“No podemos quedarnos mirando hacia otro lado”
El politólogo Herfried Münkler reflexiona en esta entrevista sobre la relación de los alemanes con su pasado nazi y las lecciones que siguen siendo clave en la actualidad.

Profesor Münkler, ¿cómo explicaría en pocas frases a un joven las causas del inicio de la Segunda Guerra Mundial?
En Alemania existían poderosos sectores sociales que querían revertir los cambios fronterizos tras la Primera Guerra Mundial; en el fondo, buscaban revisar el Tratado de Versalles de 1919. El 30 de enero de 1933, estos grupos formaron una coalición política con el Partido Nazi. Sin embargo, los nazis no se conformaban con restablecer las fronteras del Imperio alemán de 1914, sino que aspiraban a conquistar amplios territorios en el este para asentarlos con campesinos alemanes, con el objetivo de “arianizar” la región. Para ello, los judíos que vivían en esas zonas debían ser primero expulsados y, más tarde, exterminados. Y, por último, se trataba también de asegurarse el control de recursos naturales, que debían quedar bajo dominio alemán. Desde la perspectiva alemana, fue una combinación de guerra de revisión territorial con una guerra de conquista y exterminio a gran escala. Esa combinación de factores es clave para entender cómo se abordó el tema de la guerra tras 1945.
¿En qué sentido supuso el final de la Segunda Guerra Mundial tanto una liberación como una derrota para Alemania?
La idea de “liberación” se refiere al fin del régimen nazi, que desde el giro de la guerra en 1942/43 no solo asesinaba a izquierdistas, judíos, sintis, romaníes y personas con discapacidad, sino que perseguía a todo aquel que se le opusiera. La percepción de “derrota”, en cambio, estaba marcada sobre todo por la guerra en sí y por el número de alemanes muertos, que entre el verano de 1944 y el 8 de mayo de 1945 fue mayor que en todos los años anteriores del conflicto juntos. Durante mucho tiempo, en la República Federal Alemana predominó la idea de la derrota sobre la de la liberación, especialmente por la división del país y la pérdida de los territorios orientales. En cambio, en la zona de ocupación soviética y en la RDA, la rendición fue presentada desde el principio como una liberación del pueblo alemán, al menos de quienes no eran nazis convencidos, a manos del Ejército Rojo. En Occidente, la idea de la liberación no se impuso políticamente, sino que fue tomando forma poco a poco desde finales de los años cincuenta, sobre todo entre la izquierda política, y se extendió a medida que aumentaba el bienestar.
En la República Federal Alemana, durante mucho tiempo prevaleció la idea de la derrota frente a la de la liberación.
¿Qué papel desempeñaron los historiadores e intelectuales en las décadas posteriores a 1945 en el proceso de revisión del pasado nazi?
Algunos lo retrataron como una “guerra defensiva” frente a la “marea roja” procedente del Este, poniendo el foco en el sufrimiento de la población alemana. Por lo general, se trataba de autores vinculados a la derecha política. Aunque los crímenes cometidos por la Wehrmacht y las SS en el Este eran conocidos, durante mucho tiempo se les restó importancia o se dejaron al margen. Otros historiadores e intelectuales, en cambio, pusieron el foco en la política alemana de conquista y represión en Europa, y abordaron la relación entre la guerra y el exterminio de los judíos. Esa visión opuesta marcó en la República Federal hasta principios de los años ochenta una línea divisoria clara entre la derecha y la izquierda. La exposición sobre los crímenes de la Wehrmacht supuso un punto de inflexión, ya que desde entonces dejó de sostenerse la separación entre una supuesta Wehrmacht “limpia” y unas SS criminales.
Algunos consideran que la memoria de las víctimas del régimen nazi y del Holocausto en Alemania se ha vuelto ritualizada y, por tanto, despolitizada. ¿Comparte usted esa opinión?
La ritualización, resultado de conmemoraciones que se repiten cada año, puede llevar fácilmente a una cierta insensibilidad. No lo llamaría despolitización, sino más bien una banalización provocada por la repetición ritual. Es necesario reflexionar sobre cómo contrarrestar ese efecto. Ese es uno de los grandes retos de toda cultura de la memoria.
Una y otra vez me he topado con intentos de maquillar o silenciar la violencia brutal y los crímenes cometidos.
¿Cómo se puede transmitir la responsabilidad histórica de Alemania en la Segunda Guerra Mundial cuando los últimos testigos directos están desapareciendo y el paso del tiempo aleja aún más aquellos hechos?
La distancia temporal tiene un carácter ambivalente: por un lado, esa distancia le resta fuerza y viveza al recuerdo; pero, por otro, permite una mirada más abierta y sin distorsiones sobre lo ocurrido, ya que no solo desaparecen las víctimas entre los testigos directos, sino también los perpetradores. Cuando en los años ochenta investigaba para mi libro “Machtzerfall” los acontecimientos ocurridos entre enero y el verano de 1945 en Friedberg, mi ciudad natal en Hesse, me encontraba constantemente con intentos de maquillar o silenciar la violencia brutal y los crímenes cometidos. También quienes se beneficiaron de la “arianización” de bienes judíos ya no están vivos, 80 años después del final de la guerra.
¿Qué paralelismos observa entre la inestabilidad del periodo de entreguerras y las amenazas actuales a la democracia?
A veces da la impresión de que el periodo de entreguerras, sobre todo entre finales de los años 20 y principios de los 30, anticipa lo que vivimos hoy: una sociedad cada vez más polarizada y una tendencia preocupante a maquillar o incluso ensalzar el pasado. Pero hay una diferencia clave: hoy tenemos claro, o al menos deberíamos tenerlo, adónde llevó la alianza entre los conservadores de derechas y los nazis. Y precisamente porque lo sabemos, no podemos mirar hacia otro lado con la calma con la que lo hizo en su día el centro político, cuando no participó activamente en un camino que se celebró como el regreso al poder, pero que acabó en crímenes y en la catástrofe política de Alemania. Es fundamental mostrar con claridad cómo aquel entusiasmo nacionalista desembocó después en excusas vergonzosas de quienes decían no haber tenido nada que ver. Solo así se puede ayudar a los más jóvenes a entender de verdad lo que ocurrió entonces. Hay que mostrar con detalle cómo fue el final del nazismo para despojar de atractivo ese gesto de masculinidad heroica que ahora tratan de glorificar los nacionalistas de derechas.
Acerca de la persona: Herfried Münkler
El Prof. Dr. Herfried Münkler, nacido en 1951 en Friedberg, fue catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Humboldt de Berlín hasta su jubilación en octubre de 2018. Münkler ha publicado numerosos libros sobre política e historia; el más reciente, “Macht im Umbruch: Deutschlands Rolle in Europa und die Herausforderungen des 21. Jahrhunderts“ (El poder en transformación: el papel de Alemania en Europa y los retos del siglo XXI).