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Experiencias límite en el club más exclusivo

<p>Con su tema “Berghain”, Rosalía consagra definitivamente el club más famoso de Alemania como un mito: drama en la puerta, dilemas de estilo y tormentas de graves.</p>

Wolf ZinnWolf Zinn, 24.11.2025
Clubs
© dpa/picture alliance/ Fazit

Desde antes incluso de que la cantante española Rosalía entonara su tema “Berghain” —en parte en alemán—, el club más famoso de Alemania ya era un templo para los fieles del techno de todo el mundo, con máquina de humo incluida. Los devotos del techno aguantan horas de cola temblando, no solo por el frío, sino por el temible control en la puerta. Porque los porteros son los grandes guardianes del aura exclusiva del club y los que deciden con firmeza: “tú no eres de aquí”. Algo que muchos solo llegan a entender una vez que están dentro. Por ejemplo, cuando los bajos atronan tanto que parece que les sacuden las tripas o el parpadeo del estrobo les reordena el cerebro.

Y no pasa solo en Berlín. También en otros lugares los porteros hacen sentir al público quién manda. En el Golden Pudel de Hamburgo, más te vale no dar la impresión de haber hecho jamás una declaración de la renta. En el Robert Johnson de Fráncfort, la espera para entrar puede ser más larga que la de una cita médica. Y en el Blitz de Múnich no basta con el look: lo que realmente cuenta es la energía que transmites.

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Una vez se pisa la pista, empieza la devoción casi religiosa por los DJs de culto. Los fans caen rendidos ante sus sonidos como Ulises ante el canto de las sirenas; los profanos, en cambio, creen estar oyendo una sirena de policía o el ruido de una obra. Los entendidos se pierden en discusiones casi académicas sobre BPM, mientras los no iniciados se preguntan en silencio: “¿Esto es minimalismo extremo o siguen con la prueba de sonido?” 

Entre unos y otros, flotan quienes, con ayuda química, viven la experiencia como algo “increíblemente intenso”. Los más conservadores se limitan a apurar sus cócteles. Quien no se fije en la lista de precios puede fundirse medio sueldo en una noche loca de club. 

Y queda, por supuesto, el noble arte del ligue. Clásicos como “¿Vienes mucho por aquí?” están más que caducados. Pero ni siquiera las declaraciones de simpatía más entusiastas suelen dar resultado, como por ejemplo: “Tu energía es tan potente que me va a saltar el automático.” O bien: “Con esta luz estás que lo rompes.”

Aun así: probablemente, bailar en clubes llenos, ruidosos y cargados sea la forma más sensata de evadirse en estos tiempos tan locos. Mientras la gente siga eligiendo bailar junta en lugar de hacer tonterías, los clubes ya habrán puesto su granito de arena por la paz mundial —como bien demuestra el Berghain.

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