Diez inventos alemanes que cambiaron el mundo
Alemania ha sido cuna de numerosas innovaciones. Te presentamos algunas de las ideas más fascinantes en movilidad, tecnología y medicina.
Todo sobre el mundo de la conducción
Romeo y Julieta, La dama y el vagabundo, Alemania y el coche: esta historia de amor comenzó en 1886, cuando Carl Benz registró la patente de su “vehículo impulsado por motor de gas”. Otra invención alemana: el airbag. A partir de 1981, Daimler-Benz comenzó a fabricar airbags en serie. Hasta hoy, el fabricante de automóviles de Stuttgart sigue apostando por el espíritu innovador: Según la propia Mercedes-Benz, su sistema Drive Pilot representa el nivel más avanzado de conducción automatizada aprobado a nivel mundial.
Vacunas y visión clara
Durante la pandemia del coronavirus, la empresa Biontech, con sede en Maguncia, desarrolló una vacuna de ARNm: fue el primer fármaco contra la COVID-19 aprobado por la OMS. Este avance ha abierto la puerta a nuevas investigaciones en tecnologías de ARNm, como las destinadas al tratamiento del cáncer.
Las ideas alemanas ayudan a ver con claridad: el ingeniero Heinrich Wöhlk, harto de sus “horribles” gafas de montura de níquel, inventó las lentes de contacto en los años 40, tras años de investigación.
En el siglo XXI, científicos dieron con una solución para corregir defectos visuales sin necesidad de utilizar gafas: una cirugía láser ocular de mínima invasión. La técnica desarrollada por la empresa alemana Zeiss, basada en luz ultravioleta —es decir, con ondas de luz extremadamente cortas—, se ha convertido en un referente a nivel mundial: hasta la fecha, más de doce millones de ojos han sido tratados con esta técnica en más de 80 países.
Mayor capacidad de cálculo
En 1941, Konrad Zuse inventó el primer ordenador del mundo: el Z3, una máquina de cálculo controlada por programas. Aquel ordenador de programación libre tenía el tamaño de un armario empotrado —y aún más grande es hoy el superordenador “Jupiter”. Desde septiembre de 2025, Europa cuenta con su ordenador más rápido, instalado en Jülich sobre una superficie de casi 3.600 metros cuadrados.
Ositos y biomasa
En 1922, el confitero Hans Riegel creó una auténtica golosina de culto: el osito de gominola. Lo que empezó en un simple cuarto de lavado en un patio de Bonn se convirtió con el tiempo en un auténtico éxito empresarial: hoy en día, los ositos de gominola de Haribo se venden en más de 120 países.
Casi un siglo más tarde, la startup Traceless creada en de Hamburgo, propuso una idea innovadora para transformar la industria del plástico: un material alternativo elaborado con biomasa. Para ello, la startup desarrolló un granulado a partir de restos de cereal que es completamente compostable.