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En casa más allá de las fronteras

Otro país puede convertirse en tu segundo hogar, aunque al principio seas un extraño. Con motivo del Día franco-alemán, dos jóvenes cuentan su historia. 

Autora_Vanessa_SchmidtVanessa Schmidt, 18.01.2024
Guillaume Amouret vive y trabaja en Hamburgo.
Guillaume Amouret vive y trabaja en Hamburgo. © Guillaume Amouret

Desde 2004, Francia y Alemania celebran su muy especial amistad el Día franco-alemán, el 22 de enero. Un joven francés y una joven alemana cuentan cómo encontraron en el otro país un segundo hogar. 

La lengua crea integración: Guillaume Amouret 

“Para mí ya no hay fronteras entre Alemania y Francia”. Guillaume Amouret nació en Bretaña y ahora trabaja como periodista independiente en Hamburgo. Amouret estudió inicialmente en Bochum, una ciudad industrial de la región del Ruhr, al oeste de Alemania, todo un contraste con la región costera francesa de Bretaña. No es de extrañar, pues, lo que dice: “Para mí, la vida es estéticamente más bella en Francia”. Sin embargo, se debate entre los dos países: “Cuando estoy en Bretaña, tengo esa sensación de comodidad, pero también me encanta el ajetreo de las grandes ciudades alemanas”. En Bochum, donde se matriculó en una licenciatura franco-alemana de Historia, se mudó a un piso compartido con alemanes y allí conoció la cultura cotidiana. Su compañero de piso es hincha del club de fútbol Schalke 04 y los domingos ven la serie policíaca “Tatort“ en la tele, como ocurre en tantos otros hogares alemanes. Amouret ve ahora Alemania como un segundo hogar, hasta el punto de que incluso adopta los dialectos según el lugar donde viva. Sin embargo, reconoce una gran diferencia entre los dos países. Está en el idioma, dice con un guiño: “El género es mucho más fácil en alemán, en términos puramente técnicos”. 

Nora Karches trabaja como crítica de literatura francófona.
Nora Karches trabaja como crítica de literatura francófona. © Nora Karches

Amor a segunda vista: Nora Karches 

Nora Karches tiene una relación especial con Francia. Es crítica literaria independiente de libros escritos en francés. Y viaja a Francia varias veces al año; el año pasado recorrió parte del Camino de Santiago francés. Sin embargo, Karches no aprendió realmente el idioma hasta que empezó la carrera, a pesar de que sus padres son profesores de francés. “Al principio, no entendía nada a mis compañeros porque a menudo utilizaban un lenguaje coloquial”, cuenta sobre las dificultades iniciales a las que se enfrentó durante el semestre que pasó en el extranjero, primero en Dijon y, más adelante, en París. “A menudo me preguntan por qué no me quedé en Francia, pero siempre he sido pragmática y pensé que nunca encajaría si quería trabajar en los medios de comunicación franceses”: la diferencia con los hablantes nativos es grande. Después de estudiar Periodismo, Karches decidió iniciar su carrera laboral en Alemania, pero su trabajo con la literatura francesa hace que siga estrechamente vinculada a Francia. Lo que echa de menos: “Me gustaría volver a hablar más francés”. Practicar de forma continua el lenguaje cotidiano es especialmente útil cuando las cosas se complican en la típica invitación a una cena en la que se habla francés, opina Karches. “En algún momento, se llega sin falta al punto de hablar de los acontecimientos políticos cotidianos. En Francia, todo es mucho más político cuando se trata del discurso social”.