El arte alemán de las chapas

La gran pregunta es cómo se abren las botellas con chapa en Alemania. No con el abrebotellas definitivamente. Eso sería tan cool como usar calcetines con sandalias con cierre adhesivo. No, los sedientos alemanes quieren más. Quieren espectáculo, acción y aplausos. ¿El viejo truco del mechero? ¡Eso es para niños! Abrirlas con un llavero, un metro plegable o un móvil (con arañazos) tampoco provoca más que una sonrisa indiferente.
Quien quiera destacarse, tiene que liberar adrenalina: la chapa se quita despreocupadamente del cuello de la botella con los dientes, los pies, el cabello o la cuenca del ojo. “Ojo por ojo, diente por diente”, por así decirlo.
También está la escuela mística de los abridores con cordones, cuyo ritual está a medio camino entre un espectáculo de magia y un campamento.
Otros métodos como agitar la botella salvajemente, tratar de hipnotizar la chapa o dar una orden militar (“¡Ábrete!”) resultan menos eficaces.
Lo ideal es que, al abrir la botella, la chapa salga disparada como un cohete. Los profesionales también le dan importancia al sonido: el siseo es obligatorio, el “plop” marca la diferencia.
¿Y todo esto para qué? Bueno… Probablemente entra en la misma categoría de silbar con los dedos, formar aros con el humo del cigarrillo, saltar del trampolín de diez metros o hacer malabares con posavasos: el objetivo es ser más guay.
¿Y las chapas? No terminan en la basura. Se pueden pintar con motivos florales, pegar en lienzos, convertir en elegantes campanillas de viento o pueden usarse para decorar una chaqueta vaquera.
Otros las lanzan con precisión y gran energía para todos lados, ya sea contra vasos de cerveza, señales de tráfico o para fastidiar a quienes están cerca. Una verdadera destreza con el pulgar y el índice.
Por último, las chapas también se pueden coleccionar. Hay personas que, incluso, llevan un registro de cada una: “¿Esa? Friburgo, 2006, cuando conocí a papá y le enseñé a abrir una botella con los dientes. ¡Legendario!”