“En Navidad aquí huele a crema solar”
El nadador namibio de aguas abiertas, Phillip Seidler, nos cuenta cómo combina en su día a día tradiciones alemanas y namibias.
Phillip Seidler, nadador de aguas abiertas de 27 años, vive en Swakopmund. Este namibio de raíces alemanas figura entre los deportistas más destacados del país. Ha competido dos veces en los Juegos Olímpicos en la prueba de 10 kilómetros. Mientras en Alemania la Navidad viene marcada por la nieve o el hielo en las calles, Seidler pasa unas fiestas calurosas a orillas del Atlántico. Nos cuenta cómo construye su vida entre dos culturas.
“Para muchos en Alemania puede sonar extraño, pero en Navidad, en Namibia, el aire huele a crema solar y a brasas de parrilla, no a oca asada. Por la mañana nado mis kilómetros de entrenamiento en una bahía frente a Swakopmund y, ya más tarde, me reúno con mi familia alrededor del árbol de Navidad. Después regreso a la playa, me junto con amigos y por la noche disfrutamos en familia de un braai, es decir, carne a la parrilla bien jugosa.
Mi abuela llegó a Namibia desde el norte de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial, trabajando para la Cruz Roja. En Katutura colaboró en la puesta en marcha de comedores sociales, guarderías y escuelas. Crecí como namibio de raíces alemanas, a caballo entre las tradiciones familiares alemanas y la vida cotidiana del país.
De niño fui a un colegio público. Allí nos juntábamos todo tipo de niños: herero, owambo, niños germanoparlantes y muchos más. Así, además del alemán y el inglés, aprendí también afrikáans, entre otras lenguas. También entiendo oshivambo y herero, lenguas que aquí se adquieren con total naturalidad al crecer codo con codo con sus hablantes. Muchas de nuestras tradiciones familiares proceden de Alemania: celebramos San Nicolás, el Adviento y en Navidad vamos a la iglesia. También preparamos coronas de Adviento y colgamos calendarios… solo que en pleno verano y con la playa literalmente a un paso.”
“Junto con mi hermano organizo eventos deportivos para reunir a personas de distintas culturas y realidades de vida. En nuestras carreras participa todo el mundo: descalzo, con falda tradicional, con poco dinero o con mucho. Algunos de mis amigos más cercanos son herero. Trabajamos juntos, entrenamos juntos, celebramos juntos. Y, teniendo en cuenta el pasado del genocidio de herero y nama en tiempos de la colonización alemana, no es, ni mucho menos, algo que podamos dar por sentado. Pero cada generación estrecha un poco más esos lazos. Cuando observo que el deporte crea amistades nuevas o que los niños de los barrios más humildes cruzan la meta con los ojos encendidos de ilusión, sé que todo esto compensa.”