La práctica del lenguaje a menudo está adaptada al género
Un lenguaje adaptado al género polariza. No obstante, la lingüista Carolin Müller-Spitzer nos explica por qué no debemos polemizar al respecto.
Sra. Müller-Spitzer, usted investiga la lingüística de género. ¿En qué punto se encuentra Alemania con respecto al lenguaje adaptado al género?
Tenemos que distinguir entre el estado de la práctica lingüística y el estado del debate social. En la práctica lingüística, parece que hemos alcanzado ya un consenso en numerosos ámbitos del lenguaje adaptado al género. La clave es el llamado masculino genérico, es decir, que a los grupos mixtos de personas sólo se les designa con la forma plural gramaticalmente masculina. Existen diferentes estrategias para compensarlo: las formas dobles, por ejemplo “las alumnas y los alumnos”, están muy consolidadas y se utilizan desde hace mucho tiempo, sobre todo en el modo de dirigirse a alguien. Asimismo, muchas personas no suelen percatarse de la denominada neutralización, es decir, términos neutros desde el punto de vista del género, como “el profesorado”. Cuando pensamos en términos como “lenguaje de género”, en realidad siempre se trata de la tercera persona, el género con signos de género como las barras inclinadas o los paréntesis (alumnos/-as, alumnos(-as)) en el lenguaje escrito o las pausas en el lenguaje hablado. Porque esto es relativamente reciente.
Y es precisamente esta tercera persona en torno a la que gira el debate.
Sí, y se caracteriza por sus pros y sus contras. Sin embargo, no hay necesidad de discutir de forma tan polarizada. De todos modos, ya utilizamos mucho el lenguaje adaptado al género, simplemente porque desde el movimiento feminista de los años 70 hemos visto una distribución de los roles en la sociedad cada vez más diversificada. Las mujeres tienen más derechos, desempeñan más roles, y esto ha quedado reflejado en los debates y cambios lingüísticos. Y con ello, estamos inmersos en una tendencia absolutamente internacional. Lo notamos en inglés, pero también en los idiomas sueco, noruego o español.
¿Qué pasos pueden marcar la diferencia?
No es fácil comprender exactamente la relación entre el lenguaje y el mundo. Pero el lenguaje puede contemplarse como un instrumento de apoyo al pensamiento y también como un modelo de pensamiento. Si modifico mi forma de expresarme, puede que, en última instancia, también modifique mis estrategias de pensamiento. Sabemos, por ejemplo, que el término “mujer de cuota” proyecta una imagen totalmente distorsionada, como si las mujeres no merecieran un puesto. Todos los estudios empíricos demuestran que la cuota tiende a eliminar a los hombres mediocres en lugar de hacer ascender a las mujeres poco cualificadas. También sabemos que es más probable que las chicas se sientan identificadas cuando se les pregunta si quieren ser médicas o abogadas en lugar de si la pregunta se formula exclusivamente en género masculino. La forma lingüística les tiende un puente, y ¿por qué no deberíamos facilitárselo?
¿Por qué es importante ser consciente del lenguaje adaptado al género?
Es importante tener siempre clara la finalidad social. La idea es que deseamos una sociedad lo más inclusiva y libre posible, y que nuestros hijos no crezcan con estereotipos de roles de género demasiado rígidos. El lenguaje puede contribuir a ello. Esto puede parecer tedioso al principio, pero es gratuito y existen muchas buenas estrategias.
Carolin Müller-Spitzer es catedrática de lingüística en la Universidad de Mannheim y jefa de programa en el Instituto Leibniz de Lengua Alemana.
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