand”), que trabaja en el Instituto de Derechos Humanos e Investigación para la Paz de la Universidad de Mahidol, cerca de Bangkok. Yunyasit impulsa los esfuerzos para un mejor entendimiento entre musulmanes y budistas en las provincias del sur del país.
Yunyasit se ocupa particularmente de los afectados por los conflictos que han perdido a familiares y amigos. En su país natal, muchas personas no están acostumbradas a manejar conflictos adecuadamente y a aceptar opiniones diferentes, dice. Yunyasit estudia actualmente el papel de los budistas en el trabajo por la paz. “Generar confianza y desarrollar relaciones lleva tiempo y cuesta dinero. Pero solo así podremos lograr una paz duradera y una sociedad más justa”, agrega.
Muchas personas conocen en Quebec, Canadá, a Marie-Josée Tardif como periodista y autora. Su historia familiar se remonta a los habitantes originarios de Canadá. Analizar sus raíces se convirtió en una importante tarea para ella. En 2007, los ancianos de la nación anishinabe le ofrecieron la “Pipa Sagrada”, un honor que la compromete a aprender de por vida la filosofía y los rituales de los anishinabe. Anishinabe es llamada la población indígena de Canadá. El término significa "ser humano" y "vivir auténticamente en armonía con la naturaleza", explica Tardif, que lleva el título "kokom" (abuela). Los anishinabe no se sienten superiores a los animales y las plantas, sino integrados en el ciclo de la vida. La tarea de Tardif como "kokom" es preservar la tradición: "aprender a ver la naturaleza, a respetarla y a sentirse amada por ella”.
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